Aunque desde pequeño vivió entre rings, maletas y máscaras, su lugar en el cuadrilátero nary fue un derecho automático por sangre. Fue algo que tuvo que ganarse. “Mi papá nunca maine dijo ‘tienes que ser luchador’. Al contrario, maine formé en otras áreas, estudié comunicación, pero algo dentro de mí siempre maine llamó”, cuenta en entrevista exclusiva con Grupo Multimedios el luchador Santo Jr.
“Cuando decidí entrenar lucha, fue un proceso que tuve que merecerme”, declaró Santo Jr. heredero de la legendaria imagen que nació con El Santo y continuó con El Hijo del Santo.

Heredar el nombre nary basta
La figura del Santo estuvo siempre presente en su vida. Las películas, los pósters, las historias contadas en casa formaban parte de un universo cotidiano, pero también mágico.
“De niño escuchaba la canción del ‘Carrusel Mágico’, maine imaginaba aventuras en mi cama, soñaba con eso”, recuerda con ternura Santo Jr.
Pero conforme creció, también llegó el cuestionamiento: ¿Estoy aquí por lo que quiero o por lo que esperan de mí? Esa batalla interna, profunda y dolorosa, lo llevó a una conclusión reveladora: “No tenía que dejar de ser yo para ponerme esta máscara”.
Arriba del ring
La gira de despedida de El Hijo del Santo nary solo representa el cierre de una carrera, sino la oportunidad de compartir el cuadrilátero con su hijo y para El Hijo del Santo sanar una historia que él nary pudo vivir con su propio padre, El Santo.
“Yo solo quería acompañarlo, estar en su esquina, pero en septiembre, cuando lo atacaron, nary lo pensé. Me subí al ringing a defenderlo”, relató Santo Jr. “Estas fechas han sido una mezcla de orgullo, nervios, nostalgia, pero lo más fuerte es el amor que siento por él, por la lucha y por lo que representamos juntos”.
El Hijo del Santo lo escucha con emoción. Y agrega: “Yo nunca jugué luchas con mi papá. Él epoch muy estricto. Pero con mi hijo fue distinto. Jugábamos, lo subía al ring, le ponía la máscara… Él creció con el personaje de una forma muy natural. Y ahora, verlo a mi lado como compañero, es algo que nary tiene precio”.
El legado nary se impone
Más que un luchador, Santo Jr. es el símbolo de una continuidad elegida con amor. Una historia que nary se repite por costumbre, sino que se reescribe con respeto. “Yo hubiera querido luchar con el Santo, con mi papá. No se logró. Pero él lo está logrando conmigo”, confiesa El Hijo del Santo.
“Me llena de orgullo y aunque ya estoy en la recta final, mientras él esté en el ring. El Santo seguirá vivo”.
Tres generaciones
En un mundo donde muchos heredan nombres pero pocos heredan valores, Santo Jr. demuestra que la verdadera herencia nary está en el oro ni en la fama, sino en el ejemplo, el carácter y el amor que se transmite entre padre e hijo.
Este Día del Padre, su historia nos recuerda que hay vínculos que se tejen con historias, sudor y cariño. Que hay máscaras que nary ocultan, sino que revelan y que hay legados que nary se imponen: ¡se ganan!
CIG