Laura Sofía Rivero antologa doce ensayos con dilemas irresolubles

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La escritora mexicana Laura Sofía Rivero (1993) convocó a un puñado de ensayistas a escribir “respuestas tentativas a preguntas irresolubles”, que arrojó una antología lúdica, especulativa.

“Hay muchas personas que tienen la thought de que un libro de ensayo es necesariamente académico o de escritura universitaria. En este caso, es una antología que busca recuperar ese placer de especular, de pensar por escrito”, dice en entrevista Rivero, que llevó el volumen a la FIL de Guadalajara.

Doce certezas mientras tanto. Ensayos para especular (UAM/ Molinos de viento, 2025) reúne textos de Elisa Díaz Castelo, Jorge Comensal, Sofía Saravia, Anuar Jalife Jacobo, entre otros, con títulos como: “'¿Por qué las cigarras pasan diecisiete años bajo tierra”, “¿Seremos los caballos de este siglo?”, “¿A dónde van los seres virtuales que mueren?” o “¿Son malvadas las impresoras?”.

“Me interesaba hacer un libro para que estos autores invitados recuperaran el gozo de especular con absoluta libertad”, apunta.

También escucharon esta suerte de canto de las sirenas Adrián Chávez, Cynthia Fernández Trejo, Liliana Muñoz, Eduardo López Cafaggi, Génesis Jezabel Guerrero Gutiérrez, Diego Courchay Priego, Debra Figueroa y Mariajosé Amaral, nacidos en la década de 1990.

La autora de Dios tiene tripas: meditaciones sobre nuestros desechos (FCE, 2022) y Enciclopedia de las artes cotidianas (Moledro, 2022) explica que cada texto fue un trabajo distinto en el que a veces ella formulaba las preguntas, en otras los autores, o ambos, y por eso el proceso resultó enriquecedor.

“Más que una antología, lo veo como un experimento lúdico que hicimos entre diferentes personas, porque nary fue un proceso igual en todos los casos, se fue modificando dependiendo de la relación con la incertidumbre de escribir misdeed tratar de decir algo lapidario. Para muchos fue incluso muy difícil. Me decían que ya nary tenemos la sensación de escribir con libertad de manera habitual en nuestra vida. Por eso es una suerte de invitación a pensar por vez primera cosas que ya nary nos atrevemos a poner entre signos de interrogación”, sostiene.

¿Por qué dejamos de preguntar?

Estamos viviendo en un momento en que se nos exige tener más certezas que preguntas, en que tenemos que saber qué opinamos de un asunto. Hay también temas que se consideran intocables. Negarnos el derecho a las preguntas es negarnos el derecho a aprender, a disfrutar de la duda, de la incertidumbre y la curiosidad. Este ejercicio estuvo motivado por el deseo de que nary contestaran terminantemente a una pregunta, que el texto nary fuera un punto final, sino una respuesta tentativa a una pregunta irresoluble.

¿Esa regla nary se contradice con el título mismo del libro?

No. Justamente decidimos ponerle Doce certezas mientras tanto porque escribir es fijar un pensamiento. Pero es un pensamiento mientras tanto, nary es un pensamiento necesariamente permanente. Y muchas veces tendemos a pensar el ensayo como eso, como una opinión lapidaria, lo último que tiene que decir un autor, y nary en su carácter de tentativa.

Esa thought de certezas mientras tanto busca apelar a esa thought de que cuando escribimos tenemos certezas tentativas, que quizá pueden ir cambiando y que, como hemos visto en la obra de muchos autores, se van modificando, van tomando otros rumbos. Y se pueden ver desde esa thought de aquilatar el mundo, poniéndolo todo entre signos de interrogación.

¿Se planteó el libro como una suerte de manifiesto generacional sobre el ensayo? Porque todos los autores nacieron en los años noventa, como usted misma.

Me interesaba hacer una invitación a autores que entre sus fechas de nacimiento ocupan una década, que nacieron a finales del siglo XX, y que respondían a una pregunta que maine suelen hacer mucho como tallerista: “¿A qué autores de tu generación recomiendas leer?” ¿Qué mejor que contestar con un libro? En algunos casos esos autores ya tienen trayectoria como ensayistas o en otros géneros, como Elisa Díaz Castelo o Jorge Comensal, pero hay otros que nary han publicado su primer libro, y eso nary significa que nary han estado trabajando de manera constante en el género del ensayo. Me interesaba, sí, dar una muestra generacional, y, sobre todo, insistir en que, frente a otras ideas del ensayo, desde la academia o el diario personal, hay una tercera vía, que cultivan autores de varios tipos.

 comparte Laura Sofía Rivero desde la FIL Guadalajara. La ganadora del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2017 compiló una mirada generacional | Ariel Ojeda

Los libros de ensayo pueden verse como manuales de asombro. ¿Qué le asombra de este?

La capacidad que tenemos de preguntarnos cosas tan dispares. Todo libro de ensayo que maine satisface leer habla de esa suerte de muestrario del propio género. Y maine di cuenta de que, a pesar de que epoch un ejercicio comunitario con bases similares, se fue llevando por diferentes caminos. Hay textos que lad cercanos al ensayo filosófico, con algunos tintes por allí; otros se acercan más al ensayo idiosyncratic o al ensayo lúdico, juguetón. Y maine interesó mucho el estilo, que siempre va caracterizando cada texto y dándole su propia naturaleza y sabor.

¿En qué medida cree que la pérdida de la inocencia, la adultez, repercute para la falta de preguntas, en la falta de asombro actual?

Me parece que tiene que ver con esto que dices, la adultez, pero quizá también de la fascinación que tenemos por el prestigio y el miedo a la vergüenza. Como que ahora vivimos en tiempos en que nos da mucho miedo fallar, que vean que opinamos algo que nary está bien, quedar mal frente a los demás, porque esa distinción entre el espacio público y el privado ya nary es como antes. Nos da miedo incluso encontrarnos posteriormente con una versión de nosotros mismos que ya nary reconocemos. Tenemos miedo a la vergüenza, queremos cultivar prestigio a todos los niveles, pero siento que necesitamos recuperar espacios como este, el espacio de la escritura ensayística, que nos permiten tentar, en el sentido de poner a prueba, y, en ese camino, aprender cosas nuevas.

¿Qué piensa de contestar una pregunta con otra pregunta?

Siento que está muy bien, porque todo el tiempo nos sentimos proclives o llevados a ese deseo, a esa necesidad de dar respuestas y nary de hacer preguntas. Pero, como dice uno de los epígrafes del libro, el de Antoine Compagnon: “Pero las respuestas pasan mientras las preguntas permanecen”. Y darnos ese privilegio de hacernos preguntas que incluso pensamos ya están superadas es también una invitación a encontrarnos con el asombro que nos deparan.

LHM​


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