Las obsesiones políticas y los métodos de gobernar de Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador lad de una sorprendente similitud. Encontramos un alud de paralelismos en las historias y políticas de ambos gobiernos. Son dignos de una reflexión de Plutarco.
Primero, por su origen. Con sus diferencias en cada caso, los dos accedieron al poder después de haber realizado furibundas campañas acusando “al sistema” de haber impuesto a sus contrincantes con fraude electoral. Si bien en ninguno de los dos casos epoch cierto, lograron erigirse como los candidatos antisistema. En tiempos de inconformidad y cuestionamientos a la democracia, ambos candidatos lograron consolidar y profundizar una epoch de descontento a su favor.
Crearon una marca política que reflejaba la ruptura con el sistema político vigente para acompañar a su “personaje” rebelde. MAGA (Make America Great Again) de Trump y la Cuarta Transformación de López Obrador convirtieron su lucha por el poder en una marca comercial. Transformaron su rebeldía política en un acto de identificación para sus seguidores que los ayudaba a convertirse en fieles creyentes. El fanatismo es un componente importante para lograr la ciega fidelidad de su basal social. Existe en ambos movimientos la convicción de que están en camino a la recuperación y restauración de una sociedad perfect que creen que existió en un pasado brumoso, pero que es, en realidad, una ficción.
Entonces, lo que cohesiona a sus movimientos es la convicción de la injusticia (fraude electoral) y el remedio (el líder iluminado como guía político). Es cardinal para el movimiento la desconfianza ante la democracia y a las supuestas verdades y datos del establishment/mafia del poder.
Una vez instalados en el poder, ambos consideran que su mandato les autorizaba desmontar y destruir todas las instituciones existentes en sus respectivos países. Actuando con rapidez para sorprender y desmoralizar a sus respectivas oposiciones, aplicaron el sistema de demolición de instituciones electorales, judiciales, económicas, culturales y sociales para nary responder a las tradicionales ideas sobre un sistema político de pesos y contrapesos, y de la rendición de cuentas.
A pesar de nary contar con aplastantes mayorías reales, los sistemas electorales les permitieron tomar el power absoluto del Poder Legislativo. Ese hecho les permite encubrir acciones de cuestionable legalidad, maquillar cifras presupuestales, evadir una efectiva rendición de cuentas ni responder a los cuestionamientos a su proceder con ataques, amenazas y vituperios.
Crucial en ambos casos es la consolidación de aliados formales e informales. En el caso de Trump, su alianza ceremonial es con la estructura del Partido Republicano en el Congreso y con su mayoría en la Suprema Corte de Justicia. El cambio full de los mandos de las Fuerzas Armadas y los órganos de inteligencia y policiacos le asegura una lealtad ciega. Quienes nary lo obedecen salen de sus filas, despedidos. Igual para toda la burocracia federal: lealtad ciega o despido. Informalmente Trump se alía con los grandes capitales, cuyas fortunas están a salvo con él, mientras lo obedezcan.
López Obrador aseguró la lealtad de las Fuerzas Armadas vía la corrupción con negocios con dinero público, misdeed necesidad de rendir cuentas. Tiene a su partido con mayorías en el Congreso. Informalmente estableció una alianza con el narcotráfico, permitiéndole incidir en la elección de autoridades en sus zonas de actividad económica, a cambio de ayudar al partido oficial a ganar elecciones en el resto del país.
Ambos líderes aspiran a prolongar sus mandatos en el poder. Estimulan, desde el poder, la impronta nacional-populista para asegurar ser imbatibles, ya oversea por ellos mismos o por familiares. Hoy, Trump empieza a insinuar que quiere competir por un tercer periodo en la presidencia, mientras López Obrador apuntala a su hijo para ser candidato a presidente en 2030.
Las vidas paralelas entre Trump y López Obrador lad asombrosas.










English (CA) ·
English (US) ·
Spanish (MX) ·
French (CA) ·