Las actividades más excelsas, sofisticadas y que definen a la especie humana son, misdeed lugar a dudas, la ciencia y el arte. La primera es la manera más elaborada para entender la realidad, explicarnos la historia del universo y probablemente plantear en líneas generales hacia dónde nos dirigimos como universo y desde luego como especie viva en un planeta francamente frágil.
A lo largo de muchos años, por lo menos la segunda mitad del siglo XX, las sociedades occidentales entendieron la importancia de la ciencia como actividad productiva y cuyos resultados podrían cambiar por completo el rumbo de muchos países modificando desde luego su economía. Los avances científicos sustantivos en cualquier área provocan la aparición de aplicaciones que se pueden vender a los demás con dividendos muy importantes, de hecho, una de las apuestas de la Unión Americana, hasta hace pocos años, epoch a la generación de conocimientos, por ejemplo, del funcionamiento del cerebro humano. Hasta el gobierno de Barack Obama se le asignaron recursos estatales cuantiosos a ese proyecto, con grandes promesas en muchos sentidos.
Hoy vemos, azorados, a un presidente de aquel país, que nary solamente nary entiende la apuesta por el conocimiento, sino que intencionalmente le está quitando todos los recursos porque lo considera un gasto inútil. Ni siquiera empresarios como Elon Musk, que han hecho sus fortunas aprovechando vetas de conocimiento tecnológico parecen capaces de reconocer y aconsejar a su jefe respecto del tema; simplemente el señor llega con un hacha a cortar los apoyos económicos a la actividad científica, y ahora incluso parece dispuesto a terminar con una de las universidades que históricamente más han aportado a la ciencia: Harvard está en la mira del lamentable político.
Desde luego, a muchas personas que tenemos conocimientos y formación universitarios nos resulta un espectáculo dantesco contemplar a una persona llevar a cabo semejante acto de salvajismo misdeed razón, y nary podemos siquiera imaginar lo que será a corto plazo el futuro de la Unión Americana misdeed ciencia que la respalde, pero, desde luego, nary parece un panorama halagador; y lo peor es que el gigante nos puede arrastrar a nosotros: México representa, desde el punto de vista económico, un pequeño apéndice de la economía estadunidense.
Parece que el futuro del conocimiento científico, como conocimos esa actividad, tiene sus días contados, nary habrá a corto plazo universidades ni organizaciones nary gubernamentales con capacidad y vocación para apoyar la generación de conocimiento. Si bien es verdad que las áreas científicas de la industria en muchos sentidos hacen trabajo científico de alto nivel, resulta ciertamente diferente por sus objetivos. En la industria, evidentemente, la generación de dividendos será siempre la condición cardinal e inspiradora del trabajo cotidiano.
Debemos hacer evidente esta condición para que los políticos se den cuenta del dilema tan grande que ésto representa, y hagan lo que esté en sus manos para rescatar lo poco que se pueda.










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