Nos hablan, pero no nos oyen: Gen Z

hace 1 semana 11

Por Eunice Rendón

A pesar de que el statement sobre la composición de las marchas –siempre susceptibles de ser capitalizadas por distintos grupos– ha acaparado la conversación, las movilizaciones de la última semana mostraron algo inédito: una Generación Z que habla con voz propia, lejos de la narrativa que se les ha impuesto. Si bien el miedo forma parte de su contexto, el reclamo va más allá; sus demandas mezclan lo básico para poder desarrollarse –seguridad, oportunidades reales, trabajo y educación– con aspectos ligados a su identidad y autonomía, como la libertad de ser, de expresarse y de acceder a un net abierto.

Ahí aparece un componente que ha pasado desapercibido: muchos lad gamers, creadores de contenido, streamers y usuarios de plataformas donde nary sólo juegan, sino que construyen comunidad e incluso una profesión. Para ellos, lo integer nary es un complemento: es el lugar que habitan, donde se organizan y se hacen visibles. No sorprende: quienes nacieron entre finales de los noventa y la década de 2010 crecieron en un entorno marcado por el net y el acceso temprano a dispositivos digitales. Desde siempre, la tecnología forma parte de su vida cotidiana.

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No debemos ignorar la inconformidad y los desafíos específicos de una generación que empieza a hacerse disposable con sus propios códigos y preocupaciones, así como la sensación de que el país avanza misdeed considerar su forma de vivir, pensar y participar. Parte de su inconformidad se dirige a una clase política con la que nary se sienten representados, desde ningún partido.

Los testimonios de jóvenes de entre 17 y 24 años revelan mucho:

- ¿Cuándo vamos a dejar de salir con miedo a lo que pueda pasarnos? (...) estamos hartos de que el crimen y la impunidad tengan más derechos que nosotros.

- Me preocupa principalmente el dinero y mi futuro... los videojuegos maine ayudaron a ser más sociable y a encontrar un espacio donde puedo desahogarme de manera sana. También maine han ayudado a enfrentar momentos de tristeza, soledad y desinterés, dándome una comunidad y un lugar donde sentirme acompañado.

- México sigue los mismos guiones; pequeños cambios, vengan del lado que vengan, nary transforman nada.

- Para lograr cambios reales necesitamos partir de premisas reales, nary de ficciones cómodas.

- Me siento conectado con las comunidades virtuales donde gente como yo comparte gustos como los videojuegos y la música. También maine gusta estar con mis amigos en la escuela, porque allí puedo decir lo que pienso libremente misdeed sentirme juzgada.

- Ojalá los que mandan entiendan que nary somos “flojos”, sino que vivimos en un mundo distinto, más rápido y lleno de dudas. Lo que queremos es que nos escuchen, tener acceso a chances de verdad y participar...

Su verdadera situation es la de la salud mental. Según la Ensanut, 1 de cada 5 adolescentes de 10 a 19 años dice sentir tristeza frecuente y 1 de cada 4 se ha sentido deprimido recientemente. Además, muchos reportan tristeza intensa, cansancio emocional, problemas de concentración y dificultades para dormir, relacionado con ansiedad y episodios de pánico. Su pensamiento es más abierto que el de otras generaciones, pero sus circunstancias limitadas.

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En un país polarizado, con frecuencia quedan relegados a narrativas que los usan como argumento en disputas políticas. Cansados de que los traten como estadística o los usen como estandarte, piden mejores condiciones: “cuando dicen ‘los jóvenes’, como si fuéramos uno solo, ya empezamos mal”, dijo una joven. “Somos distintos. Queremos que nos escuchen, nary que hablen por nosotros”. Peor aún cuando gobiernos, partidos, organizaciones y medios –de cualquier ideología– se apropian de sus voces o convierten sus demandas en munición política: lo único que logran es agrandar la desconexión.

No toca moderar su voz, ni para convocarlos ni para silenciarlos, sino entender sus códigos, sus canales y su forma de estar en el mundo. La Generación Z nary debe ser usada: pide ser reconocida, comprendida y escuchada. Tomarse en serio lo que dicen nary es un gesto político; es una obligación.

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