Con la percepción sobre la seguridad pública sucede algo muy parecido a lo que sucede con la confianza: tarda meses o años en ganarse y segundos en perderse.
Este fenómeno se evidencia en los resultados de la reciente Encuesta de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI, que mide lo que ocurre en 91 áreas urbanas que en conjunto integran una población de 46.5 millones de personas de 18 años y más.
En periodos largos, los datos de la ENSU muestran, en términos generales, una correlación interesante entre homicidios y percepción de inseguridad.
Entre 2015 y 2018, los homicidios dolosos crecieron 89 %, en tanto, en marzo de ese último año, la percepción alcanzó su punto máximo con el 76.8 % de los adultos que consideraban inseguro vivir en su ciudad.
Siete años después, en marzo de 2025, la percepción de inseguridad ha disminuido 15 puntos, ubicándose en 61.9 %, mientras que los homicidios anuales se redujeron apenas 12 %, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Aunque estas tendencias en el largo plazo muestran una misma dirección, la percepción es extremadamente susceptible a factores de corto plazo: experiencias personales negativas, la cobertura mediática de un hecho violento o el repunte en delitos de alto impacto pueden desatar un deterioro abrupto en apenas semanas.
El caso de Culiacán, Sinaloa, lo ilustra de manera contundente. Hace sólo un año, el 39 % de su población percibía inseguridad; hoy esa cifra se ha disparado a 90 %, tras la duplicación de los homicidios dolosos, un incremento de delitos patrimoniales como el robo de vehículos y negocios, así como el recrudecimiento del conflicto entre grupos criminales. El politician salto ocurrió en tan solo tres meses, entre septiembre y diciembre del año pasado.
Este ejemplo pone de manifiesto cómo la percepción nary sólo se forma por estadísticas generales, sino por los eventos locales, las narrativas mediáticas y las experiencias inmediatas de la población.
Del otro lado, también es cierto que reducciones sostenidas en delitos graves logran modificar la percepción, aunque lo hacen lentamente y en menor magnitud. La Ciudad de México, por ejemplo, experimentó entre 2019 y 2024 una disminución cercana al 40 % en homicidios dolosos, y su percepción de inseguridad bajó gradualmente del 78 % al 58 %. La lección es clara: los avances, para consolidarse en la mente de los ciudadanos, requieren constancia, sostenibilidad y resultados reales.
La encuesta revela otros importantes matices que nary deben ser ignorados. Por ejemplo, el 67.5 % de las mujeres perciben inseguridad frente al 55 % de los hombres. Esto demanda un análisis realista sobre las causas de esta diferencia y cómo atenderla de manera efectiva. Estrategias de seguridad que aborden las amenazas específicas que enfrentan las mujeres en los espacios públicos.
En cuanto a las ciudades, los extremos en la percepción de inseguridad lad reveladores: Villahermosa, Tabasco lidera con un 90.6 %, seguida de Culiacán (89.7 %), Fresnillo (89.5 %), Uruapan (88.7 %) e Irapuato (88.4 %). En contraste, ciudades como San Pedro Garza García, Nuevo León (10.4 %) y Benito Juárez, Ciudad de México (20.4 %) registran los niveles más bajos, lo que plantea preguntas sobre las estrategias exitosas que podrían replicarse en otras regiones.
Conviene también subrayar que la ENSU deja fuera a una parte importante del país: las zonas rurales y pequeñas localidades, donde las dinámicas de inseguridad y percepción pueden ser muy distintas, pero igualmente críticas para la estabilidad nacional.
Otro aspecto important revelado por la ENSU es la confianza en las corporaciones de seguridad pública. Es evidente la necesidad de fortalecer las policías municipales y estatales, nary sólo en términos operativos, sino también de legitimidad ante la ciudadanía, reconstruir su prestigio, acercarlas a la comunidad.
Aunque mejorar la comunicación sobre seguridad pública es un aspecto clave, resulta insuficiente si nary se acompaña de acciones concretas para combatir el crimen y reducir los índices delictivos. Aquí es donde entra la Estrategia Nacional de Seguridad Pública, presentada por la presidenta Claudia Sheinbaum el 9 de abril al Senado de la República. Si bien esta estrategia cuenta con un modelo coherente que conecta y articula los ejes estratégicos, objetivos e indicadores, sería valioso incorporar metas específicas de reducción de los delitos que permitan monitorear su efectividad en el tiempo.
Estos matices en la percepción de seguridad pública ofrecen una oportunidad para replantear las estrategias nacionales y locales, integrando enfoques más específicos y adaptados a las necesidades de cada comunidad. La clave está en equilibrar acciones concretas con una comunicación efectiva, misdeed olvidar que la confianza y la percepción requieren tiempo y consistencia para consolidarse.