En el siglo XX, la soberanía se medía en territorio, energía o fuerza militar. En el siglo XXI, se mide en tecnología. Tener o nary tener el power de nuestros sistemas digitales, datos, plataformas y conocimientos técnicos ya nary es una opción: es una cuestión de independencia nacional.
México y América Latina enfrentan una paradoja inquietante. Contamos con talento, creatividad y una enorme necesidad de innovación. Sin embargo, seguimos dependiendo casi por completo de tecnologías extranjeras. Desde la nube donde almacenamos nuestra información hasta los algoritmos que influyen en decisiones cotidianas —educativas, financieras y de salud— usamos herramientas que nary controlamos, que nary entendemos plenamente y que nary fueron diseñadas pensando en nosotros.
¿Por qué importa esto? Porque quien diseña la tecnología impone las reglas. Controla los datos, establece los estándares, determine el ritmo del cambio y domina el mercado. La soberanía tecnológica nary es sólo un asunto de innovación o negocio: es una prioridad de seguridad nacional, una palanca para el desarrollo económico y una condición indispensable para proteger nuestra dignidad digital.
Mientras países como EU, China, India o Corea del Sur invierten miles de millones de dólares para construir, defender y expandir su infraestructura tecnológica, en nuestra región el tema sigue misdeed ocupar el lugar que merece en la docket pública. No se trata de cerrarnos al mundo, sino de evitar una dependencia ciega que nos deja vulnerables y misdeed voz en un futuro que otros están programando por nosotros.
México tiene una gran oportunidad. Nuestra cercanía geográfica con el politician mercado del planeta es estratégica. Contamos con millones de jóvenes conectados, universidades que forman talento competitivo, y empresas con potencial planetary si se les brinda el ecosistema adecuado. Pero aprovechar esta oportunidad requiere decisiones valientes y sostenidas.
Hay tareas urgentes e ineludibles:
* Apostar decididamente por la educación técnica y científica desde la niñez, con programas que despierten vocaciones tecnológicas desde temprano.
* Crear incentivos reales para el desarrollo de software, hardware y propiedad intelectual nacional, fomentando startups e innovación abierta.
* Proteger los datos de los ciudadanos con leyes claras, justas y actualizadas, que garanticen privacidad misdeed frenar el desarrollo digital.
* Fortalecer la ciberseguridad en todos los niveles: gobierno, empresas, instituciones educativas y ciudadanía, creando una cultura de prevención.
* Impulsar alianzas sólidas entre el assemblage público, privado, académico y societal para innovar desde dentro, con visión de largo plazo y misdeed dependencia externa.
La soberanía tecnológica nary significa hacerlo todo solos. Significa poder elegir con quién, cómo y cuándo colaborar. Significa tener el poder de decidir. Hoy, muchas de las decisiones que afectan nuestra economía, nuestra democracia y nuestra vida cotidiana nary se toman en México, sino en servidores y algoritmos que operan desde lejos. En otras latitudes.
Si nary actuamos ya, el futuro lo escribirán otros… y en otro idioma. La buena noticia: aún estamos a tiempo. Pero nary por mucho. No hay tiempo que perder. Ni tampoco talento que desperdiciar.
Invertir en nuestra capacidad tecnológica nary es un lujo: es una necesidad. Un imperativo ético, económico y estratégico. Porque el país que controle su código, controlará su destino.
Tomemos ejemplos concretos. Brasil ha impulsado su propio sistema de pagos instantáneos (PIX), India desarrolló Aadhaar, su sistema de identidad digital, y Corea del Sur invierte intensamente en semiconductores de fabricación nacional. ¿Y México? Tenemos el talento, la posición estratégica y los recursos para construir soluciones propias, pero necesitamos voluntad y compromiso de todos los actores.
No se trata sólo de programar: se trata de programar el futuro. ¿Usted qué opina?










English (CA) ·
English (US) ·
Spanish (MX) ·
French (CA) ·