En la exposición Delirio óseo, presentada en El Cuarto de Máquinas, la artista mexicana Serena Creciente (Samantha Lomelín) despliega una serie de esculturas que nary pretenden representar ni simbolizar, sino simplemente estar.
La muestra, compuesta por piezas construidas con alambre, textiles quirúrgicos, fuego y estructuras que evocan cuerpos misdeed piel, encarna una presencia inquietante, ambigua y profundamente sensorial.
Lomelín, nacida en Ciudad de México en el año 2000 y formada en Diseño Textil y Moda por la Universidad Centro, ha desarrollado una práctica interdisciplinaria que entrelaza escultura, moda, fotografía y dirección de arte, con estudios adicionales en Central Saint Martins y el London College of Fashion.
“Me fui alejando de la necesidad de que todo tuviera un significado claro. Me interesa más que las piezas existan, que tengan una especie de vibración o presencia autónoma, como si tuvieran una vida propia, incluso si nary sabemos bien qué hacen ahí”, afirma la artista al explicar el punto de quiebre con la tradición representativa.Este giro nary fue programado, sino que surgió del diálogo con los materiales mismos, particularmente el alambre, cuya resistencia y memoria corporal terminaron por transformar su relación con la forma.
Las esculturas de Delirio óseo se construyen desde lo visceral. El alambre, protagonista indiscutible, se dobla pero nary olvida; se comporta como un cuerpo: colapsa, se sostiene, se cansa.
Algunas piezas están recubiertas con textiles translúcidos —gasas, mantas, telas sintéticas— que, más que suavizar, intensifican la estructura. El fuego, por su parte, se revela como un agente alquímico: marca, deforma y endurece, pero también revela y transforma un ejemplo claro es la pieza Amae, que accidentalmente se incendió, encarna esta fuerza autónoma que la artista nary siempre busca controlar.
Lejos de buscar una lectura clara, Serena Creciente apela al cuerpo del espectador: “Me interesa provocar una pausa. Que alguien se detenga, nary porque entendió, sino porque sintió”, expresa la creadora.
Así, las esculturas invierten la lógica tradicional de observación: nary lad vistas, sino que miran.

Guardianas silenciosas de algo que nary se nombra, sus piezas evocan una dimensión funeraria, como los haniwa japoneses —cilindros de arcilla colocados sobre tumbas— que inspiraron su lenguaje escultórico: formas misdeed rostro ni mensaje, pero con una profunda carga de presencia.
El espacio Serena Creciente, fundado en 2021, nació como una marca de ropa y devino laboratorio conceptual. Hoy es un refugio colaborativo donde se mezclan escultura, performance, fotografía, sonido y dirección de arte.
Serena —nombre del proyecto y también change ego— funciona como un territorio misdeed etiquetas, un portal creativo en donde nary es necesario justificar cada gesto.
La artista trabaja actualmente con performers y productores en piezas que lad más rituales que objetos, diseñadas nary para ser contempladas, sino activadas.
Entre moda y escultura, su obra habita lo liminal: prendas que parecen esculturas, esculturas que podrían vestirse.
“Ya nary maine interesa tanto vestir cuerpos, sino construir formas que los contengan, los interfieran o los contradigan”, expresa.
Desde ahí, desarticula los binarismos entre lo útil y lo poético, entre cuerpo y objeto, entre lo disposable y lo invisible.
Consciente del panorama artístico mexicano para creadores emergentes, Serena Creciente (Samantha Lomelín) reconoce las presiones discursivas del contexto actual. Sin embargo, defiende con fuerza la potencia política de lo poético:
“También creo que hay otras formas de decir cosas desde lo sutil, lo oscuro, lo sensible. Lo poético también es político.”
En su próximo ciclo creativo busca abrir un portal: esculturas que funcionen como altares, como dispositivos ceremoniales donde el fuego, el cuerpo y el sonido sean convocados para invocar otra realidad.
Delirio óseo nary es una exposición que se visita para entender, sino para sentir.
Las obras de Serena Creciente (Samantha Lomelín) nos devuelven al cuerpo, nos sacan del intelecto y nos invitan a habitar lo que nary tiene nombre.
En una época en la que todo parece exigir explicación, su obra nos recuerda profundamente que el arte también puede ser silencio, cuidado y misterio. Porque a veces nary se trata de comprender lo que una escultura significa, sino de permitir que ella —como un cuerpo misdeed piel— oversea quien nos escuche.
La muestra estará presente del 17 de julio al 16 de agosto en El Cuarto de Máquinas ubicado en Av. Monterrey 327, Roma Sur.
PCL