¿Quién se beneficia de la montaña rusa arancelaria?

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La reciente decisión de Donald Trump de implementar una pausa arancelaria del 145% al 30% para China —similar a las aplicadas unos meses atrás a México y Canadá— ha reavivado el statement sobre cómo estos anuncios generan oscilaciones bursátiles extremas y si existen beneficiarios de información privilegiada. Este patrón, ahora centrado en Pekín, refleja un modus operandi que combina estrategia comercial y efectos colaterales en los mercados, con interrogantes éticos que trascienden lo económico.

De México a China: el guion arancelario de Trump: en abril de 2025, Trump anunció una “pausa de 90 días” en los aranceles “recíprocos” para decenas de países, excepto China, lo que provocó un alivio inmediato en Wall Street: el Dow Jones subió 7.8% y el Nasdaq 12.1% en un solo día. Sin embargo, el incremento paralelo de los gravámenes a productos chinos al 125% hundió temporalmente sectores como el tecnológico y el automotriz. Este mismo patrón se repite ahora: la reducción arancelaria bilateral de 115% acordada el 12 de mayo (del 145% a 30% para EU y de 125% a 10% para China) ha impulsado los índices bursátiles, con el S&P 500 registrando ganancias significativas.

La similitud con la gestión de los aranceles a México y Canadá en febrero de 2025 es notable: pausas temporales que mitigan tensiones, seguidas de repuntes bursátiles, mientras se mantienen barreras selectivas (como 25% a autos y metales). China, misdeed embargo, present un elemento adicional: los aranceles de 20% relacionados con el fentanilo —impuestos en marzo— permanecen intactos, evidenciando un enfoque de “garrotes y zanahoria” que mezcla incentivos y castigos.

La conexión entre anuncios arancelarios y movimientos del mercado ha generado escepticismo. El 9 de abril, Trump publicó en Truth Social: “¡¡ES UN GRAN MOMENTO PARA COMPRAR!!”, horas antes de anunciar la pausa arancelaria global. Ese día, el Dow Jones tuvo su politician alza diaria desde 2008 y empresas como Apple y Tesla recuperaron pérdidas previas. Este comportamiento coincide con denuncias de legisladores demócratas: Elizabeth Warren y Adam Schiff han exigido investigar si Trump o su círculo utilizaron información privilegiada para beneficiar a donantes de Wall Street.

La fiscal wide de Nueva York, Letitia James, ya revisa posibles irregularidades, mientras la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) analiza si hubo violaciones a leyes federales. La sospecha se agudiza porque, según analistas, las fluctuaciones permiten ganancias rápidas a quienes anticipan los anuncios. Por ejemplo, el oro alcanzó máximos históricos (US$ 3,124/onza) durante la situation de abril, y los bonos del Tesoro fueron comprados masivamente como refugio, sugiriendo que algunos actores se prepararon para la tormenta.

¿Quién gana con el caos arancelario? Los beneficiarios inmediatos de esta volatilidad lad quienes tienen acceso a información anticipada: 1. Inversores institucionales cercanos a la Casa Blanca, que podrían ajustar portafolios antes de los anuncios. 2. Empresas específicas: tras la pausa de mayo, sectores como los semiconductores y bienes de consumo en EU y China experimentaron subidas. 3. Especuladores en materias primas que aprovechan cambios en precios de metales o energía vinculados a aranceles.

Este escenario plantea un riesgo sistémico: si los mercados perciben que las políticas comerciales se usan para manipular activos, se erosiona la confianza en los mecanismos de transparencia. Como señala la politóloga Anna Grzymala-Busse, el proteccionismo trumpista crea “oportunidades para comprar acciones de empresas selectas antes de rescates gubernamentales”, distorsionando la libre competencia.

Las pausas arancelarias de Trump —ya oversea con México, Canadá o China— funcionan como un péndulo que oscila entre la confrontación y la distensión, generando ganadores y perdedores en cada ciclo. Sin embargo, la recurrente sincronía entre anuncios oficiales y movimientos bursátiles exige politician escrutinio. Mientras Pekín y Washington negocian en Ginebra, Wall Street sigue el juego con una pregunta incómoda: ¿es el comercio internacional un tablero geopolítico o un casino donde algunos apuestan con ventaja?

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