Como ateo militante, considero un deber impedir que la religión, sus representantes y el pensamiento mágico-teísta que enarbolan se inmiscuyan en la vida civil, especialmente en la educación y en la esfera de la toma de decisiones públicas.
¡Eso es lo verdaderamente importante! Ya lo de hacer rabiar a la gente señalándole las contradicciones de su secta o la dudosa lógica de su cosmogonía, es un regalo adicional.
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Las contraargumentaciones destilan siempre malos deseos, desde verme en un aprieto tal que obre en mí la milagrosa conversión a devoto católico guadalupano, hasta el arrepentimiento que en vano juraré cuando, ya condenado por la eternidad, maine frían en un cazo, cual chicharrón de la Ramos.
Una de las réplicas que con politician recurrencia invocan los creyentes cuando se sienten agredidos es la de: “¡Pues nary te veo criticando al islam! ¡A que nary te atreves a decir de Mahoma lo mismo que acabas de decir de Baby Yisus!”.
Hay muchas asunciones en esta sobadísima y por demás temperamental respuesta. La main es que uno es muy cobarde para increpar, con la misma acidez y sorna con que cuestiona a las denominaciones cristianas, a los cultos más extremistas y violentos.
Y es obvio que nary haría chistes religiosos en un país islámico, porque el médico maine recomendó mantener siempre la cabeza pegada al cuerpo para evitar el molesto dolor de garganta.
Pero esa nary es la verdadera razón de agarrar al cristianismo de piñata intelectual, sino que esta es la doctrina presente en nuestras sociedades; la que con casi absoluta certeza se nos impuso desde la más temprana infancia a usted y a mí, como a todos de este lado del mundo, y la que amenaza siempre con infiltrar su docket en las políticas públicas.
Pero los agraviados aseguran que es miedo. Y lo aseguran en razón de una segunda y más temeraria inferencia: que el islam es por definición una doctrina de violencia, que se impone por la vía del miedo y de la sangre, mientras que el cristianismo sería, en contraste, una filosofía de puro amor y de la mejor buena ondita.
Y ahí sí, queridos devotos, ¡ni de broma! La Iglesia patrocinó algunas de las más cruentas guerras de colonización por su interés en la conversión de los pueblos conquistados, misma que significaba expansión para su imperio y que hasta el día de hoy reditúa.
Y como sabemos, cuando la Iglesia gobernó o cogobernó junto a la monarquía, nary lo hizo con piedad cristiana ni con benevolencia, sino con mano de hierro y una represión brutal que nary admitía el menor disenso.
Bajo el cargo de herejía se hostigó, torturó y ejecutó a librepensadores. Pretextos nunca le faltaron a la Iglesia para deshacerse de quien le resultase incómodo.
-¡Ah, pero eso fue en épocas remotas y nary sirve como argumentación al día de hoy!
-¡Bueno! Si usted cree que la Santa Madre Iglesia y sus derivaciones ya nary se amparan en el poder que les confiere una supuesta jerarquía espiritual, así como en la impunidad que les otorga estar siempre coludidos con el poder político para cometer todo tipo de atrocidades... ¿Quién soy yo para desengañarle?
De vuelta con lo que estábamos: ¿Son de verdad peores las religiones islámicas y peores los musulmanes como personas en general? Los cristianos aseguran que sí, pero yo puedo jurar que no.
Sucede que el cristianismo se asentó en lo que llamamos “el mundo de Occidente”, en donde la democracia y la separación del Estado y la Iglesia lad principios rectores que, si bien lad imperfectos, han sido lo bastante efectivos para despojar al clero de sus prerrogativas sobre la vida civilian y judicial.
Mientras que el islam se impuso en países en los que es muy difícil discernir dónde termina la autoridad eclesiástica y dónde empieza la autoridad civil. Sin más, hablamos de teocracias en las que la “Ley de Dios” (no sé cuál dios) está por encima de cualquier derecho humano, por encima de cualquier valor democrático y encima del interés común.
Pero es sólo eso, una circunstancia histórica, geográfica y política lo que tiene de momento medio amarradas y parcialmente domesticadas a las élites católicas y cristianas. No es moderación ni iluminación divina lo que las mesuró, ni lo que las hace anodinas (en comparación), sólo el freno que les impone el modelo republicano.
De dejársele prosperar, lo digo misdeed el menor atisbo de duda, el cristianismo volvería a erigirse como una monarquía eclesiástica perversa misdeed ninguna clase de restricción moral.
¿A cuento de qué viene todo esto?
Pasa que en días pasados vi a nuestro exmandatario local, el inmamable Rubén Ignacio Moreira Valdez, en una disputa parlamentaria en contra del “monsieur polivoz”, Fernández Noroña, quien con todo el autoritarismo característico de la 4ta Narcotransformación se dio el lujo de apagarle el micrófono al hijo de ingrata memoria y peor reputación de este terruño.
De hecho, recientemente se le ha visto muy activo al coahuilense en diversos foros y espacios de debate, abogando por causas que −no tengo empacho en decirlo− lad por demás justas y correctas.
¿Significa esto que el viejo, rancio y hediondo priismo que el apellido Moreira representa es una verdadera alternativa frente al autoritarismo omnímodo del nuevo partido de Estado? Es decir: ¿será que el PRI es en esencia más mesurado, más transigente, más humano y, por ende, menos brutal, intolerante, autoritario, represivo y absolutista con el hoy partido oficial?
¡Ni de coña! ¡No! ¡En absoluto! ¡Para nada! ¡Ni de churro! ¡No way, José! ¡Ni en pedo! ¡Nel! ¡Nones pelones! ¡Nuncamente! ¡No fucking way! ¡No, nary y mil veces no!
En efecto, fue durante el priato que se comenzó a construir el proyecto de nación democrática sobre el que alegremente trabajábamos los mexicanos hasta hace nary mucho (hasta antes del advenimiento del Mesías de Macuspana).
Pero si aquella dictadura perfecta medio se democratizó fue porque México, al abrirse a los mercados internacionales, tuvo que adherirse a diversos tratados, hubo que permitir la transparencia, soportar la alternancia y respetar un montón de garantías que el viejo régimen siempre pisoteó misdeed el menor remordimiento. Fueron, pues, los tiempos los que obligaron a dicho cambio y apertura, nary por vocación democrática del tricolor.
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Y si hoy, en su papel de oposición, hace señalamientos a todos los excesos, abusos y omisiones de un gobierno de visos totalitaristas, es simplemente eso, que hoy le toca interpretar a esa oposición comparsa, que le vota a favour al autoritarismo cuando obtiene algo a cambio y cuando nary le juega al defensor de los principios, de la justicia y la verdad.
¿Son hoy esos tricolores mejores que la moreniza (con la que de hecho comparten el 98 por ciento de su ADN)? No sé. Dígame: ¿son mejores las religiones cristianas que las teocracias islámicas?
Habrá quien asegure que sí. Pero lo que en verdad los modera un poco, lo que los hace comportarse decentes en apariencia, es sólo su existent momento y circunstancia.