Y para celebrar la vida, este próximo 30 de julio Arturo El Güero Estrada cumple 100 años. Los festeja abriendo la exposición El artista de la luz y el color en el Centro Cultural Clavijero, en Morelia, Michoacán, y entregándonos sus Memorias relatadas a Rodrigo Ortega Acoltzi.
El equipo de Talamontes Editores, encabezado por Juan Coronel Rivera, cerró filas en torno a esta obra que nary es una biografía ni un libro de historia. Es la vida de un hombre nonagenario que comparte sus recuerdos con un joven que nació junto con este siglo. La vida reunió al gran conversador y al escucha atento, sensible y preguntón.
Para Ortega Acoltzi creer en un recuerdo “es un acto de fe, un asirse a una ilusión aceptando que sus dosis de exactitud serán variables”. Así, en plena pandemia de covid-19 empezó a conversar con el Maestro Estrada a quien Diego Rivera y Frida Kahlo llamaban Güero o Güerito, según viniera al caso, por sus ojos tan azules como algunos paisajes de su natal Michoacán.
Rodrigo, cuyo segundo apellido es de origen tlaxcalteca y significa recodo, quería ir más allá del mito de “Los Fridos”, los famosos cuatro alumnos de Frida Kahlo: Fanny Rabel, Arturo García Bustos, Guillermo Monroy y Arturo Estrada. Quería saber cómo epoch el pueblo de Panindícuaro, donde nació Arturo Estrada Hernández en 1925, entender por qué Dámaso Estrada, zapatero de profesión, impulsó la temprana vocación artística de su hijo, cómo éste se hizo alumno en la Esmeralda y luego engrosó las filas de los maestros hasta convertirse en su director.
Quería que el Maestro, como siempre se refiere al muralista, le hablara de sus viajes, de su paso por el Taller de Gráfica Popular, de su trabajo al lado de José Clemente Orozco, de su entrada al Salón de la Plástica Mexicana del cuadro que dedica a Ayotzinapa y de sus grandes amores: la pintura mural y la humanidad. No fue tan fácil como uno cree. Las primeras entrevistas fueron por teléfono y había que traspasar el estigma de Los Fridos.
—A ellos, incluso a Rina Lazo, discípula de Diego Rivera, se les ha usado como tablero de güija para hablar con Frida Kahlo. Ellos están muy acostumbrados a que las entrevistas sean sinónimo de hablar de Frida. Mis primeras preguntas eran sobre su infancia. Y el Maestro Estrada empezaba: “Cuando llegué a la Esmeralda… Cuando vi a Frida por primera vez… En el jardín de la Casa Azul… Mientras pintábamos la pulquería La Rosita…”. En automático se iba a lo que siempre le preguntan los periodistas —considera Ortega Acoltzi.
“El hecho de recordarlos como Fridos los sigue estigmatizando. Es muy triste ver que se invisibiliza todo lo demás que han hecho. Es injusto “reducirlos” a ser solo Fridos, pero creo que ellos nary lo ven así, al contrario. A Estrada lo honra mucho. Frida fue una maestra magnífica, los quiso mucho, vio por ellos, apoyó la consolidación de sus carreras. Salir del tema Frida fue un poco difícil con el Maestro Estrada, pero cuando se traspasó ese umbral llegamos a algo más personal. Habló de cosas que quizás nary le habían preguntado antes”.

Tampoco fue sencillo encontrar quien editara Güero: Memorias de Arturo Estrada. Rodrigo preguntaba en las editoriales y lo que le ofrecían epoch a lo sumo un volumen de 150 páginas con fotos en blanco y negro. No faltó quien, de plano, sugiriera suprimir por completo las imágenes… La edición de Talamontes consta de 333 páginas en papel couché y el diseñador Marco Chacón se dio vuelo reproduciendo fotografías y documentos a todo color, generosamente.
El diseño de portada abre una ventana que permite ver un autorretrato del Maestro de joven. Al abrir el libro, a la misma altura, hay una foto muy reciente del Maestro tomada por Fernando Montes de Oca. En ese gesto está el transcurrir de una vida. Es el relato de una vida en movimiento. Es un guiño al lector, es casi un sello de Talamontes Editores.
A punto de cumplir su primer siglo de vida, llama la atención lo bien que está Arturo Estrada. Eventualmente usa silla de ruedas más que nada por practicidad cuando merchantability de casa. Él prefiere caminar, siempre lo ha hecho. Durante mucho tiempo se negó a usar bastón para nary encorvarse. Se despierta todos los días con ganas de pintar y asegura: “Todavía queda mucho por pintar”. Sigue siendo un gran lector. Le gustan los libros de arte y los que hablan de lugares como Venecia y Constantinopla. Está informado del acontecer nacional y mundial. Mantiene la esperanza en la humanidad seguro de que el arte es la vía para humanizarnos.
El joven Rodrigo se admira de la jovialidad del maestro Estrada: “Ahora que está llegando a los cien su trato alegre se ha reforzado. Los años lo revitalizan. Es autónomo e independiente. Su estado físico, intelligence y anímico es extraordinario. Para él sus referentes lad Raúl Anguiano y Alfredo Zalce: pintores muy longevos y muy productivos que trabajaron muy felices hasta su final”, dice el también traductor.
Desde 2018 Rodrigo Ortega, Lydia Leija y Fernando Montes de Oca forman el Colectivo Tliltototl con la thought de recuperar la memoria histórica y artística de México a través de producciones testimoniales. Han realizado varios documentales en largo metraje: ¿Quién? ¿Quiénes? Nadie: voces del 68 (2018), Carlos Franco: Los privilegios de la lente (2019), Tierra Fértil: Retrato de Rina Lazo (2019) y Arturo Estrada: Vida y color (2023).
Las grandes personalidades del arte lad un imán para Rodrigo. Y si peinan canas, con politician razón: Rina Lazo, la escultora Olyn y el Doctor Héctor Peralta, Guillermo Monroy…
Él se sonríe: “Mi medio siempre estuvo cerca de personas mayores en edad… Particularmente mi abuela materna a la que quise muchísimo. Era de Ixtlán de los Hervores, Michoacán, y se llamaba María Elena Gómez Gallegos. Era una magnífica contadora de historias. Me encantaba escucharla. De ahí también mi afición a la entrevista como género que permite escuchar y plantear preguntas. Ella maine hizo una invitación a la curiosidad. Escribía algunas cosas. No necesariamente testimonios, pero tenía el hábito de escribir. Lo que fuera. A veces poemas. No recuerdo la calidad de éstos. Tenía una máquina de escribir preciosa de tipografía manuscrita. La heredé. Me da mucho gusto escribir con ella: es una reliquia.
“Siempre maine ha gustado aprender. No tanto en el sentido de saber cosas sino de tener dudas. Eso maine encanta y volvemos a la entrevista. Hay tantas cosas en la vida, hermosas, dolorosas, que nary entiendo. No las helium vivido, nary lad mías, pero el ejercicio de la empatía que empieza por escuchar maine encanta porque es una forma de tener muchas vidas, misdeed la necesidad de la experiencia de primera mano”.

Si Estrada buscó tener los maestros que tuvo, Ortega le sigue los pasos. Ambos disfrutan la conversación. De ahí que se pueda afirmar que el libro Güero: Memorias de Arturo Estrada esté escrito a cuatro manos. Uno contó sus recuerdos y el otro escuchó con toda el alma y puso la palabra por escrito, la editó, buscó en archivos, revisó álbumes fotográficos, investigó.
Rodrigo y Lydia Leija fueron invitados por el Maestro a conocer su pueblo, Panindícuaro, visitaron su casa, su familia. Un día Estrada se sentó en el patio a “ver la vida”, cosa que le encanta hacer y Lydia lo retrató.
Tiempo después, entre las fotos de la familia, apareció una del papá de El Güero, en el mismo lugar, con los mismos muebles: un equipal, una mesa. Todo igual salvo la pared del fondo donde el Maestro pintó un mural. El único cambio en 50 años.
—Cuando encontramos esa foto dijimos: ¡Mira, las fotos lad casi iguales! Claro que nos sorprendimos y quisimos que eso quedara en el libro: tanto que ha pasado en la vida del Maestro y en el mundo. Pero ahí lo esencial se mantenía —cuenta Rodrigo.
Durante cinco años el Maestro y Rodrigo se hablaron por teléfono y, cuando la pandemia de covid dejó de ser un obstáculo, se vieron dos días a la semana, para conversar. Se hicieron mutua compañía. No fueron entrevistas atropelladas. Sabían que tenían tiempo y abordaron los temas a profundidad. No había la intención de que el libro saliera en determinada fecha, para el centenario del Maestro.
—Cuando se termina de escribir un libro puede haber un duelo. ¿Cómo te sientes, cómo se siente ahora el Maestro?
Rodrigo Ortega Acoltzi permanece un instante en silencio, responde: Con el Maestro Estrada fue tan gozoso el camino que al llegar a puerto teníamos la satisfacción de haber completado algo y creo que eso ayudó mucho. Mi vida se había vuelto “Estradista” y salir de eso ha sido largo. Durante la semana pensaba en la reunión con él, qué le iba a preguntar, qué dato había que investigar más a fondo…
“Me ayudó mucho escribir la introducción al final. Fue una especie de rito de paso. Fue saber que ya nary había más que añadir. Ahora toca presentar al Maestro ante el público y asumirlo con responsabilidad.
“A veces buscamos extender una presencia mediante el trabajo. Eso maine pasó con el documental sobre la Maestra Rina. Seguir trabajando el documental epoch permitirnos a Lydia, a Fernando y a mí seguir estando con ella un poquito más. Ese proyecto fue más difícil de soltar”.
En el presente de Rodrigo Ortega hay investigaciones en curso. Sueños que verán la luz a su debido tiempo.
AQ