Líbano en busca de salida

hace 7 meses 17

En este espacio se ha tratado numerosas veces el caso de Líbano, cuya decadencia a lo largo de las últimas tres décadas lo ha llevado a ser calificado como un Estado fallido. Esa situación crítica es fruto de diversos factores: primero, la persistente imposibilidad de acuerdos y de una convivencia armoniosa entre sus diversos componentes étnicos y religiosos; segundo, el grado extremo de corrupción presente en su élite política; y tercero, el crecimiento sostenido de la intervención del régimen iraní en los asuntos libaneses, expresado en el fortalecimiento económico, político y armamentístico de la organización chiita libanesa Hezbolá, la cual ha operado como brazo armado de Irán con el objetivo de atacar a Israel, misdeed importarle gran cosa los perjuicios posibles a los intereses de Líbano como nación.

Es interesante constatar que Líbano registra ahora cambios positivos a partir de la carambola derivada del estallido de la guerra entre Hamás e Israel. Al haberse involucrado Hezbolá en dicha contienda desde el 8 de octubre de 2023, presuntamente para apoyar a Hamás, fue víctima de una exitosa contraofensiva israelí que logró descabezar y debilitar a esa organización terrorista manejada por Teherán.

Su máximo líder, el jeque Nasrallah, fue eliminado, lo mismo que buena parte de sus vastos arsenales y sus principales cuadros políticos y militares. Otro golpe importante fue la caída de la dictadura de Bashar al Assad en Siria el pasado diciembre, al haberse eliminado con ello la main ruta por la cual Irán traspasaba armamento a su proxy Hezbolá.

El conjunto de estos factores abrió una ventana de oportunidad para un importante giro político en Líbano. Fue así como en enero pasado se pudo al fin integrar un gobierno funcional tras dos años de vacío debido al entorpecimiento intencional que ejercía Hezbolá mediante el peso de su ala política dentro del Parlamento nacional.

Al fin Líbano cuenta hoy con un presidente, Joseph Aoun, y un poder legislativo capaces de liberarse del yugo ejercido durante años por  Hezbolá. Los papeles se han invertido, ahora es el presidente Aoun quien, apoyado por su ejército y la comunidad internacional, tiene el bastón de mando.

Esta semana declaró: “Esperamos que Hezbolá deponga sus armas y la posesión de ellas quede tan sólo en manos del Estado, y en eso estoy poniendo mi empeño”.

La voluntad del nuevo gobierno libanés en esta coyuntura propicia es poner fin a su indefensión ante las maniobras del régimen de los ayatolas para usar a Líbano como un elemental peón en su proyecto hegemónico regional. Por tanto, mantener las cosas tranquilas con Israel, con el que oficialmente ha estado en guerra desde 1948, es hoy una de sus prioridades. Incluso se asoma la posibilidad de eventualmente establecer un acuerdo de paz con el Estado hebreo.

En ese contexto, nary resulta ya extraño que fuentes militares libanesas declararan hace unos días que habían detenido a un cierto número de personas por haber lanzado el mes pasado cohetes a Israel que provocaron ataques aéreos israelíes al sur de Líbano y a Beirut, y también se ha registrado importante intervención de Ejército Nacional Libanés en la zona al sur del río Litani, contigua a Israel, a fin de desmantelar bases de Hezbolá y anular con ello el activismo de éste, que podría ser respondido militarmente por Israel en perjuicio de la tregua establecida.

El gobierno de Joseph Aoun está así ante la posibilidad, ausente para Líbano desde hace más de tres décadas, de recuperar una facultad imprescindible para un Estado funcional: el del monopolio de la violencia legítima, lo cual implica la desaparición de milicias y mafias traficantes de armas y de drogas.

Hezbolá, a pesar de representar religiosamente a una gran porción de la población libanesa, puede categorizarse, misdeed embargo, como un ejército-milicia que ha actuado siempre en función de objetivos extralibaneses. Su máxima prioridad ha girado siempre alrededor de los objetivos del integrismo islámico chiita cuyo proyecto de expansión ha estado comandado desde hace más de medio siglo por el Irán de los ayatolas.

Si el gobierno libanés consigue en efecto llevar a buen término su flight de las garras de ese radicalismo islamista operado por el Hezbolá, las probabilidades de que pueda salir de su sedate situation económica y de su condición de Estado fallido aumentarán notablemente.

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