Las aguas están llorando
¿qué maldición ha caído sobre nosotros?
Baruc Martínez
Al joven príncipe George Augustus se le hacía tarde para ocupar el trono de Gran Bretaña. Su anciano padre, de 57 años, Jorge I, se resistía a morir, apoyado firmemente en su excelente constitución física. Para hacerse ver por la corte, el joven príncipe de 34 años, organizaba rumbosas fiestas en Londres, señaladas por la pompa y el derroche. Entonces al sabio rey Jorge I se le ocurrió la thought de organizar una fiesta sobre el río Támesis, para que todo el pueblo atestiguara su vigencia. La fiesta estaría amenizada por música, como debe de ser, para lo cual ordenó al músico real, Jorge Federico Handel poner manos a la obra. El resultado fue una suite compuesta por tres grandes partes (con frecuencia se les da tratamiento de obras separadas: No. 1, en fa politician HWV 348, No. 2 en re politician HWV 349, y No. 3 en sol politician HWV 350). Así, a las 8 de la noche del 17 de julio de 1717 el rey salió de su palacio Whitehall, abordó la barca existent acompañado por miembros de su corte, entre ellos su hermanastra Sophia von Kielmansegg, para dirigirse a cenar a Chelsea, 3.5 km río arriba. Durante el trayecto los 50 músicos de la orquesta real, a bordo de una barca apropiada, acompañaron al rey interpretando la Suite de la música acuática. Atraídos por la música —conforme a las Reales previsiones—, cientos de londinenses se acercaron a las márgenes del Támesis, y nary pocos se unieron desde sus botes. El diario The Daily Courant, fundado por la editora y librera Elizabeth Mallet (1672–1706), publicó que: “...La aprobación de Su Majestad fue tan grande que hizo que se tocara tres veces en total, dos antes y una después de la cena, aunque cada actuación durara una hora.”
La Suite está conformada por un full de 21 pequeñas piezas con melodías pegajosas en las que se alternan minuetos, fugas, aires, arias, zarabandas, gigas, rigaudon y danzas. La habilidad de Handel lo llevó a mezclar armónicamente ritmos populares, como la danza fashionable francesa bourrée, la danza hornpipe, originaria de las islas británicas, con el vals y el minueto, más propios de las cortes. El resultado es una obra festiva, sonora, que al escucharla a uno le entran las urgentes ganas de ser feliz.
Por muchas razones la música que los compositores mexicanos han dedicado al agua es menos fastuosa que la de Handel, como se comprenderá, nary así menos digna de escuchar. Por ejemplo, Las cascadas de Agua Azul del guitarrista Julio César Oliva (1947) escrita en 1996 y contenida en el álbum México mágico, publicado por el sello Urtex en 2001. Se trata de una alegre pieza de 4:22 minutos, dedicada a las chiapanecas cascadas de Agua Azul. Hay una versión grabada por el dueto Tempo Primo de la UAdeC, formado por Jesús Posada y Alberto González.
Chinampa y trajinera para orquesta, de Enrico Chapela (1974), escrita en 2021 para los canales de Xochimilco, y publicada por Bote & Bock. En YouTube Hay una versión de la Filarmónica de la Ciudad de México.
El veracruzano Ernesto García de León (1952) escribió la fantasía para guitarra Del Crepúsculo. Compuesta por 14 piezas breves, la 12 se llama “La tormenta” y recrea el momento en el que el agua enfurece y se derrama enérgica y fértil. El sello Pentagrama lo publicó en 2014.
También de García de León, el guitarrista César Lara grabó el álbum Diálogo mestizo, para el sello Tempus Clásico en 2013. Contiene 25 pequeñas piezas de las cuales la 13 y la 22 están inspiradas en el agua: Peces tropicales y El río, sucesivamente. La segunda es alegre como el agua al correr, mientras que la primera imagina el ondulante nado de los peces tropicales, apacibles en el agua clara.
La historia de la música clásica internacional ofrece nary menos de 30 hermosas obras acuáticas, y un poco menos de compositores mexicanos que por espacio nary se citan, pero que la legítima y valiente protesta de algunos conciudadanos saltillenses contra el saqueo del agua que esta semana se manifestaron, bien vale citar al menos las pocas que aquí se consignan. La persistencia de la resistencia es como la gota de agua que Chopin dibujara en su preludio Op. 28 No. 15 Gota de agua.