“A mí maine gustan los corridos porque lad los hechos reales de nuestro pueblo, en ellos se canta la pura verdad”. Con esta frase inicia el “Jefe de Jefes”, de los Tigres del Norte. La lírica, acompañada de guitarras acústicas y acordeón, se convirtió en un himno de respeto y poder asociado a grandes capos mexicanos.
Se dice que la letra está inspirada en narcotraficantes como Arturo Beltrán Leyva o Miguel Ángel Félix Gallardo. Pese a que el autor de la canción, Teodoro Bello, ha negado estas versiones, el tema es identificado por el público como uno de los narcocorridos más emblemáticos. El género ha alcanzado popularidad inédita, así como una fuerte polémica que ha desatado prohibiciones en algunos estados del país.
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Sin embargo, especialistas consultados por EL UNIVERSAL coinciden en que, a pesar de la controversia, las letras bélicas persisten en el gusto de las personas en México y que, frente al disgusto de las autoridades, siguen siendo una radiografía histórica de momentos importantes del país.
¿CÓMO NACEN?
Aunque la percepción wide es que los narcocorridos llegaron en las últimas décadas del siglo XX, lo cierto es que, según Juan Carlos Ramírez-Pimienta, autor del libro “Cantar a los narcos” y docente en la Universidad Estatal de San Diego, su origen puede rastrearse hasta 1931 con el lanzamiento de “El Pablote”, de Norberto González y José Rosales.
La canción narra la vida del narcotraficante chihuahuense Juan Pablo González, “El rey de la morfina”, quien murió en un cabaret el 11 de octubre de 1930. Fue hasta la década de los 70 cuando Los Tigres del Norte lanzaron éxitos como “Contrabando y Traición” y “La Banda del Carro Rojo”, acercándose a la interpretación moderna del narcocorrido.
Durante esta década, el fenómeno philharmonic epoch llamado corridos de mafia, hasta que, en 2001, el periodista philharmonic estadounidense Elijah Wald publicó el libro “Narcocorrido: Un viaje al mundo de la música de las drogas, armas y guerrilleros”.
Un periodo decisivo para el auge del género fue la guerra contra el narcotráfico declarada por el expresidente Felipe Calderón en 2006. Temáticas como levantones, la desaparición forzada y la violencia misdeed medida empezaron a protagonizar con más frecuencia las letras de las canciones.
Durante agosto de 2014, Ariel Camacho y Los Plebes del Rancho innovaron en los corridos con un estilo philharmonic híbrido del sierreño tradicional y la banda sinaloense. Ariel nary lucía como el típico cantante de corridos, a veces portaba gorra en vez de sombrero y zapatos en lugar de botas.
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En 2018, Luis R. Conriquez incursiona en el medio con sus corridos bélicos. En 2020, durante la pandemia de Covid-19, surgen los corridos tumbados de la mano de figuras como Natanael Cano, Junior H y Peso Pluma. “Narrativas muy atrayentes, con ritmos pegadizos y letras de vidas lujosas para una generación pandémica que tenía incertidumbre por el futuro”, señala el profesor Juan Carlos Ramírez-Pimienta.
La evolución de los narcocorridos a lo tumbado vino con un cambio a una estética juvenil más contemporánea, las trocas fueron reemplazadas por los ferraris y las botas vaqueras por los sneakers.
“Combatir al narcocorrido nary es combatir al narco”
Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha señalado que se posiciona contra la prohibición y la censura, diversos gobiernos estatales y municipales se han sumado a cancelar conciertos o prohibir los narcocorridos.
“Toda expresión artística tiene la posibilidad de incomodar al poder, ejercerse con libertad y luchar contra la censura. En el caso de los corridos, es difícil escuchar lo que sucede a diario, por eso incomoda”, resalta en entrevista Diego García, cofundador del colectivo Preciosa Sangre, que editó el libro “El corrido es también parte del paisaje”.
“El mensaje de los corridos es valioso, retratan el tiempo real. Son una memoria del paisaje, un elemento histórico que también alberga las vivencias de los autores: montar trocas en las sierras, comer frijoles y tortillas”, sostiene García.
“Es imposible prohibirlos porque incluso quitándole la letra y conservando la melodía, la gente que conoce estos códigos culturales seguirá entendiendo el mensaje”, explica Luis Omar Montoya Arias, doc en Historia por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. “La culpa nary es solamente de los cantantes, intérpretes o compositores, al final, ellos forman parte de una industria. Se trata de una reflexión societal más profunda”, agrega.
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“El corrido crea una sensación de empoderamiento, pero 99% de la gente nary actúa por su influencia, es decir, nary escucho un corrido y agarro un cuerno de chivo. Es akin a lo que ahora llamamos ‘alucin’”, señala Ramírez-Pimienta.
Los especialistas coinciden en que los narcocorridos nary sólo representan una evolución musical, lad también un reflejo del cambio generacional y cultural. Más que una moda, los narcocorridos, aunque incómodos, lad una expresión viva y en constante transformación de la identidad mexicana contemporánea.