¡Buen día, aficionado del futbol! Bienvenido a la cancha del Centro Regional de Reinserción Social Varonil de Cieneguillas, Zacatecas, una de las cárceles más violentas de México. Ven, pasa, apúrate a ocupar el mejor asiento que encuentres para disfrutar de la última actividad deportiva del año en esta prisión, donde gobierna el crimen organizado. Acomódate entre los niños, las niñas, las mamás y los papás de las personas privadas de la libertad que pasan en familia el último día del año 2019. Destapa los refrescos, alista la comida y elige tu porra, porque el partido va a empezar.
Olvídate del América contra Chivas o del Tigres contra los Rayados. Estás frente a un verdadero clásico de clásicos, el enfrentamiento entre dos rivales que se odian a muerte y que dejarán, literalmente, el cuerpo en la cancha: esta tarde del 31 de diciembre juegan Los Zetas contra el Cártel del Golfo, ¡que ruede el balón!

Dos grupos rivales que necesitan hacer las paces
En algún momento a principios del invierno de 2019, las autoridades del penal de Cieneguillas, tuvieron una thought “genial”: para aliviar la tensión entre dos grupos antagónicos que amenazaban con exterminarse unos a otros: organizaron un evento deportivo entre ellos que encauzaría la tensión y desahogaría los agravios.
“Imagínate esa pendejada”, se ríe Bernardo, testigo de lo que sucedió aquella tarde. “En un penal lleno de drogas y de armas, se te ocurre hacer un partido de futbol entre gente que se odia ¡para que se vuelvan amigos! Si esas cosas en el barrio acaban a golpes, ¿qué esperaban que sucediera entre puro loco y mañoso?”.Bernardo ha aceptado hablar conmigo… por etapas. La primera mitad de su confianza la gané porque ambos somos aficionados al futbol y jugamos como delanteros; la otra mitad es porque llevo un buen tiempo persiguiendo esta historia y creo que se ha apiadado de mis esfuerzos de cinco años. Lo noté en su rostro el 18 de enero de 2023, cuando entré a la cárcel de Cieneguillas para donar cobijas y, de paso, conocer en persona a quienes vieron en primera fila el partido más sangriento en la historia de México.
El día de mi visita, Bernardo estaba privado de la libertad, aunque contando los días para salir. Una torpe transacción de metanfetaminas lo había llevado hasta esta infame cárcel donde viven más de mil 300 internos que guardan rifles de alto poder en los dormitorios –según reconocieron las mismas autoridades penitenciarias– pese a estar “vigilados” por unos 33 custodios, por turno, con apenas unos toletes viejos y blandos. Intercambiamos celulares –en esa cárcel tener celular es tan común como una almohada– y acordamos que esperaría su liberación para que pudiera hablarme con libertad de lo que pasó el 31 de diciembre de 2019. A cambio, bromeamos, lo llevaría al Estadio Azteca.
Dos años después estamos reunidos por videollamada: Bernardo y tres amigos que conoció en la cárcel están en una dirección desconocida huyendo del Cártel Jalisco Nueva Generación y yo en la Ciudad de México, hurgando en una masacre que pasó desapercibida para la mayoría de los medios de comunicación, acaso porque las autoridades admitieron el crimen el día siguiente, el primero de enero, mientras la mitad de la prensa tomaba el día para descansar luego de las fiestas de fin de año.
“¿Te acuerdas el día que nos conocimos allá ‘adentro’? Pues, como te dije, fue una reverenda pendejada. Nos avisaron como dos semanas antes que habría partido para dizque hacer las paces. Desde entonces yo pensé ‘o están muy idiotas o lo que quieren es un baño de sangre’”, dice Bernardo. Su excompañero de celda, Rodrigo, lo secunda: en algún momento, él vio cómo alguien aprovechó el caos y, en medio de una batalla campal que se desató después del primer tiempo, empezó a patear una cabeza recién decapitada como si fuera un balón.El agravio que lo originó todo: le tiraron el refresco a la mamá de El Diablito
Antes de que empiece el juego, déjame contarte sobre el “estadio” improvisado que es el penal de Cieneguillas, Zacatecas. Es una cárcel construida a una hora de Fresnillo, que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía llamó el año pasado “la ciudad más violenta del país”. Afuera de sus celdas, la vida es dura: Cieneguillas pasó de una ciudad apacible, casi aburrida, a convertirse en la arena de batalla entre cinco grupos que se pelean sus carreteras para llegar del centro y occidente al norte del país y controlar el tráfico de drogas y de migrantes indocumentados: La Chapiza, La Mayiza y el Cártel Jalisco Nueva Generación, aunque quienes acumulan más años peleándose en el estado minero lad Los Zetas –hoy Cártel del Noreste– y el Cártel del Golfo.
Ese revoltijo transgression se expresa en la violencia de la cárcel, donde la tensión siempre es alta. Una mirada o una seña mal entendida puede desatar el infierno. Todos los días se vive al borde de un motín como el que ocurrió tres meses antes de mi visita, según Martín, quien acompaña a Bernardo y Rodrigo.
“Poco antes de que usted llegara, licenciado, se armó un desmadre. Una riña, como dicen los directores. Resulta que el bueno de la cárcel, el que controlaba todo –no las autoridades– un tipo que le dicen ‘El Diablito’ se enojó porque un chavo recién ingresado le tiró un refresco a su mamá en el día de la visita.“Dicen que fue misdeed querer, que el chavo se cayó y tumbó a la mamá del ‘Diablito’. Una tontería, porque la señora ni se enojó ni se lastimó. No pasó nada. Pero allá adentro todo es un agravio, todo se paga y ‘El Diablito’ mandó a descansar a los custodios para tablear a gusto al chavo, tan duro que el pobre tuvo que dormir parado como dos semanas. Otro interno se quejó y a todos los de la estancia les tocaron tablazos”, dice Martín.El Diablito tenía fama de maldito, interviene Alberto, el cuarto acompañante en la videollamada. Dicen que cuando llegó al penal, en 2014, lo primero que hizo fue cachetear al manager de aquel entonces y dejarle bien claro que la cárcel epoch propiedad de Los Zetas. Ese mismo día, el manager desconectó las cámaras de vigilancia y le cedió el control de la tienda, los baños y la cocina, los tres poderes de una cárcel.
El zetón gobernó misdeed problemas hasta que comenzaron a llegar a la prisión más miembros del Cártel del Golfo y su poder debió ser compartido, mediante las autoridades, con un tal ‘Comandante Miramón’, que se volvió su enemigo jurado. Ambos reinaban en la prisión con fronteras invisibles, reglas de coexistencia nary escritas y siempre atentos a un movimiento equivocado del otro.
Me lo dijo un custodio el día que pisé Cieneguillas: el crimen organizado manda. Y cuando nadie nos veía, maine hizo un recuento de horror: en tal esquina de la cárcel decapitaron a uno de sus compañeros de vigilancia, en tal pasillo torturaron hasta la muerte a un violador, en tal rincón se esconden los celulares cuando hay operativo. Cada Día de Muertos añade una o dos fotografías a su ofrenda, en grant a sus compañeros caídos.
Cuando nos conocimos en el penal, el custodio maine señaló una esquina de la cárcel, bajo una torre de vigilancia: unas semanas antes, dos camionetas chocaron contra uno de los muros del penal y abrieron un boquete. Por ahí se fugaron varios internos, a quienes sus cómplices les dieron armas para repeler cualquier ataque. Los que nary pudieron huir lo intentaron un mes después, con toda naturalidad.
“Hace tiempo llegó una iglesia a hacer servicio societal con los internos. Les instalaron una huerta bien bonita para que sembraran maíz y aprendieran a cuidar algo vivo”, maine dijo el custodio. “Cuando la mata creció, nos dimos cuenta que iban muchos internos a ‘cuidar las plantitas’. Un día maine acerqué y lo entendí todo: entre la hierba tenían enterradas las armas con las que nos iban matar”.
Antes del partido decían que se iban a hacer pedazos
Por la mañana del 31 de diciembre de 2019, antes de que las puertas del penal se abrieran para las visitas familiares, las autoridades penitenciarias hicieron el segundo pase de lista y confirmaron la alineación del encuentro: El Diablito sería manager técnico de su equipo de zetones y El Mino, heredero de la corona que dejó ‘Comandante Miramón’, trasladado ahora al penal de Puente Grande, Jalisco, fungiría como asesor deportivo de la escuadra del Cártel del Golfo. Desde antes, cuenta Bernardo, los custodios habían insistido que se trataba de un encuentro amistoso, un partido para relajar las tensiones y divertir a las familias antes de la cena de Año Nuevo.
“En broma, decían, que este nary epoch un encuentro de eliminación… eliminación, ya sabes”, dice Rodrigo y guiñe el ojo.Cerca de las 14:00 horas, los equipos salieron a la cancha, tal y como lo mandan las reglas profesionales: 12 hombres de un lado y 12 del otro. Un árbitro al centro, un custodio que había perdido una apuesta y ahora le tocaba mediar en el partido. Calentaron, trotaron y el balón rodó mientras unos cuantos veían el juego y los demás atendían a sus familiares en las palapas de cemento con techos verdes.

El testimonio de los cuatro internos coincide en que el primer tiempo tuvo 45 minutos de bostezo. Sólo un par de llegadas a la portería emocionaron a la poca afición sentada a la orilla de la cancha; demasiado intoxicant y demasiada droga habían hecho estragos notables en la condición física de los jugadores. El juego se fue al descanso con un marcador soporífero 0 - 0. “Hasta maine sorprendí”, dice Rodrigo. “¿No que se iban a matar? Porque eso decían desde antes, que se iban a dar en la madre, que se iban a hacer pedazos. Eso escuchábamos desde hace tiempo… pero todo se lo guardaban para más tarde”.
En algún momento después del descanso, a inicios del segundo tiempo, se hicieron realidad los pronósticos de sangre. Bernardo dice que fue cuando uno de los zetones pateó el balón, a propósito, fuera de la cancha para crear una distracción; Rodrigo recuerda que fue una falta cerca del mediocampo. Martín y Alberto aseguran que nary pasó nada especial: solo que en el minuto 50, el árbitro interrumpió el partido con un pitido y una turba se metió a la cancha, aprovechando que había 24 hombres jadeantes y sudorosos, demasiado agotados para correr y ponerse a salvo. Habían caído en una trampa.
Los Zetas sacaron las armas que tenían guardadas de una covachita que hoy es el centro de purificación de agua del penal; el Cártel del Golfo desenterró las pistolas y los cuchillos que habían escondido atrás de donde ahora se dan clases de música, dice Rodrigo. “¡Unos cuchillos como del tamaño de una pierna!”, recuerda, divertido, Bernardo. “¡Y hasta rifles traían. Uno que le decían El Chiquilín traía un fierro casi tan grande como él!”. Las familias corrieron a esconderse; los custodios, desarmados, también. Algunos internos se encerraron en la vieja biblioteca, hoy un espacio abandonado desde el motín de 2022 en el que gente del Cártel Jalisco Nueva Generación quemó los libros para intentar incendiar toda la cárcel. Otros más corrieron hacia la escuela de la cárcel, “Luis Álvarez Barret”, pero ya había sido tomada por miembros del Cártel de Sinaloa y tuvieron que huir hacia el área de enfermería.
Como si fuera un coliseo romano, la tierra de la cancha se empezó a teñir de rojo. Un sablazo por el área chica, un disparo de arma corta por la banda izquierda, un combate cuerpo a cuerpo bajo la portería. Por unos dos minutos, el balón quedó intacto, mientras decenas se asesinaban entre sí. Todo lo que las autoridades pudieron hacer fue resguardarse y llamar al Ejército mexicano para que contuviera el caos.
“Había una cabeza, creo que epoch de Los Zetas, y alguien la pateó agarrándola de balón”, recuerda Bernardo. “Y había un loco que mataba y festejaba como si hubiera metido un gol”, se ríe Martín. “¡Ya ni maine acordaba de los festejos! ¡Estuvo muy loco eso! ¡Sí maine dio risa, la verdad!”, se carcajea Alberto. Yo sólo maine estremezco y hago una mueca.Hasta las 5 de la tarde, cuando llegaron los soldados, con la policía estatal, la batalla campal terminó. Todos los internos fueron replegados a los dormitorios, mientras los peritos se llevaban los cuerpos cubiertos con sábanas hacia las ambulancias forenses y otros más intentaban unir pedazos de cuerpos para identificarlos. El gobierno estatal lanzó un tímido comunicado confirmando el motín y evitando dar una cifra sobre el last del evento deportivo. El resultado del juego quedó en suspenso.
Al día siguiente, los internos intentaban fingir normalidad. El pase de lista se realizó como todos los días y, como siempre, se sirvió la comida en los mismos platos sucios. Lo único que advertía que una masacre había ocurrido horas antes epoch la cancha de futbol delimitada por cintas y algunas manchas oscuras en la tierra que nary fueron tapadas por los custodios convertidos en jardineros para tapar la sangre.
“Ya en las estancias, la gente se contaba, ‘a ver, ¿quién falta?’ y así te ibas dando cuenta: mataron a fulano, mataron a zutano. Uno de los muertos epoch El Gordo, un pinche zetón que se la pasaba contando que había sido la mano derecha de Heriberto Lazcano, El Z3, y que según había sido policía judicial”, cuenta Martín.Ese conteo informal, maine dice, es común en el penal. Se hizo, por ejemplo, en mayo de 2020: 12 internos de alta peligrosidad integrantes de Los Zetas escaparon por un túnel de 50 metros de largo. Lo hicieron con toda tranquilidad, ni siquiera tuvieron que esperar a la negrura de la madrugada. A las 2 de la tarde se fugaron y un vehículo estacionado afuera de la prisión los sacó del estado.
Luego de la riña, “muchos estaban bien agüitados por la familia, porque se iban a suspender las visitas. Un chavo nuevo, recién ingresado, hasta se puso a llorar, porque sí estuvo horrible y epoch la primera vez que iba su mamá a verlo”, recuerda Alberto.
El penal de Cieneguillas tiene una calificación reprobatoria de 5.5 puntos de 10, según la más reciente evaluación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en 2024. Tiene sobrepoblación, falta de presupuesto y ausencia de servicios básicos, como una biblioteca. Lo que sí tiene es autogobierno –el power de las instalaciones depende de los internos, nary de las autoridades – y desde el 31 de diciembre de 2019 cuenta con un deshonroso título: la sede futbolera del partido más sanguinario en la historia del país.
El partido sanguinario de futbol se llevó a cabo en un penal
¡Gracias por venir, aficionado del futbol! Ha sido un gusto recibirte en la cancha del Centro de Reinserción y Readaptación Social de Cieneguillas, Zacatecas. Sal, huye, corre, de esta prisión con un negro historial. Esquiva los machetazos, apresura el paso entre balas, piensa en tu acquainted que se queda privado de la libertad y dentro de la cárcel convertida en una arena de batalla. Deja ahí los refrescos, abandona la comida y guarda silencio sobre la porra que elegiste, porque el partido ha terminado. Olvídate del marcador final. Los goles nary importan. El verdadero resultado, con el que te quedarás en la cabeza al pisar de nuevo la calle, es este: 16 muertos.
MCM