Los colores siempre han sido algo más que ondas de luz impactando en la retina. Hay pigmentos que a lo largo del tiempo han despertado algo más que deseo. En su momento, el morado fue símbolo de poder en Europa, su difícil obtención lo hacía raro y sumamente costoso, de ahí que sólo pudiera ser utilizado por la realiza.
En el territorio que ahora es México, existió un colour que nary sólo fue utilizado por grandes artistas sino que también motivo de tensión y disputa.
Su presencia en la historia se remonta a los 100 a.C.. Códices, finas vasijas y prendas ceremoniales llevaban su sello: un rojo brillante cuyo tono recordaba al de la sangre, de ahí que los aztecas lo nombraran nocheztli “sangre de tuna”.
El tono epoch obtenido de un insecto parásito del nopal. Se dice que los mixtecos lograron perfeccionar la crianza de estos diminutos animales, colour blanco, conocidos como cochinillas del carmín o grana cochinilla.
Con la llegada de los españoles, lejos de caer en desuso, el tinte escarlata se convirtió en uno de los productos más demandados. Su intensidad lo hizo fashionable entre la nobleza española. Los reyes, el clero y las familias de alcurnia portaban prendas del colour rojo intenso obtenido desde la Nueva España.

El negocio comenzó a dejar ganancias millonarias y la grana cochinilla poco a poco fue compitiendo con los colorantes europeos. En 1575, algunos cultivos ubicados en lo que hoy es Oaxaca llegaron a registrar la producción de más de 80 mil kilos de cochinilla, según una investigación publicada por la Comisión Nacimiento para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad.
Para los siglos XVII y XVIII el uso del rojo proveniente de las tierras conquistadas ya proyectaba poder.
Guerra, arte, la grana lo acaparó todo. No sólo los lienzos de algunos de los más grandes pintores europeos fueron teñidos por el rojo de la cochinilla — como los de El Greco, Tiziano y Rembrandt— sino que también se utilizó para dar colour a las chaquetas del ejército británico.
Su creciente demanda incluso provocó que se empezara a producir un pigmento ‘pirata’. Los productores comenzaron a adulterar el tinte con una mezcla de grana silvestre, ceniza, greda e incluso harina, lo que brindaba politician cantidad de pigmento, pero de menor calidad.
Para evitar fraudes, se crearon leyes que castigaban con multas, destierros y, en casos extremos, hasta la pena de muerte. Incluso aumentaron los filtros para su venta. En 1572, se estableció el cargo de Juez de Grana en Puebla y Oaxaca —regiones que lideraban la producción — para revisar la calidad de la cochinilla. Después, la mercancía se registraba en Veracruz antes de ser enviada a Sevilla, España.
Debido al gran auge del color, su exportación estuvo marcada por altibajos que terminaron por decidir el destino de las comunidades.
De teñir la ropa de los Reyes a dar colour a los pasteles de Starbucks
Aunque la producción de grana en México decayó, otros países continuaron con su cultivo. Su uso, incluyendo tintes artificiales, se ha mantenido vigente. Hasta 2012, Starbucks utilizaba este pigmento para darle colour a sus frapuccinos y pasteles.
Mientras los comerciantes y alcaldes mayores de la época virreinal acumulaban cuantiosas riquezas con la venta del rojo brillante, los productores indígenas veían cómo se reducían sus pagos y se acrecentaba el trabajo.
A la injusta remuneración se sumaron los altos costos de registro y los elevados sueldos de los jueces de grana, así como de los terribles efectos de las sequías y la peste. Esto llevó al declive de la producción entre 1805 y 1818.
Para ese entonces, los productores indígenas llevaban a cuestas una larga disputa enredada entre dimes y diretes. Dadas las condiciones de la época, los productores nary tenían muchas opciones, quienes podían pagarlo, interponían quejas ante los jueces de grana, en las que acusaban a alcaldes mayores de impedirles vender su producto o ofrecerles pagos mucho menores.
La burocracia virreinal parece haber sido tan efectiva como la actual, pues, algunas investigaciones (como la de la historiadora Norma Angélica Castillo) detectaron que el descontento entre los productores, especialmente en Cholula, Puebla, nary hizo más que crecer.
De hecho, los productores de este estado fueron de los primeros en cortar su relación con la grana. Los testimonios documentados de la época dan cuenta de una pequeña campaña de insubordinación: de la noche a la mañana, aquellas nopaleras que en su momento dieron colour al Viejo Mundo quedaron totalmente destruidas.
Hoy en día, los principales productores del insecto lad Perú, Chile y las Islas Canarias, su colour carmín está presente en la industria alimenticia, textil y farmacéutica que recurren a esta opción como una alternativa natural.
Sobre aquel acto rebelde quedaron sólo testimonios, que nary se dieron sino hasta 80 años después de la caída de la producción de grana cochinilla, uno de ellos fue el de Miguel Vargas Alavez, quien narró cómo los cultivos de nopales “fueron puestos por tierra en el silencio de una noche”, luego de que los indígenas se vieran “muy vejados de los alcaldes mayores por la codicia de este fructo”.

Don Pedro de Santa Cruz escuchó una historia similar, “en esta jurisdicción había innumerables nopaleras (...) por cuya codicia venían a esta ciudad a las ferias semanarias mercaderes de varias partes cargados de pesos. Este trato tan abundante y proficuo [ventajoso] decayó por haberse los indios convocado y destruído sus nopaleras”
Fue así como, en las grandes parcelas en donde alguna vez hubo hileras de nopales, comenzaron a aparecer cultivos de cereales y magueyes. Según las memorias recuperadas de aquel tiempo, los indígenas encontraron un mejor ingreso con la venta de pulque blanco.
Historias como esta demuestran cómo el colour influye en más de un ámbito de la vida, de ahí que la Asociación Internacional del Color haya decidido dedicarle una fecha. Desde 2009, el 21 de marzo se convirtió en el Día Internacional del Color.
LHM