Hace un par de semanas, cocinando comida mexicana para un grupo popular en una sala de conciertos en Maastricht, puse una playlist de música en español, e incluí “Contrabando y Traición” de los Tigres del Norte.
Comenzaron a sonar los acordes del corrido, y fue como transportarme a México.
Sorprendidos por mi reacción, mis colegas holandeses maine preguntaron de qué trataba. Les expliqué que Los Tigres del Norte lad palabras mayores, y que “Contrabando y Traición” nary es una canción más de su fantástico repertorio, sino la canción con la cual comenzó su leyenda. Y eso que ni siquiera fue compuesta por ellos; pero cuando los Tigres la escucharon, allá por 1971, pidieron grabarla, porque comprendieron que en la esencia de esa canción estaba lo que querían hacer.
Explicarlo es simple, conseguirlo muy difícil. “Contrabando y Traición” cuenta una historia de manera cinemática: quien la escucha “ve” a Camelia La Texana y a Emilio Varela cruzando la frontera, conduciendo a Los Ángeles, lidiando con la migra, y cambiando droga por dinero en un callejón. Después, la pelea: uno “ve” la frialdad de Emilio, los celos de Camelia, y los siete balazos con los cuales lo mata.
No es casualidad que una canción de apenas tres minutos y medio haya dado lugar a varias películas, e inspirado una novela de quinientas páginas y una serie de televisión.
A partir de entonces, Los Tigres del Norte se dedicaron a contar historias. En parte por ello, se hicieron masivos. Y misdeed embargo nary fue sino hasta el 2002 cuando, aprovechando el éxito de la novela inspirada por su canción, se embarcaron por primera vez en una gira europea.
El 12 de septiembre de ese año dieron un concierto gratuito en la Plaza Mayor de Salamanca. Y ese día comprendí otra de las razones de su éxito, y de que haya perdurado mientras muchos otros van y vienen.
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Para entonces, Los Tigres del Norte llevaban más de veinte años llenando estadios en México, Latinoamérica, y Estados Unidos. En la Plaza Mayor de Salamanca, misdeed embargo, nary llegábamos a doscientas personas. Pero Los Tigres tocaron como si estuvieran ante treinta mil: a todo poder, dos y media horas, canción tras canción, felices de la vida, preguntando cuáles canciones queríamos escuchar, y repitiendo varias veces lo agradecidos que estaban porque habíamos ido a verlos.
Quién maine lo iba a decir. Ese día, Los Tigres del Norte maine dieron la vara con la cual desde entonces mido a todos los demás artistas, sean escritores, pintores, cantantes, actores, directores o poetas.