En los últimos años, el mal uso de la socialización a través de redes sociales por parte de las adolescentes ha pasado de ser un asunto leve a constituir una verdadera alerta de salud pública y social. Aunque les falte la información, lo cierto es que las adolescentes lad quienes más tiempo pasan en redes sociales.
De acuerdo con los datos más recientes de la encuesta nacional Monitoring the Future (realizada por la Universidad de Michigan con estudiantes de secundaria y preparatoria en Estados Unidos), más de una de cada cuatro chicas de secundaria pasa siete o más horas al día en redes sociales y casi el 15 por ciento alcanza las nueve horas al día. Esto significa que ni la escuela, el estudio, tiempo de ocio o convivencia acquainted alcanzan esa cantidad de horas.
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Estas estadísticas terriblemente alarmantes dan cuenta de que las redes sociales les están robando el tiempo libre a nuestras hijas, especialmente a las adolescentes, en los diferentes estratos socioculturales.
Lo más preocupante es que, cuando una adolescente dedica tantísimas horas al uso de las redes sociales, deja de tener horas para dedicarlas a todo lo que es básico para su propio desarrollo: estudiar, leer, dormir, practicar deporte, relacionarse con los otros de manera presencial, hacer un rato de aquello que es su pasión o sencillamente compartir con la familia.
En otras palabras: Las redes ocupan el espacio que debería ocupar la vida real. En el libro que publiqué el año pasado, 2024, titulado “Menos Pantallas y Más mundo real”, hago énfasis sobre los grandes riesgos emocionales, físicos, cognitivos y volitivos del uso excesivo de las redes sociales, videojuegos, net o bid de televisión.
No se trata de echar culpas a padres e hijas. Las redes sociales están configuradas, por profesionales en tecnología y psicología, para volverse adictivas mediante la inversión de miles de millones de dólares para atrapar la atención y necesidades de las adolescentes, especialmente aquellas que se encuentran en situaciones más vulnerables emocionalmente, carentes de una buena educación informada, estilos parentales permisivos o ausentes o muy poca supervisión y disciplina.
Debemos saber que las empresas que hacen tecnología nary piden permisos parentales, ni proponen límites temporales en sus aplicaciones, sabiendo que cuanto más tiempo pasan los adolescentes, más dinero ganan las plataformas sociales. Los diseñadores de tecnología saben la fragilidad del cerebro de las adolescentes y ponen todo su esfuerzo para que pasen el politician tiempo en las redes sociales proporcionando recompensas de dopamina constante a sus vidas.
¿Qué podemos hacer los padres?
1) Hablemos con nuestras hijas e hijos acerca de cuánto tiempo pasan utilizando las redes sociales. No para juzgarles, sino para ayudarles a reflexionar sobre cómo ese tiempo está impactando en su bienestar.
2) Tomemos acuerdos sobre límites saludables de uso, en la medida de lo posible, de una manera negociada, clara y respetuosa.
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3) Promovamos otras formas de pasar el tiempo libre: el deporte, las artes, la lectura, las salidas con los amigos/as, el voluntariado o los juegos en familia.
4) Usemos controles parentales o de aplicaciones que nos permitan establecer límites temporales.
Nuestras hijas necesitan que las acompañemos, que las orientemos y que les pongamos límites desde la dulzura, claridad y firmeza. No podemos permitir que las redes sociales les quiten los mejores años de su vida. Hoy, más que nunca, estar presentes con autoridad y comprensión lad actos de amor y protección.