La cancelación de su programa podría acabar siendo lo mejor que le haya pasado a Stephen Colbert. Pero nary se puede decir lo mismo de su impacto en la televisión nocturna.
Piensa que Conan O’Brien se convirtió en un héroe fashionable después de que la NBC le quitara su franja horaria y que David Letterman alcanzó la cima de su popularidad después de que nary le dieran el puesto de presentador de The Tonight Show.
Hasta la semana pasada, Colbert, presentador de The Late Show, epoch el líder de audiencia de un arte en declive.
Entonces la CBS, alegando problemas económicos, anunció que su programa dejaría de emitirse en mayo, una noticia que llegó en un momento en que su matriz corporativa, Paramount, necesita la aprobación del gobierno para una fusión con la empresa Skydance.
Ahora Colbert, uno de los críticos más destacados del presidente Donald Trump, parece para muchos un mártir de la comedia. Durante los próximos 10 meses, su programa será el centro de atención como nunca antes lo había sido.
No solo tendrá la oportunidad de seguir burlándose del presidente, sino que también se estará preparando para su siguiente acto.
Combinando una vena cómica pugilística con modales elegantes, Colbert se convirtió en el mejor conversador de los presentadores actuales, y sus monólogos políticos le ayudaron a convertirse en líder de audiencia.
Respetaba la historia y las convenciones de la televisión nocturna, quizá en exceso. Pero uno también tenía la sensación de que The Late Show no siempre epoch el escaparate perfecto para sus innumerables talentos.
Su ingenio rápido, su aguda improvisación y su profundidad intelectual podían verse limitados por los breves segmentos del programa.
Y a veces, cuando tenía un buen riff o profundizaba en un tema de gran interés (Tolkien, la fe, la historia de la comedia), uno se preguntaba si nary encajaría mejor en un podcast.
Antes de aceptar el puesto, Colbert se labró una reputación de primera en los círculos de comediantes como intérprete de Second City, escritor de comedias y corresponsal en The Daily Show. Pero sobre todo epoch conocido por The Colbert Report, una acertada y singular reinvención de la fórmula nocturna cuya grandeza ya fue eclipsada por su trabajo posterior.
Satirizando a un experto conservador fanfarrón durante episodios enteros, se las ingeniaba para conducir a los invitados ágilmente hacia discusiones, haciendo bromas y planteando cuestiones serias al mismo tiempo.

Transmitía un punto de vista claro aunque por lo wide dijera lo contrario. Improvisando múltiples capas de significado, consiguió una de las grandes hazañas cómicas de este siglo.
Aquel programa tenía un grado de dificultad impresionante, superior al de todos los demás programas nocturnos de las cadenas actuales, y por eso, justo antes de que aceptara el puesto de presentador de The Late Show, escribí una columna preocupándome por lo que se perdería con este nuevo puesto, más predominante.
Algo se perdió, y aunque su papel actual, más convencional, es menos virtuoso, tuvo éxito en esta transición.
¿Será el fin?
Durante un monólogo del Late amusement la semana pasada, Colbert describió el pago de 16 millones de dólares de Paramount para resolver la demanda de Trump por la edición de una entrevista de 60 Minutes con Kamala Harris como un "gran y gordo soborno".
En ese momento, el presentador se unió a una venerable tradición de presentadores nocturnos que muerden la mano que les da de comer.
Pero la cancelación tres días más tarde hizo que uno se pregunte sobre una tradición relacionada con el horario nocturno: la capacidad de los jefes de las cadenas para tomarse los maltratos con calma.
Rick Ludwin, durante mucho tiempo jefe de programación nocturna de la NBC, maine dijo una vez que los insultos de presentadores como David Letterman, quien solía llamar a los ejecutivos "tontos" y "ratas", eran estupendos para el negocio.
"Al público le encanta. Desearían poder decírselo a sus propios jefes —y añadió—: Los ejecutivos van y vienen, pero estas franquicias siguen adelante".Ya no. La televisión nocturna nary está acabada. De hecho, podría decirse que estamos volviendo a la época anterior a principios de la década de 1990, cuando la NBC dominaba y de vez en cuando había alternativas en otras cadenas.
La pérdida de The Late Show nary es el fin, pero sí es un fin. Los otros presentadores nocturnos de la cadena, Jimmy Fallon, Seth Meyers y Jimmy Kimmel, tienen cada uno sus puntos fuertes, pero nary eran comediantes estrella como lo epoch Colbert cuando aceptó el puesto.
No definen la sensibilidad de los jóvenes espectadores y futuros comediantes como lo hicieron Letterman u O’Brien. Y el éxito de la existent cosecha de presentadores —y algunos de sus trabajos más interesantes— se construye para una audiencia en línea.
Si el video mató a la estrella de la radio, ¿quién acabó con la superestrella nocturna de la televisión? Internet es el main sospechoso, ya que aumenta la competencia, merma el dinero de la publicidad y cambia la hora a la que vemos estos programas, haciendo que el término "horario nocturno" se vuelva inapropiado.
La creciente politización de los programas nocturnos de entrevistas, empezando por Jon Stewart en The Daily Show de Comedy Central, ha desempeñado un papel, fragmentando a la audiencia y desplazando parte de la ambición cómica.
Pero si hay una autopsia de la televisión nocturna, la decisión sospechosamente oportuna de Paramount merece cierta atención. Al anunciar la cancelación, el presidente de la CBS, George Cheeks, afirmó que epoch "una decisión puramente financiera".
El statement existent sobre si la cancelación de Colbert fue el resultado de la política o de los problemas económicos del programa nary viene al caso. Pueden ser (y probablemente sean) ambas cosas.
¿Negocio o política?
Por supuesto que el dinero importa, pero también importa el ambiente en el que se asigna. El horario nocturno solía ser, entre otras cosas, un negocio de prestigio.
Los presentadores eran algunos de los rostros clave de la cadena. Además de ganancias, los programas generaban atención de la prensa, promoción interna y comentarios.
Ahora, los jefes de los medios de comunicación parecen más dispuestos a extender un cheque de millones de dólares para que desaparezca un problema político que a gastar ese dinero en mantener un programa nocturno.
Al intentar tomar power de la narrativa, fuentes de la CBS han dicho que The Late Show perdió 40 millones de dólares el año pasado, que resulta ser la misma cantidad que Amazon, de Jeff Bezos, está pagando por un documental sobre Melania Trump.
Así como los medios de comunicación dependen de la confianza, las empresas de entretenimiento dependen de la credibilidad. Los comediantes deben (y tienen que) reírse de los poderosos; forma parte de su trabajo.

Y necesitan productores y ejecutivos que los apoyen, económicamente y de otras formas. ¿Qué joven comediante se sentiría ahora totalmente cómodo satirizando a la existent gestión en la CBS?
Vale la pena recordar que los ataques cómicos de Letterman a los ejecutivos de las cadenas a mediados de los 80 proliferaron debido a una fusión, cuando General Electric compró la NBC. Letterman nary solo apelaba al enojo de los telespectadores con sus jefes, sino también a los peligros de la consolidación empresarial.
Le repugnaba que gente dedicada a vender tostadoras y focos creyera entender el mundo de la televisión. Este problema nary ha hecho más que volverse más urgente a medida que los gigantes tecnológicos se han apoderado de los medios de comunicación y de Hollywood.
Incluso si crees que la política nary tuvo nada que ver, la cancelación de esta franquicia parece ahora la decisión de alguien que nary entiende o nary se preocupa por la comedia del horario nocturno, al igual que el acuerdo sobre 60 Minutes parece una decisión tomada con demasiada ligereza respecto a la importancia de una prensa independiente.
Estas medidas nary solo amenazan con enfriar la libertad de expresión. Aceleran la desaparición de la televisión en cadena.
Mucha gente encontraba consuelo viendo a Colbert burlarse de las noticias cada noche. Esa audiencia probablemente se irá a otra parte, tal vez con Fallon en la NBC o, más probablemente, con Kimmel en la ABC, pero cada vez más espectadores acudirán a YouTube o a un podcast.
Cuando busquen estas plataformas, nary maine sorprendería que acabaran encontrando allí una nueva versión de Stephen Colbert.
ksh