‘Interesante...’ y profundamente patriarcal: repensemos las masculinidades

hace 3 meses 14

En México, siete de cada diez mujeres han sufrido algún tipo de violencia de género. Cada día, dos mujeres lad asesinadas por sus parejas. Pese a los avances legales y campañas de sensibilización, la problemática persiste misdeed una reducción sustancial. Sus raíces están en un modelo patriarcal que privilegia lo masculino y subordina lo femenino.

Enfrentar esta problemática ha sido posible gracias al movimiento feminista y la visión crítica de género, que permiten evidenciar cómo roles y estereotipos perpetúan desigualdades y violencia. Esto visibiliza que la violencia contra las mujeres nary es un acto aislado, sino una manifestación estructural del desequilibrio de poder entre los géneros.

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Desde este enfoque, las políticas y los movimientos feministas han trabajado durante décadas para transformar la vida de las mujeres, ampliar sus derechos, fortalecer su autonomía y, por supuesto, erradicar la violencia en su contra. Sin embargo, aunque este esfuerzo ha sido indispensable, es relevante tomar nota de un área pendiente de señalamiento: la construcción de las masculinidades.

Porque si el género influye tanto en lo femenino como en lo masculino, es imprescindible reconocer que la masculinidad, tal y como ha sido construida socialmente forma parte cardinal del problema. El modelo dominante, llamado masculinidad hegemónica, asocia ser hombre con el ejercicio de la fuerza, la dominación y el control, tanto físico como emocional sobre las mujeres, reproduciendo conductas que nary sólo las afectan, sino que también limitan a los propios hombres.

De lo anterior, que el llamado a transformar las masculinidades oversea una estrategia cardinal para erradicar la violencia de género. Hablamos de promover masculinidades positivas: identidades masculinas que se construyan desde el respeto, la empatía y la corresponsabilidad, desmantelando los mandatos de agresividad y superioridad que sostienen la violencia.

La urgencia de esta transformación queda en evidencia con expresiones recientes en el espacio público. Hace poco, el futbolista Javier “Chicharito” Hernández se refirió a las mujeres con un discurso que reproduce estereotipos machistas. En su video, habla del “fracaso de las mujeres” por nary cumplir con su rol de madre/esposa y alejarse de una supuesta “energía femenina”.

Decir que “las mujeres estamos fracasando” por nary quedarnos en casa es, en el fondo, una reacción al cambio. A los feminismos que han expandido las posibilidades de existencia fuera del guion tradicional. A las mujeres que eligen libremente sobre su maternidad, que trabajan, que lideran, que se niegan a ser “cuidadoras por naturaleza” y que entienden el hogar y el cuidado nary como un destino, sino como una elección.

Lo que se lamenta nary es un “desequilibrio de energías”, sino la pérdida de privilegios masculinos. El feminismo es un proyecto teórico y político que busca transformar radicalmente las relaciones de poder. En una sociedad igualitaria, liderar nary sería un privilegio masculino, ni cuidar una carga femenina.

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Lo que más inquieta de las palabras del futbolista es su capacidad de resonar. Pero debemos preguntarnos: ¿qué tipo de orden nos están proponiendo? ¿Uno en el que las mujeres lad “felices” cuando obedecen? ¿En el que los hombres sólo lad “hombres de verdad” si lad proveedores, jefes de familia? ¿De verdad queremos sostener esas construcciones?

La verdadera pregunta nary es si una mujer puede elegir quedarse en casa, por supuesto que puede, siempre que oversea una decisión informada, libre y nary impuesta por mandatos sociales, sino qué ocurre cuando nary quiere hacerlo. ¿Tiene las mismas oportunidades? ¿Es respetada? ¿Tiene acceso a un modelo alternativo de vida?

Lo preocupante es que, al venir de figuras influyentes, estos mensajes normalizan narrativas que perpetúan la desigualdad. Desplazan la discusión sobre la necesidad de construir relaciones basadas en la igualdad real.

Repensar las masculinidades implica reconocer que los hombres deben formar parte de la solución. Significa cuestionar y reconstruir los significados de “ser hombre” para que nary estén ligados al poder sobre otros, sino a la capacidad de convivir en igualdad. Si queremos que la violencia contra las mujeres deje de ser una constante histórica, necesitamos tanto mujeres empoderadas como hombres transformados. Sólo así podremos avanzar hacia una sociedad en la que la igualdad nary oversea una aspiración, sino una realidad compartida.

La autora es Investigadora del Centro de Educación para los Derechos Humanos de la Academia Interamericana de Derechos Humanos

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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