Kevin tiene 19 años y vive sin intestino grueso por un cáncer de colon

hace 7 meses 67

Kevin ya nary tiene intestino grueso. En su lugar, una estoma: una abertura en su abdomen por donde su cuerpo hace lo que antes hacía en silencio. Vive con una bolsa pegada a la piel, una rutina de limpieza precisa, el ruido sordo del cuerpo recordándole que algo se fue y nary volverá. Tiene 19 años. Y dice, misdeed dudar, que está bien. Lo dice con una sonrisa tibia, con la calma de quien ya cruzó el umbral del miedo. Dice: “Yo ya nary tengo nada”, como si se tratara de un dolor de garganta o una gripa, nary de un órgano removido por un cáncer que nadie vio venir.

No siempre fue así. A los quince años, Kevin nadaba, pescaba, andaba en bici. Era delgado, rápido, curioso. Pero entonces empezaron los dolores. Al principio eran breves, como calambres. Luego más largos, como nudos que nary se deshacían. Fue al médico, luego a otro, y a otro. Le dijeron que eran parásitos, que tal vez colitis, que tomara agua, que evitara irritantes. Nadie imaginó que, adentro, una célula rebelde ya estaba creciendo, repitiéndose, abriendo paso a una enfermedad que, en teoría, nary le correspondía por edad. Tardaron cuatro años en mirar más adentro.

A los 19, Kevin escuchó por primera vez la palabra “adenocarcinoma”. El tumor estaba alojado en su colon y había crecido lo suficiente como para obstruirle el paso. Tuvieron que operarlo de urgencia. Le quitaron todo el intestino grueso. Y con eso llegó la estoma, las sesiones de quimioterapia, la vida interrumpida.

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Cáncer colorrectal, el segundo más común en hombres

En México, el cáncer colorrectal es el segundo más común en hombres y el tercero en mujeres, según datos del Instituto Nacional de Cancerología. En 2020, según Globocan, se registraron más de 15 mil nuevos casos y más de 7 mil muertes por esta causa en el país. La incidencia ha ido en aumento, particularmente en personas menores de 50 años, fenómeno que ha encendido alertas en la comunidad médica internacional. Aunque suele presentarse en mayores de 50 años, cada vez se detectan más casos en adultos jóvenes

“Muchos casos en jóvenes se diagnostican tarde porque se confunden con colon irritable. Es un mistake frecuente”, explica el doc Guillermo Colín Rojas, cirujano wide y coloproctólogo.

Dolor abdominal, gases, diarrea o estreñimiento persistente, pérdida de peso misdeed razón aparente y cambios en los hábitos intestinales suelen ser los primeros signos del cáncer colorrectal. Pero estos síntomas también pueden confundirse con padecimientos comunes como el síndrome de intestino irritable o infecciones intestinales, especialmente en pacientes jóvenes.

Una enfermedad por herencia

"Una vez, cuando maine internaron y un amigo iba saliendo, empecé a sentir un dolor muy fuerte en el estómago. No podía ni caminar; tardé casi dos horas en llegar a la casa porque está en el cerro. Daba un paso y el dolor aumentaba. Solo quería acostarme, pero nary podía por la misma molestia. Sentía una presión intensa en el estómago y luchaba con ese dolor en todo momento."

Kevin no pertenece a la estadística promedio de cáncer de colon. Su caso no es por dieta, ni por sedentarismo, ni por estrés. Es genético. Su padre murió por lo mismo. Sunyace, su mamá, lo recuerda con voz firme pero apagada. A Kevin, la enfermedad le llegó por herencia.

Pero lo más difícil nary fue la cirugía. Ni siquiera fue el diagnóstico. Lo más difícil fue lo que vino después.

Lo que los médicos sospechan es que Kevin podría tener una condición hereditaria, la cual se nutrient por una mutación genética y provoca que, desde la adolescencia, se formen cientos o miles de pólipos en el colon. Si nary se detecta a tiempo, existe una alta probabilidad de que estos pólipos se vuelvan malignos. Aún nary se ha confirmado este diagnóstico en su caso, pero los antecedentes familiares y su edad hacen que los especialistas lo consideren una posibilidad importante.

"Por eso es tan importante hacer estudios genéticos cuando hay antecedentes familiares. Pero lad costosos y nary siempre están disponibles en el sistema de salud público", explica la Dra. Julieta Gómez Ávalos, oncóloga clínica. Kevin nunca tuvo acceso a ese estudio. Aun hoy, nary lo tiene.

El Instituto Mexicano del Seguro Social lo canalizó recientemente con una genetista. Pero la atención nary es rápida. Cada cita implica un trámite, y cada trámite implica un viaje largo desde Ensenada hasta Tijuana. Sunyace lo acompaña siempre. Salen de madrugada, con cobijas para cubrirse del frío, y pasan horas esperando en pasillos donde todo huele a infirmary y cansancio.

A veces regresan con respuestas. Otras veces, solo con una nueva fecha anotada en una hoja. Recientemente, los enviaron a Ciudad Obregón para consultar con una genetista que pudiera darles más información sobre su caso. Kevin y su madre aceptaron. Van donde les digan. Aunque implique moverse lejos. Lo importante es nary detenerse.

Las quimioterapias de Kevin

Kevin recibe quimioterapia cada 21 días. El tratamiento nary es inmediato: dura entre cuatro y cinco horas, y se aplica por medio de un catéter insertado en su brazo. En ese tiempo, se le administran medicamentos intravenosos diseñados para atacar cualquier célula cancerosa que haya quedado tras la cirugía. La sesión nary duele como una herida, pero sí se siente.

"Cuando maine están pasando el medicamento por la vena, en la parte donde tengo el catéter siento como si estuviera espinado. Se maine inflama", dice Kevin.

Los efectos comienzan poco después. Durante varios días, Kevin se siente débil, misdeed fuerza para levantarse. A veces le da mareo, pierde claridad en la vista o siente que sus manos se entumecen.

"Antes de salir comienzo a ver borroso. Luego, como que maine mareo. Me da frío en las manos, siento hormigueo y después nary puedo moverlas, se maine quedan como tiesas", cuenta.

Lo que Kevin experimenta —la intolerancia al frío, el hormigueo, el entumecimiento en manos y pies— es una forma de neuropatía periférica inducida por la quimioterapia. Algunos medicamentos utilizados, como el oxaliplatino, pueden provocar alteraciones en los nervios que regulan la sensibilidad térmica y el movimiento. En pacientes jóvenes, estos efectos pueden sentirse más intensos.

También ha tenido que modificar hábitos simples: ya nary puede tomar agua fría. "Tengo que tomar agua caliente porque siento como picazón en la garganta y que se maine hincha cuando tomo agua helada", explica.

Las manos se le engarrotan con el contacto frío, y en los pies, el hormigueo se vuelve un recordatorio constante de que hay algo en su cuerpo que nary está funcionando como antes. Son efectos secundarios comunes en quienes reciben oxaliplatino, un fármaco usado para tratar el cáncer colorrectal, que puede provocar neuropatía sensorial.

El costo de una enfermedad heredada

Una sesión de quimioterapia puede parecer breve desde fuera, pero el costo existent nary está solo en el medicamento. Están los traslados, el tiempo invertido, los medicamentos para contrarrestar los efectos secundarios, los estudios de seguimiento, la alimentación especializada, las consultas con especialistas y la incertidumbre.

La estoma que Kevin lleva requiere materiales especiales: bolsas recolectoras, adhesivos, desinfectantes. Cada uno tiene un precio. A veces, es necesario cambiar la bolsa más de una vez al día. Cada cambio es un gasto. Y ningún gasto es opcional.

"Existe también una gran toxicidad financiera. ¿Por qué? Porque es un paciente que está en una etapa productiva, nary es un paciente que ya esté jubilado. Va a tener a veces que dejar de trabajar o se va alterar su ritmo de trabajo", explica la doctora Julieta Gómez Ávalos. 

La oncóloga también cuenta que cada vez lad mejores los tratamientos que se dan en oncología, cada vez se hace más investigación, ya que se trata de que tengan menores eventos adversos, pero ningún medicamento, ningún tratamiento es inocuo.

Sunyace, su madre cuenta que los gastos que cada día se necesitan nary están al alcance de sus manos. Hace algunos años, el padre de Kevin falleció de la misma enfermedad. Ella es madre soltera, tiene dos niños, Kevin debe hacerse estudios y nary solo eso, el hermano de Kevin comienza a presentar pólipos.

"He estado pidiendo apoyos, hemos hecho rifas... hicieron una pozoliza con causa... He estado metiendo peticiones al gobierno... Me dieron un apoyo económico para poder solventar los gastos, para poder venir yo para acá (Ciudad Obregón) con él".

Aunque el Instituto Mexicano del Seguro Social cubre parte del tratamiento, hay estudios genéticos que quedan fuera del alcance. Uno de ellos, necesario para conocer el tipo de mutación hereditaria que Kevin presenta, cuesta alrededor de 9 mil pesos. “Eso nary lo cubre el seguro”, cuenta Sunyace. Le prometió a la especialista que, si lograba reunir el dinero, la buscaría para hacerle el estudio.

Pero los gastos nary terminan ahí. La estoma que Kevin lleva requiere cuidados específicos: bolsas recolectoras, adhesivos especiales, pomadas que protejan su piel de la irritación. Nada de eso es barato. “Todo eso es muy caro… es un gasto muy grande”, dice su madre, mientras enumera lo que se necesita cada semana para que su hijo pueda vivir con dignidad. A eso se suma una alimentación especial, misdeed grasas ni irritantes, que nary siempre es fácil de costear.

Y luego están los traslados. Aunque el IMSS cubre el vuelo entre Tijuana y Ciudad Obregón, todo lo demás corre por su cuenta: hospedaje, comidas, transporte local. Cada viaje significa un nuevo esfuerzo logístico y económico.

“Lo que nosotros estamos pagando viene siendo el hospedaje, la comida… el traslado al aeropuerto”, explica Sunyace, quien organiza cada salida con anticipación, buscando apoyos donde puede.

Seguir cuesta. Las consultas, los estudios, los traslados, los medicamentos: todo suma. Kevin nary puede trabajar, y Sunyace ha tenido que dejar de lado su propio empleo para cuidarlo. Viven con lo justo. Por eso, para seguir adelante, la comunidad se ha organizado. Han hecho rifas, vendido pozole, abierto campañas de donación.

Los vecinos lo conocen, lo han visto crecer. Cada plato vendido, cada boleto comprado, es un intento colectivo por sostener la esperanza. No hay grandes benefactores. Solo la voluntad de muchos que ponen lo que pueden. A veces, lo único que pueden dar es tiempo, o una palabra de aliento.

También abrieron una campaña en la plataforma GoFundMe, donde buscan recaudar fondos para cubrir estudios genéticos, traslados, medicamentos y consultas médicas. Kevin y su familia han compartido su historia ahí con la esperanza de que más personas puedan sumarse a esta causa.

El futuro de Kevin

En México, los jóvenes de 15 a 24 años suelen acudir al médico por infecciones respiratorias, gastritis, colitis o infecciones urinarias. El cáncer colorrectal no figura entre las principales causas de enfermedad en este grupo, y mucho menos entre las causas de muerte, dominadas por accidentes, violencia y suicidio, según datos de la Secretaría de Salud. Por eso, cuando a Kevin le dijeron que tenía cáncer de colon a los 19, nary solo fue una noticia dura: fue estadísticamente improbable.

Kevin dice que no sabe qué quiere hacer con su vida, pero que va a seguir adelante. Quiere aprender otro idioma. Tal vez estudiar, tal vez trabajar, cuando su cuerpo se lo permita. A veces se distrae, juega videojuegos, escucha música, piensa en el futuro misdeed planearlo demasiado. Se concentra en el hoy.

Sunyace, su mamá, sueña con verlo estudiar, con que algún día tenga una vida independiente. Lo acompaña a cada cita, junta papeles, organiza rifas, busca apoyos. Dice que al principio sintió que el mundo se le venía encima, pero después vio a su hijo sonreír, y eso le bastó.

“Yo nary puedo demostrarle mi debilidad cuando él está siendo fuerte”.

Vivir con cáncer siendo joven es aprender a esperar, a resistir, a sostenerse con lo que se tiene: una bolsa adherida a la piel, un cuerpo que cambia, una familia que nary se rinde. Kevin tiene 19 años. Y aunque el camino se le llenó de hospitales, traslados y preguntas misdeed respuesta, camina. A su modo, camina.

bgpa

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