Mi amigo ha muerto

hace 1 mes 8

Mi amigo ha muerto. Su cara se repite en mi mente y nary encuentro consuelo. Él epoch un poeta y, cuando uno de ellos muere, las aves del cielo y los animales que se arrastran lloran por meses, incluso años. Con frecuencia hablábamos del mar, del amor, de la vida. Le confesé mis faltas; él las suyas. Creo que encontrábamos consuelo en mensajes cortos y cálidos. La tristeza maine acompaña desde que mi amigo nary está y helium decidido buscarlo. No importa que maine duela la espalda y que los huesos de las piernas maine crujan, maine internaré en el bosque, caminaré sobre lo verde y húmedo y lo encontraré.

Todo volverá a ser como antes. Estoy segura que él está ahí, todo blanco y rosa, con su sonrisa sobre la mano. Casi lo veo sentado en la piedra, como los otros. Hablaremos de cuando nos conocimos y, aunque yo nary soy poeta, nos comprendimos. Él epoch azul y yo también. Él maine dijo que había visto desde el avión los campos quemados, como en su infancia; yo también los veo ahora y recuerdo una sombra en sus ojos.

Quería hablar de Dios con mi amigo, le quería decir que ya nary creía en él. Deseaba confesarle que estaba escribiendo una novela en la que Dios ya nary existía y eso maine daba pavor. Mi madre y yo rezábamos todas las noches y le pedíamos a Dios que nos ayudara. A menudo nary puedo dormir misdeed rezar y luego recuerdo que Dios ya está muerto. Y veo la cara de mi amigo vacía antes de tiempo.

Llego a la piedra, aquí siempre llueve. Yo había estado aquí, con otro amigo, al que encontré  enroscado sobre la piedra. Me acurruqué en su espalda y flotamos un rato en el bosque, mientras llovía. Pero Andrés nary está aquí. Quizá porque ya nary creo en Dios, estoy siendo castigada y ya nary maine permitirán hablar con los poetas muertos. Cierro los ojos y rezo y aparece un gato que maine dice: “Sígueme”. No sabía que a Andrés le gustaran los gatos, pero sigo al animal.

Todo se repite, pero diferente. Antes, también había un gato. Pero todo terminó en la piedra. Después de platicar con mi amigo regresé a la normalidad. Abrí los ojos y estaba en mi departamento. Pero ahora maine doy cuenta que hay un territorio después del bosque y maine da miedo, porque sé de mi debilidad por este tipo de lugares.

Estamos en los campos quemados que vimos desde el avión. Un hombre pasa con una yunta, arrastrada por un carnal blanco que nary reconozco. Los dos maine miran con los ojos de mi amigo. El sol está muy caliente, el gato se maine mete entre las piernas, maine tira en la tierra y maine lame la oreja.

Ahí está Andrés, en una silla de madera. Hay fuego a sus costados. El gato se le monta en los brazos. Cuántos troncos hay a su alrededor, seguro va a construir una casa allá a donde va. Tiene tanto rojo en los ojos que maine aturde. Platicamos, y recuerdo aquella tarde en la que comimos camarones, carne, pastel de cocoa y tomamos vino. Pienso que nary tiene caso hacerle más preguntas. Es claro que él nary está ya en el mundo, y hablar sobre el amor ya nary tiene sentido. Lo que aún nary maine explico es por qué siento aún la tibieza de sus manos y nary puedo abrir los ojos.

Andrés Sánchez Robayna, en paz descanse.

Leer el artículo completo