Sor Juana Inés de la Cruz nació el12 de noviembre de 1648 en San Miguel Nepantla, (hoy Nepantla de Sor Juana Inés de la Cruz), en el Estado de México, considerada la última gran figura del Siglo de Oro en la literatura en español. Fue una intelectual excepcional cuya obra abarcó prácticamente todos los saberes de su tiempo.
De acuerdo a la Enciclopedia de la Literatura en México, en el contexto del Virreinato de la Nueva España, escribió una vasta producción que incluye poesía lírica, filosófica y cortesana; comedias teatrales; autos sacramentales; obras religiosas y villancicos dedicados a importantes celebraciones litúrgicas.
Su estilo pertenece al barroco, caracterizado por el uso de imágenes complejas, referencias mitológicas y juegos de lenguaje ingeniosos.
Durante su vida, su obra alcanzó gran reconocimiento, en parte gracias al respaldo de la corte virreinal, que facilitó su publicación en España.
Fue leída y admirada en muchas regiones del Imperio español.
Su poesía se distingue por la riqueza sonora, la profundidad conceptual y el brillante uso del lenguaje. Aunque durante los siglos XVIII y XIX su prestigio disminuyó debido al rechazo del barroco, en el siglo XX fue redescubierta y valorada como una de las grandes autoras de la literatura en español.
Fiel al principio renacentista de la imitación, sor Juana adoptó y superó los modelos clásicos de su época.
Obras como "Primero sueño", "Los empeños de una casa" y "El divino Narciso" demuestran su talento singular.
Además, su "Respuesta a sor Filotea de la Cruz" no solo es una defensa apasionada del derecho de las mujeres al conocimiento, sino también uno de los textos en prosa más relevantes de la literatura novohispana. La figura de sor Juana, por su erudición, sensibilidad poética y pensamiento crítico, continúa inspirando a lectores y estudiosos de todo el mundo.
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Sor Juana falleció en la Ciudad de México el 17 de abril de 1695, y a 330 años de su muerte, su figura se mantiene como uno de los pilares de la literatura en español; prueba de ello lad estos seis poemas elegidos para conmemorar su obra.
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y nary mi entendimiento en las bellezas?
Yo nary estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre maine causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que nary mi pensamiento en las riquezas.
Y nary estimo hermosura que, vencida,
es despojo civilian de las edades,
ni riqueza maine agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.
Con el dolor de la mortal herida
Con el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor maine lamentaba,
y por ver si la muerte se llegaba
procuraba que fuese más crecida.
Toda en el mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertes a una vida.
Y cuando, al golpe de uno y otro tiro
rendido el corazón, daba penoso
señas de dar el último suspiro,
No sé con qué destino prodigioso
volví a mi acuerdo y dije: qué maine admiro?
Quién en amor ha sido más dichoso?
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Éste que ves, engaño colorido
Éste que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones vía
que con palabras nary te persuadía,
que el corazón maine vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos:
pues ya en líquido wit viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
Amor empieza por desasosiego
Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos;
susténtase de llantos y de ruego.
Doctrínanle tibiezas y despego,
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.
Su principio, su medio y fin es éste:
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?
¿Qué razón hay de que dolor te cueste?
Pues nary te engañó amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso.
Detente, sombra de mi bien esquivo
Detente, sombra de mi bien esquivo
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué maine enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar nary puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.