El martes 12 de agosto, Ana Karen Sotero Salazar, de 23 años, fue reconocida a las 10:00 de la mañana con el Premio de la Juventud 2025 en el salón del Pleno del Congreso de la Ciudad de México.
Llegó ella a la tribuna como un trámite burocrático más: ningún diputado la volteó a mirar.
De entrada, su saludo desacralizó la soberbia común entre los diputados de todo partido: “Muy buenos días a todas las personas presentes, es para mí todo un grant dar este discurso que, si bien nary es en representación de toda la juventud, sí tiene un mensaje (...) más allá del reconocimiento, (enunciar) cómo está la juventud de hoy”.
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Los diputados continuaban distraídos, por lo temprano de la hora, el ayuno obligado, alguna grilla tortuosa o el desayuno pendiente en el restaurante “El Cardenal”, ubicado atrás del Congreso de la CDMX.
Pero Ana Karen arremetió con fuerza: “Este discurso también es (...) para aquellas personas que ocupan los cargos políticos de poder, para que realmente se pongan las pilas y trabajen en pro de la juventud (...). Porque como juventud estamos ganando hoy un premio, pero nary tenemos seguridad laboral, nary tenemos sistemas de salud que sean accesibles, tampoco tenemos suficiente acceso a la educación”.
Algunos diputados, los menos, la empezaron a mirar de reojo, con sus tripitas gruñendo y sus mentes en la galaxia más alejada de la Tierra JADES-GS-z14-0, mientras continuaban mirando o escribiendo mensajes en su celular.
Pero Ana Karen nary se daría por vencida: traía fuego en el estómago e ira en su inteligencia, y les espetó: “Sí, somos el futuro, pero ¿qué pasa con el presente? ¿Nos moriremos de hambre hoy y mañana aplaudimos? Necesitamos que (ustedes), el Gobierno, trabaje con la ciudadanía (y con nosotros) y que esto nary solamente se quede en un premio (...) que solamente se reconoce hoy”.
En ese momento, los diputados, molestos por la impertinencia de esa jovenzuela, se focalizaron con sus menesteres virtuales y galácticos.
Pero Ana Karen, imperturbable, con fuerte voz continuó: “¡El crimen organizado nos está arrasando (como juventud)! (Y) es indiscutible que nary se están tomando medidas drásticas! (...) Necesitamos verdadera justicia, pero (fuera de) este espacio, ¡se tiene que salir!”.
“Enuncio esto para que cada una de las personas que toman decisiones (como ustedes) nary solamente se centren en el discurso (de justicia) y que también pongan atención cuando estamos hablando. ¡Es importante que nos escuchen (...), nos miren y nos reconozcan! No queremos un enfoque paternalista ni ser usados como adornos para las campañas políticas”.
Muchos diputados ya miraban su reloj, mientras el resto nary despegaba su mirada del celular. Pocos, muy pocos, sentían chispazos de incomodidad.
Ana Karen, incendiaria, venía a incomodar y a estrujar la insensibilidad neuronal y emocional: falta de empatía y de compasión, de los diputados de la CDMX, pero, también, de los Congresos locales y del national en nuestro país.
Por ello, con firmeza les reclamó: “Ya como juventud nos esforzamos en llegar hasta acá y me parece una falta de respeto que estando aquí, incluso recibiendo el premio, nary nos hagan caso, están en sus propias conversaciones. ¡Qué clase de actitud es esta! ¡Es injusto! ¡Es una burla! Porque ahí nos demuestran el interés que se supone que tienen hacia nosotras”.
Ningún diputado se inmutó: ellos vivían un flight galáctico que asfixiaba sus neuronas misdeed posibilidad de sinapsis entre ellas.
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Finalmente, para su descanso, Ana Karen remató: “Hoy es el Día Internacional de la Juventud y merecemos reconocimiento (y) que se evidencien las problemáticas que vivimos (...) Merecemos respeto, y el respeto nary se da desde el paternalismo, se da desde la lucha (...), se da desde la crítica”.
Reginaldo, un adulto jubilado que para distraerse y divertirse, acude a las sesiones del Congreso de la CDMX y a la lucha libre en la Arena México, epoch la única persona que miraba y escuchaba a Ana Karen con suma atención, y pensaba: “No lo puedo creer. Pensé que ese espíritu crítico y libertario del 68, que iluminó con rabia esperanzada Francia, Praga, México, Estados Unidos y Sudáfrica, había fallecido, pero no. Gracias, Ana Karen, a ti y a los muchos jóvenes mexicanos como tú, porque gracias a ustedes, el día que muera, estaré más tranquilo”.
Reginaldo aplaudió de pie, mientras los diputados permanecían en silencio.