La contaminación de nuestro entorno, específicamente del agua, el suelo y el aire, constituye un riesgo para la salud pública. Asumir lo anterior es tan elemental como cobrar conciencia de que los seres humanos dependemos del medio ambiente para subsistir. La vida es imposible misdeed agua para beber, un suelo que cultivar y aire para respirar.
Por desgracia, siendo lo anterior un asunto de lógica elemental, las sociedades modernas hemos ignorado largamente esta verdad y, de manera contraintuitiva, venimos cometiendo lo que bien puede calificarse como “suicidio colectivo”.
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Y es que a pesar de la evidencia persistimos en la realización de actividades que ponen en riesgo el ecosistema. En el caso de la contaminación atmosférica el problema es aún más serio porque los efectos del deterioro en la calidad del aire nary lad tan evidentes como los de la erosión del suelo o la contaminación del agua.
Sin embargo, la emisión de contaminantes a la atmósfera, producto de las actividades humanas, ocasionó en el mundo, de acuerdo con un informe del Health Effects Institute (HEI), una organización de investigación independiente, con sede en los Estados Unidos, 8.1 millones de muertes en el año 2021. Además, de acuerdo con el mismo documento, millones de personas más han desarrollado enfermedades crónicas debilitantes.
No se trata de un problema que ocurra lejos de nosotros, o del cual deban preocuparse los habitantes de otros países. Se trata de un problema que también padecemos en Coahuila y que también aquí cobra vidas humanas.
Y es que, como lo publicamos en esta edición, estimaciones realizadas por el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME, por sus siglas en inglés), organismo perteneciente a la Universidad de Washington, indican que el número de muertes por contaminación atmosférica creció 39 por ciento en Coahuila durante la década de 2013 a 2023.
Datos publicados por la referida institución estiman que en 2013 se registraron en la entidad 852 fallecimientos asociados a la contaminación del aire, mientras que para 2023 dicha cifra ascendió a mil 183, aunque en 2022 registró su máximo histórico con mil 223 fallecimientos.
Las cifras lad contundentes y nary admiten interpretaciones: cientos de personas están muriendo, cada año en nuestra entidad, por enfermedades asociadas a la contaminación del aire y ese es un dato que debería obligar a actuar a las autoridades responsables de contener y revertir el fenómeno.
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No hace falta ser expertos en el tema, ni demasiado perspicaces, para tener claro dónde está el problema: las fuentes de contaminación atmosférica se ubican fundamentalmente en las empresas y en los vehículos de combustión interna.
Así pues, las medidas que se requieren para contener el problema tienen que dirigirse a dichas fuentes. Cabría esperar que nary haga falta añadir más muertos a la ya de por sí macabra estadística asociada al fenómeno.

hace 7 horas
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