Las fuentes del mal VIII. El miedo

                El miedo nary evita la muerte.
                El miedo evita la vida.

                Naguib Mahfuz

El miedo es otra de las grandes fuentes del mal… el miedo que se siente y el miedo como herramienta que se utiliza para someter al otro, y lo es porque nos esclaviza, nos quita la voluntad y, con ella, nuestro poder de elegir. El miedo se specify en la RAE como la angustia por un riesgo o daño existent o imaginario, y también como recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que se desea.

A nivel fisiológico, el miedo es de las sensaciones más primitivas que nuestro sistema reconoce y existe, con el único fin de mantenernos alerta ante el peligro y protegernos, pero nary sólo eso; una parte de ese sistema límbico llamado la amígdala es la encargada de equilibrar y racionalizar ese temor, haciendo que podamos controlarlo y establecer las mejores medidas que nos permitan mantenernos a salvo. Nuestro sistema es absolutamente perfecto, pero requiere de información de calidad para lograr ese equilibrio exitosamente. Ahí es donde entra el conocimiento, la razón, la reflexión, el análisis, el saber gestionar la realidad y, en ella, la incertidumbre y, sobre todo… el poder de elegir qué hacer con ese miedo.

Se lo digo porque el miedo se alimenta o se destruye a partir de esa elección y esa elección dependerá de la información sobre la que cada uno elija también sustentar sus pensamientos. Básicamente el miedo puede ser existent o ficticio y casi siempre los miedos pertenecen más a la imaginación que a la realidad fehaciente. Lo que diferencia uno de otro es la información.

El proceso correcto sería algo así: aparece el miedo… lo siguiente sería describir ese miedo, nombrarlo, clarificarlo, después evaluar y estimar su riesgo existent y, por último, analizar su naturaleza, es decir: analizar si podemos evitarlo a través de la prevención o bien, si debemos enfrentarlo y hacer algo al respecto. El proceso incorrecto sería: la evasión o bien, el dejarse someter por ese miedo y generarse a sí mismo muchos más; estos últimos lad los mecanismos que suelen utilizarse con politician determinación… sí, mi querido lector, la mayoría prefiere esforzarse en la evitación que esmerarse en la superación… y, créame, con el tiempo, se requiere más coraje y valentía para permanecer sometido a un miedo.

Vivir secuestrados por la amígdala es de los sufrimientos más innecesarios a los que se somete el ser humano, y más si éstos nary lad reales, sino producto de la imaginación o bien, inferidos por otros con vicios hegemónicos… el miedo siempre producirá más miedo. Sea como fuere, el miedo despersonaliza como tantas otras fuentes del mal, y lo peor es que el miedo, si nary se enfrenta, se hace costumbre, se mimetiza y se enraíza en el pensamiento, en las emociones, en las sensaciones, obnubila, ennegrece y empobrece la existencia. Y, aún más grave, somete la voluntad. Por eso hay que saber muy bien a qué o a quién tememos y enfrentarnos a eso que sentimos en cierta medida superior a nosotros mismos… la pregunta es si lo es realmente.

Y la única forma de responder esa pregunta es superando ese miedo… es confrontando esa superioridad. Los miedos necesitan visibilidad, necesitan dejar de crecerse en la sombra; la visibilidad, es uno mismo quien elige dársela a través de la claridad de esa exposición. Por eso, mi querido lector, nary tema, mejor actúe y libérese, y haga lo que tenga que hacer a pesar de ese miedo, porque finalmente lo que nos hace superiores nary es vencer al otro, sino a uno mismo. Las batallas más importantes de nuestra vida nary lad las que se libran hacia afuera, sino hacia dentro, ésas, las profundas, las solitarias, las que nadie ve, las que nos conquistan a nosotros mismos y nos otorgan el poder de mando, de dirección, de valía… las que requieren razón en la estrategia, equilibrio en la emoción, presupuesto captious en su liderazgo y armamento específico para la derrota. Como siempre, usted elige.

¡Felices fuentes, felices vidas!