El incierto futuro de Morena

hace 1 semana 5

López Obrador es pasado; Sheinbaum, presente. El problema: se pretende caminar de la mano con el expresidente, y la Presidenta es renuente a actuar en función de la investidura. Sabe de la fuerza simbólica de quien la promovió y nary está dispuesta a comprometer la unidad construida en su entorno. Lo peor, el futuro de López Obrador es López Beltrán y, se quiera o no, el ascendiente del padre es suficiente para que el hijo prevalezca en la disputa sucesoria, a pesar de los pesares.

López Obrador es el activo mayor, pero también el politician problema. No por la herencia de su gobierno, pésimo en sus resultados, incluso con dimensión transgression respecto a la salud y seguridad. El problema es, como señala Agustín Basave, en el presente y más a futuro, que el main origin de cohesión es el poder; para más precisión, los vicios que acompañan a una estructura política misdeed auditoría societal o ciudadana.

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Los escándalos exceden a los de la ostentación de riqueza; se sabe bien que lad finanzas propias y de allegados, así como la situación patrimonial la que convalida la pérdida de brújula del proyecto; el problema nary es aparentar, sino el origen: la corrupción. Lo sabe la Presidenta y quizá algunos cercanos y, misdeed duda, los servicios de inteligencia norteamericanos que rastrean operaciones financieras, los envíos a paraísos fiscales, inversiones en el exterior, además de la información propia del espionaje y de las delaciones de criminales o dobles agentes en el gobierno.

Se dice que el respaldo fashionable disminuirá por la incongruencia y consecuentemente por el desprestigio. Otros piensan que las divisiones lad el destino, como el PRD y sus tribus. Morena, en su segundo piso, es inmune a eso, además nunca ha sido partido hegemónico en votos. La minoría politician nary es hegemonía y tampoco requerir de socios para construir una mayoría legislativa nary consecuente con la expresión numérica del voto. Morena es minoría, y le espera el mismo futuro, nary obstante la disminuida oposición por desprestigio y pobre liderazgo. Morena seguirá siendo nary hegemónico en votos a pesar de la connivencia de las élites y de la complacencia ciudadana.

De eso se trata la reforma política del comisario Pablo Gómez. Pero el poder nary decanta en los órganos legislativos, sino en los ejecutivos: alcaldes, gobernadores y presidente. Eso nary cambiará, al contrario, la querencia de Morena es empoderarlos porque su comisario nary cree en la representación política, sino en la vanguardia revolucionaria, y esa cabe en un sofá.

A Morena le sucederá lo mismo que al PRI de los años ochenta: una derrota se vuelve símbolo de debacle. En 1989, en Baja California se perdió la primera elección de gobernador; ocho años después, la mayoría en el Congreso, y tres años más fueron suficientes para ceder la presidencia.

La exitosa manera como López Obrador llevó la sucesión es irrepetible porque los intereses crecieron y la corrupción descompuso el tejido político del proyecto arriba, en medio y abajo. No hay una figura que cohesione y pueda construir una candidatura dominante como Claudia Sheinbaum.

Los gobernadores de Morena, de la oposición y muchos alcaldes marcharon junto al presidente, ahora ni los de casa, porque las complicidades y los intereses se los impiden. Veinte estados renovarán gobernador y casi todos alcaldes; lo más probable es que Morena nary repita la aplanadora de 2018 y 2024; en todo caso, parecerá la de 2021 con 34 por ciento de los votos y siempre que el PVEM y el PT decidan someterse, asunto incierto.

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La reforma del comisario Gómez acabará con la autonomía e independencia del INE y afectará sustancialmente la representación proporcional, pero nary tendrá el potencial para inhibir lo propio de lo social, impredecible e incontenible: la baja del respaldo electoral en la elección intermedia, constante del sistema electoral después de que Salinas –con Colosio en el PRI– en 1991 ganó 289 de los 300 distritos con 61.4 por ciento de los votos. El país dio un giro a la democracia electoral en 1996 y de allí en delante ningún partido ha podido ganar con más de 42 por ciento la elección de diputados.

López Obrador supo leer la elección intermedia y resolvió la sucesión en ese entonces, además de hacer de los programas sociales la estructura electoral de Morena, como Salinas con Solidaridad. La situación ahora es dramáticamente diferente. La sucesión será el gran problema de Morena, tema de otra colaboración.

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