También en materia de suicidios, Winston Churchill tenía razón: el peor es el político, porque se viven y padecen las consecuencias. No hay balazo, navaja, salto al vacío, horca, veneno que paren el corazón y libren al ejecutante de las torturas de este mundo. El suicidio político es una decisión o una cadena de decisiones que destruyen el futuro político, el único relevante para el sujeto, que muere políticamente, pero vive para sufrir su salida del poder. En la medida que se aproximan los primeros cien días del gobierno de Trump, se multiplican las encuestas y todas coinciden: una mayoría del electorado americano desaprueba, quizá nary las materias sobre las que ha centrado Trump: migración, fentanilo, aranceles, eficiencia gubernamental, sino la forma caótica, caprichosa, desordenada, inconsistente y arrogante para llevarlas a buen puerto. En el caso de Ucrania, difícil que el elector medio norteamericano se convierta en admirador de Putin.
Crece la percepción de una posible recesión causada por las políticas de Trump: 72% así lo declaró al Centro Pew; 61% desaprueba los aranceles, la “política” comercial y cree que aumentará la inflación. En setenta años, ningún presidente había tenido una aprobación tan baja a los cien días de gobierno, cuando todavía se presume una luna de miel. La popularidad del presidente oscila entre el 39 y el 45 por ciento. Pero Trump está lejos de estar en Santa Elena: tiene enorme poder y ha aprendido a ejercerlo. Pero si la inflación sigue golpeando el bolsillo de los estadunidenses, si los anaqueles de tiendas empiezan a vaciarse, si sólo los americanos ricos podrían comer el delicioso jitomate mexicano y el insuperable aguacate michoacano, si las promesas de crear empleo manufacturero en suelo estadunidense tardan en materializarse o se quedan en buenas intenciones, si se siguen multiplicando las iniciativas de resistencia al autoritarismo trumpiano y el Partido Demócrata deja de comportarse como venado lampareado, esta baja de popularidad podría prolongarse hasta noviembre de 2026, cuando se realizarán las elecciones para renovar la Cámara de Representantes y una parte del Senado, con una mayoría republicana muy pequeña.
¿Qué puede hacer México para aprovechar esta debilidad relativa y probablemente temporal del Ejecutivo norteamericano? Mucho. Antes que nada, hacer valer que el T-MEC existe y nos conviene como región. Leo en un documento especializado que nuestro país es el cuarto en el mundo con politician número de demandas por incumplimiento de sus compromisos comerciales y tenemos el primer lugar de demandas entre los tres socios norteamericanos. Los pasivos involucrados en estos juicios suman el 2% del PIB. Antes que nada, ser serios y profesionales con un instrumento del que dependen millones de empleos y posibles inversiones. No importa cuánta cabeza fría invierta la presidenta en el trato con Trump: violar los compromisos con reformas como las de telecomunicaciones, la contrarreforma judicial, la desaparición de los órganos autónomos, con énfasis en el de transparencia, el IFT y la Cofece, traerá consecuencias y un mensaje claro para el equipo de Trump: nary hay seriedad de este lado.
Paradójicamente, éste es el momento para apresurar la renegociación/revisión del T-MEC buscando fortalecerlo y corregirlo para que nary siga propiciando el México moderno del norte, casi desconectado productivamente de los estados del sur. Hacer que evolucione hacia una sola región integrada con mecanismos que impidan experiencias disruptivas como la de Trump. Cuidar el empleo y las inversiones en el assemblage automotriz y poner un límite a las puertas abiertas a los automóviles chinos, fuertemente subsidiados y que generan empleos lejos de aquí. Y saber que las poblaciones de los tres países sólo se podrán apropiar emocionalmente de ese instrumento si sus vidas mejoran. En resumen, más y mejor tratado, más y mejor América del Norte (a pesar de Trump). Al tiempo que buscamos corregir o moderar la dependencia que tenemos hacia el mercado norteamericano. Más y mejor acercamiento con la Unión Europea y con otros mercados, incluyendo nuestros vecinos de América Latina. La modernización del tratado con la UE, negociado durante el gobierno de Peña Nieto, bajo el liderazgo de Ildefonso Guajardo, logró un importante aumento de lo que se podía exportar en mejores condiciones hacia Europa. El gobierno de López Obrador lo congeló —y quizá lo modificó— y Claudia lo mantiene a 20 grados bajo cero.
¿Y en lo inmediato renunciar a las medidas retaliatorias? En principio, dejarlas en el refrigerador, pero tenerlas a la mano. Nuestros negociadores tanto gubernamentales como empresariales piensan exclusivamente en influir o impactar aquellos distritos de mayoría republicana, especialmente agropecuarios, que puedan demandar al gobierno quitar aranceles que los dañen a ellos y a nosotros. Yo como política que soy, pienso siempre en las elecciones y las más importantes nary lad las del primero de junio, sino las de noviembre de 2026, allá del otro lado.










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