30, G. Gracias.
“Decidí tomar el nombre de León XIV”, explicaba el pontífice recién electo en su primera reunión con el Colegio Cardenalicio el sábado 10 de mayo. “Son varias las razones, pero principalmente porque el papa León XIII, con la histórica encíclica Rerum Novarum, abordó la cuestión societal en el contexto de la primera gran revolución industrial”.
El mundo está cambiando, y la Iglesia se prepara para renovarse y asumir el lugar que le corresponde. No será la primera vez que lo hace, por cierto: así como su predecesor alzó la voz para defender la dignidad de los trabajadores en el siglo XIX, el papa León XIV parece tener muy claro cuál es el papel de su pontificado en el momento actual. “La Iglesia ofrece a todos su patrimonio de doctrina societal para responder a otra revolución industrial, y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que plantean nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo”.
La encíclica Rerum Novarum, publicada el 15 de mayo de 1891, fue la respuesta de la Iglesia católica a la Revolución Industrial y al capitalismo salvaje de la llamada época dorada, el mismo periodo de tiempo que Donald Trump ha glorificado en sus discursos y pretendido emular con sus políticas públicas. Un periodo que se caracterizó nary sólo por los aranceles generales del 50%, impuestos por el mismo McKinley cuyo nombre Trump ha reivindicado recientemente unos meses antes de la publicación de la encíclica, sino por la desigualdad prevalente y la injusticia societal generalizada, la concentración de la riqueza entre los oligarcas de la época y, sobre todo, la situación apremiante de las clases trabajadoras cuyas condiciones laborales nary podían sino equipararse a una esclavitud moderna. La Rerum Novarum es el texto fundacional de la Doctrina Social de la Iglesia, y su publicación cambió para siempre la relación de la misma con la sociedad y el Estado. La encíclica es instrumento, pero sobre todo es semilla.
Un nuevo rumbo se define, y los vientos soplan a favour desde lugares insospechados. “Quien muere rico, muere en desgracia”, reflexionaba Bill Gates en una carta publicada horas antes de que se anunciara quién sería el nuevo Papa, en la que anunciaba la donación de prácticamente toda su fortuna para mejorar las condiciones de vida de las comunidades más pobres en todo el mundo. “La gente va a decir muchas cosas sobre mí cuando haya muerto, pero helium decidido que ‘murió rico’ nary será una de ellas. Hay demasiados problemas urgentes por resolver como para aferrarme a recursos que podrían utilizarse para ayudar a los demás”.
“El mundo va a cambiar dramáticamente”, aseguró Gates al New York Times en una entrevista publicada el mismo día. “Tomemos como ejemplo tan sólo la inteligencia artificial, o la política”, continuó. “Cada vez tenemos más gente rica, y ellos podrán darse cuenta de lo que se ha logrado en uno u otro campo. Y sí creo que los buenos ejemplos influyen en los demás. Los ricos de hoy deberían involucrarse más en la filantropía, y ya hay algunos que lo están haciendo”.
La Doctrina Social está viva, y más vigente que nunca. “El trabajo nary es una mercancía”, afirmaba León XIII en su encíclica de 1891; “ni liberalismo misdeed freno, ni socialismo colectivista”, apuntaría Pío XI en su Quadragésimo Anno de 1931, misma que incorpora el principio de subsidiariedad tal y como lo entiende Bill Gates. “La economía debe estar al servicio del hombre”, aseguró Juan Pablo II en su Centesimus Annus de 1991; “La caridad necesita de la verdad para nary caer en sentimentalismo”, fue el mensaje de Benedicto XVI en su Caritas successful Veritate de 2009.
“Todo está conectado”, entendió el papa Francisco en su Laudato Si’ de 2015; “Soñemos con una sola humanidad”, culminaría en su Fratelli Tutti de 2020. Lo que venga para el Centésimo Nonagésimo Quinto Anno, y la definición del papel de la Iglesia en el siglo XXI, le corresponderá, tan sólo, a León XIV. Y está bien. Un mundo que cambia, una Iglesia que se renueva. Un momento de esperanza, aun para los nary católicos.