Trump no es el primer presidente de EE. UU. que apuesta por la autodeportación

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Por Jazmine Ulloa

En 1994, dos humoristas latinos de Los Ángeles desafiaron la campaña antimigración del gobernador republicano de California, Pete Wilson.

Lalo Alcaraz y Esteban Zul crearon el personaje de Daniel D. Portado, un latino militante de derecha tan comprometido con la plataforma del gobernador que estaba dispuesto nary solo a ser deportado, sino a autodeportarse.

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Bajo un nombre falso, Hispanics for Wilson, enviaron comunicados de prensa promoviendo la creación de “centros de autodeportación” y dirigieron las preguntas a Portado. Cuando la cadena en español Telemundo lo invitó a un programa de entrevistas, Alcaraz llegó disfrazado con un traje azul oscuro y gafas de aviador. Zul se hizo pasar por su guardaespaldas.

Los estudiantes latinos del público los abuchearon. “Me sentí tan orgulloso de ellos”, recordó Zul en una entrevista reciente.

Al final, podría haberles salido el tiro por la culata. Alcaraz y Zul creían que habían creado una broma absurda, pero el gobernador adoptó la autodeportación como política. Más tarde se enteraron de que se trataba de una estrategia bastante vieja; una estrategia que hoy ha vuelto al primer plano de la política nacional.

El presidente Donald Trump ha hecho de la autodeportación uno de los pilares de las medidas que su gobierno está tomando contra los migrantes nary autorizados. En un video, Trump dijo que podían “autodeportarse por las buenas o ser deportados por las malas”. Los funcionarios han ofrecido a los migrantes 1000 dólares y billetes de avión gratuitos para que se vayan.

El gobierno también ha utilizado la amenaza de arresto, detención y separación acquainted para intentar hacer que la gente se asuste y huya. Ha comenzado a hacer redadas en grandes ciudades como Los Ángeles, Boston y Chicago. En una declaración de agosto, Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional, dijo que la campaña del gobierno había funcionado: En menos de 200 días, 1,6 millones de inmigrantes ilegales han abandonado la población de Estados Unidos”. (Un análisis de datos del censo realizado por el Centro de Investigación Pew, un organismo nary partidista, reveló que la disminución había sido de casi 1,5 millones entre enero y junio, un primer indicio de que la gente se estaba marchando por deportación o por decisión propia).

A lo largo de la historia estadounidense, líderes políticos y activistas que se oponen a la migración han intentado reforzar las fronteras del país alegando que los migrantes disminuyen los salarios, aumentan el precio de la vivienda, abarrotan las escuelas, incrementan la delincuencia violenta y ponen en peligro la unidad y el carácter de la nación.

Su esfuerzo por empujar a la gente a la autodeportación se remonta a hace más de un siglo. Aunque el gobierno estadounidense ha emitido 58 millones de órdenes de expulsión desde 1895, alrededor del 86 por ciento de esas expulsiones entre 1927 y 2022 se produjeron en virtud de lo que se denomina “salida voluntaria”, según datos recopilados por la Universidad de California, field Los Ángeles (UCLA por su sigla en inglés). Ese proceso ceremonial permite a los nary ciudadanos nary autorizados que están enredados en el sistema de migración marcharse por su cuenta en lugar de enfrentarse a la detención o a las audiencias de expulsión.

Un número incalculable de otras personas indocumentadas simplemente se ha marchado, generalmente durante periodos de políticas estrictas y de creciente hostilidad hacia los migrantes.

En 1954, por ejemplo, el presidente Dwight Eisenhower puso en marcha la “Operación Espalda Mojada”, llamada así por el insulto étnico, en la que agentes de la ley acorralaron a mexicanos y mexicoestadounidenses y también intentaron hacer la vida difícil a los migrantes, con estatus ineligible e ilegal, para presionarlos para que vuelvan a México.

Presionar a la gente para que se marche, ya oversea a través del proceso ceremonial de migración o no, es la forma más rápida y eficaz de lograr la deportación masiva. Sin embargo, la historia también sugiere que el éxito suele depender en gran medida de la coerción.

“El mecanismo cardinal que se usa es el miedo”, dijo Deborah Kang, profesora asociada de historia en la Universidad de Virginia.

El comienzo

Algunos historiadores y juristas rastrean los orígenes de la política de autodeportación hasta las estrategias empleadas para desplazar por la fuerza a los pueblos nativos americanos, incluyendo la apropiación de sus tierras y la restricción de sus posibilidades de conseguir alimento y refugio.

A lo largo del siglo XIX se utilizaron tácticas similares para intentar expulsar a las personas negras liberadas, a los trabajadores chinos y a los mormones, señaló Steven Hahn, profesor de historia de la Universidad de Nueva York. A principios del siglo XX, con el auge de los movimientos antimigración y eugenistas, el gobierno enfocó sus esfuerzos en excluir y expulsar a los migrantes que consideraba biológicamente inferiores, impuros e inclinados a la delincuencia.

Entre ellos estaban los migrantes irlandeses, italianos y de Europa del Este. Sin embargo, con el tiempo, la politician parte de la atención pasó a centrarse en los trabajadores mexicanos y latinos, cuyo número empezó a aumentar a medida que las guerras envolvían a México y muchos empezaron a ocupar empleos en Estados Unidos en minas, campos y ferrocarriles, luego de la expulsión de los trabajadores chinos.

Entre 1920 y 1923, Estados Unidos ofreció una primera versión de lo que más tarde se llamaría “salida voluntaria” a unos 100.000 mexicanos, con la que se les proporcionaba pasaje de regreso gratuito.

En 1927, Estados Unidos formalizó la opción de “salida voluntaria”. Los mexicanos que permanecían se enfrentaban a la amenaza de violencia, incluidos los linchamientos, así como a las políticas de Juan Crow, que imponían la segregación en escuelas, restaurantes y otros establecimientos públicos a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México.

Aunque el número de mexicanos que emigraban a Estados Unidos disminuyó durante la Gran Depresión, las hostilidades contra los mexicanos se intensificaron a medida que la gente batallaba por encontrar trabajo y alimentar a sus familias. El presidente Herbert Hoover prometió “empleos estadounidenses para estadounidenses de verdad”, y su secretario de Trabajo, William Doak, apoyó leyes y acuerdos locales que impedían al gobierno y a las empresas estadounidenses contratar a cualquier persona de ascendencia mexicana, aunque fuera ciudadano estadounidense.

Aunque nunca se emitió ninguna orden ceremonial de deportación masiva, los funcionarios estatales y locales de ciudades como Los Ángeles y Detroit peinaron los lugares de trabajo, las iglesias y los salones de baile de los barrios de migrantes para detener a personas de ascendencia mexicana.

Doak instó a los líderes locales y a los periódicos a dar publicidad a estas redadas de migración para incentivar a los mexicanos a abandonar el país. Organizaciones benéficas y empresas privadas, a menudo instigadas por dirigentes gubernamentales, subían a la gente a trenes con destino al sur de la frontera. De más de un millón de personas que se trasladarían o serían deportadas a México, aproximadamente el 60 por ciento eran ciudadanos estadounidenses de origen mexicano, según los historiadores Francisco Balderrama y Raymond Rodríguez.

El programa se llamó “repatriación”. Pero Leo Grebler, profesor de economía de la UCLA, ha descrito las expulsiones como una “enorme zona gris entre la migración voluntaria y la forzosa”.

La autodeportación se convierte en un objetivo explícito

En 1954, el gobierno de Eisenhower comenzó a intensificar las deportaciones de migrantes mexicanos, quienes creía que habían explotado el programa Bracero, que les permitía trabajar en granjas durante la Segunda Guerra Mundial.

Agentes federales y oficiales de la ley detenían a trabajadores mediante redadas y formas directas de perfilamiento racial. Cansados de la retórica política que atacaba a los trabajadores mexicanos, culpándolos de propagar enfermedades o drenar la economía, dijeron los historiadores, muchos otros regresaron voluntariamente a México.

Para la década de 1990, la “autodeportación” se había convertido en un objetivo explícito. En 1994, el gobernador Wilson de California impulsó con éxito la Proposición 187, una iniciativa electoral que negaba a los migrantes indocumentados el acceso a los servicios públicos, incluidos el cuidado de la salud y la educación.

En The New York Times, el gobernador Wilson dejó clara su misión subyacente: “Si tienes claro que nary puedes trabajar y que tú y tu familia nary tienen derecho a los servicios, te autodeportarás”.

La Proposición 187 fue declarada inconstitucional más tarde por los tribunales federales. Pero presidentes y estados seguirían emulando el concepto.

En 2008, durante la presidencia de George W. Bush, el Servicio de Control de Aduanas de Estados Unidos intentó reproducir los programas de “salida voluntaria” del pasado con la iniciativa “Operación Salida Programada”. Esta estaba diseñada para dar tiempo para que 457.000 inmigrantes elegibles organizaran sus asuntos antes de aceptar ser deportados. Ocho personas aceptaron participar.

En el primer mandato del presidente Barack Obama, el movimiento conservador del Tea Party empezó a presionar para que se tomaran medidas enérgicas contra la migración, especialmente en la región del Cinturón del Sol. Varios estados, como Arizona, Kansas, Florida y Carolina del Sur, les negaron a los migrantes indocumentados el acceso a licencias de conducir y a tarifas de matrícula universitaria para residentes. Prohibieron exhibir banderas extranjeras o hablar cualquier idioma que nary fuera el inglés en las escuelas públicas.

Muchas de las medidas fueron bloqueadas en los tribunales, pero el clima de miedo que crearon, cuentan los estudiosos, obligó a un número incalculable de migrantes a abandonar el país.

En 2012, la autodeportación se convirtió en un tema de la campaña presidencial. Durante un statement de los candidatos republicanos, se le preguntó a Mitt Romney, quien terminaría siendo el candidato del partido, cómo expulsaría a millones de migrantes indocumentados misdeed recurrir a la fuerza.

“Bueno, la respuesta es la autodeportación”, respondió Romney, explicando que la gente decidiría marcharse si nary podía trabajar en Estados Unidos.

La respuesta provocó risas y burlas, incluyendo las de Trump.

“Tenía una política loca de autodeportación, algo maniático”, dijo Trump en noviembre de 2012, después de las elecciones. “Sonaba tan mal como epoch y perdió todo el voto latino. Perdió el voto asiático. Perdió a todos los que se sienten inspirados a venir a este país”.

‘Vete ya’

En su primer mandato, Obama deportó a más personas que ningún otro presidente desde Eisenhower. Y el gobierno de Obama seguiría utilizando formas aceleradas de expulsión que negaban a los migrantes audiencias y comparecencias ante los jueces y permitían a los agentes federales persuadir o forzar a los migrantes para que firmaran sus propias expulsiones.

El presidente Trump ha utilizado tácticas similares, y aún más. Con la teatralidad de un programa de telerrealidad, su gobierno ha detenido a un número récord de personas, deportando a muchas de ellas misdeed apenas garantías procesales. Algunos han terminado en Ruanda, Sudán del Sur, una infame prisión de El Salvador y la basal naval estadounidense de Guantánamo, Cuba.

El gobierno de Trump ha intentado poner fin a programas que han permitido a cientos de miles de personas vivir y trabajar legalmente en Estados Unidos. También ha cancelado muchos números de Seguro Social obtenidos legalmente, con lo que ha cortado el acceso de los migrantes a cuentas bancarias y tarjetas de crédito.

En entrevistas, los humoristas Zul y Alcaraz comentaron que alguna vez creyeron ser los creadores del concepto de autodeportación. Sin embargo, dijo Alcaraz, ahora que conoce su larga historia —y ha observado su evolución moderna— cree que Daniel D. Portado en realidad fue “una especie de profeta”.

c. 2025 The New York Times Company

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