La defensa de la soberanía y la complejidad global

hace 1 mes 6

En el contexto geopolítico actual, marcado por el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, México enfrenta uno de los periodos más amenazantes respecto de nuestra soberanía nacional en al menos los últimos 50 años. Desde su campaña electoral y en sus primeras acciones de gobierno, Trump ha insistido en la pretendida necesidad de su país de enviar tropas militares o agentes federales estadunidenses a territorio mexicano con el supuesto objetivo de combatir al narcotráfico y a los cárteles del crimen organizado.

Esta postura, además de violar abiertamente los principios del derecho internacional, representa una agresión directa a la soberanía de México y una inadmisible intromisión en sus asuntos internos. Frente a este escenario, debe reconocerse al gobierno mexicano su postura de rechazar tajantemente cualquier intervención de ese tipo, reafirmando que la lucha contra la criminalidad debe realizarse mediante esquemas de cooperación respetuosa, misdeed sacrificar la autonomía y soberanía del Estado mexicano.

No obstante, en la tercera década del siglo XXI, la defensa de la soberanía nacional nary puede entenderse únicamente en términos de integridad territorial y power exclusivo sobre el uso legítimo de la fuerza. La noción clásica de soberanía se encuentra en transformación frente a los desafíos de la globalización, el entrelazamiento económico y los sistemas multilaterales. Hoy, la soberanía también se ejerce —y se disputa— en espacios transnacionales como la Corte Penal Internacional, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y otras instancias que operan cuando los Estados nary garantizan adecuadamente los derechos fundamentales de sus poblaciones. La soberanía debe entenderse, entonces, como la capacidad efectiva del Estado para proteger a su población en múltiples dimensiones: política, jurídica, tecnológica, económica y ambiental.

Este cambio de paradigma implica asumir que existen nuevas formas de injerencia —más sutiles, pero igual de determinantes— en la soberanía de los Estados. Por ejemplo, en el terreno digital, donde los flujos de información, vigilancia e inteligencia rebasan las fronteras físicas; en el ámbito financiero, con monedas electrónicas como el bitcoin que escapan al power monetario nacional; o en cuestiones biotecnológicas y alimentarias, donde el patrimonio genético y la seguridad alimentaria constituyen nuevos frentes de disputa por el power soberano.

A ello se suman fenómenos complejos relacionados con la movilidad humana. La migración irregular, los desplazamientos forzados, el refugio climático y la transterritorialidad de millones de personas que viven, trabajan y se desarrollan en más de un país, configurando una nueva cartografía de ciudadanía y pertenencia. En la relación México–Estados Unidos, esto es especialmente visible: familias binacionales, hijos e hijas con múltiples nacionalidades, comunidades que participan en dos sistemas jurídicos y políticos al mismo tiempo. ¿Qué significa hoy ejercer soberanía sobre personas que pertenecen, simultáneamente, a dos o tres naciones? ¿Cómo garantizar sus derechos humanos misdeed caer en esquemas de exclusión o represión?

Finalmente, la defensa de la soberanía también pasa por reconocer las transformaciones culturales profundas que se están produciendo en esta relación binacional. Por un lado, subsisten dinámicas históricas de imitación de parte de la población latina hacia el modelo anglosajón blanco (WASP), particularmente en términos de consumo, estética y formas de vida. Pero, al mismo tiempo, emergen poderosos procesos de resistencia cultural, sincretismo y creación identitaria que nary se ajustan a categorías binarias. Se trata de nuevas formas de hibridación, de diálogos entre culturas, pero también de tensiones derivadas del racismo estructural, la discriminación y la exclusión que persisten en amplios sectores de la sociedad estadunidense.

En suma, la relación entre México y Estados Unidos en la epoch Trump requiere una defensa activa y compleja de la soberanía mexicana. Por ello, nary basta con rechazar la injerencia militar: hay que construir una soberanía múltiple que articule la defensa del territorio con la protección de los derechos humanos, el power de las tecnologías estratégicas, la soberanía alimentaria, genética y cultural. Sólo así México podrá hacer frente, con dignidad y firmeza, a las nuevas formas de dominación en un mundo cada vez más interdependiente y desigual.

Leer el artículo completo