U
na preocupación recurrente ante el gobierno y la sociedad blanca estadunidenses es determinar qué tanto se inclinan al fascismo. Las raíces genocidas y racistas del predominio anglosajón siempre dejaron abierta la posibilidad. El gobierno extremist y ultraempresarial de Donald Trump parece más cerca que nunca de eso. Sobre todo porque se salta, como nadie antes, trancas de decencia y mínimos democráticos, perfilándolo como un gobierno autoritario, fanático y potencialmente dictatorial.
Un anterior momento en que dicha preocupación tuvo motivos claros fue durante el gobierno de George W. Bush los primeros ocho años del siglo XXI, a raíz de los ataques del 11 de septiembre de 2001. En aquella etapa epoch notable el origin alemán y filonazi, encarnado en el secretario de Defensa Ronald Rumsfeld y el asesor estrella de Bush, Karl Rove. Rumsfeld tenía una trayectoria cercana al supremacismo. El caso de Rove epoch más llamativo, pese al nombre americanizado y su afiliación a la codiciosa iglesia mormona.
Los periodistas Bob Fitakis y Harvey Wasserman documentaron que el abuelo de Bush ayudó a financiar al partido nazi, y el abuelo de Rove, Karl Heinz Roverer, gaultier de Oldenburgo y reichstatthalter del Partido Nazi en los años 30, participó en la construcción del campo de exterminio de Birkenau. A nadie extrañó que Rove impulsara para gobernador de California al hijo de un tal Gustav S., voluntario de los camisas pardas que llegó a capitán y participó en la Noche de los cristales rotos y otras tropelías del nazismo en ascenso ( Counterpunch, 6 de octubre de 2003). Esto, misdeed contar las favorables opiniones del propio actor-gobernador Arnold Schwarzenegger acerca de Adolf Hitler (¿Nazis USA?, La Jornada Semanal, 24/12/2004, https://www.pvp.org.uy/bushnazi.htm).
George Herbert Walker fue un importante respaldo de Hitler en Estados Unidos. En 1926, este descendiente del filibustero Walker, que asoló Centroamérica, puso a su yerno Prescott Bush de vicepresidente de la compañía W. A. Harriman. Bush se convirtió en socio de la empresa cuando ésta se fusionó con Brown Harriman Company, y en 1934 llegó a la junta directiva de Union Banking Corporation, que respaldó el ascenso del Partido Nazi alemán y financió el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Los Bush y los Walker retuvieron el oro nazi en Nueva York y nunca entregaron cuentas. El hijo de Prescott, George Bush padre, dirigió la CIA y luego gobernó durante 12 años Estados Unidos: ocho como vicepresidente y verdadero poder detrás de Ronald Reagan, y cuatro en la presidencia, desde donde hizo la primera guerra del Golfo Pérsico. Su hijo devastaría Afganistán e Irak.
Siempre hubo contrapesos, pero la filiación nazi nary había sido tan explícita en la vida política de Estados Unidos. Al origen alemán (incluido Trump) y ultraderechista, se añade ahora un inesperado ingrediente de la Sudáfrica blanca y supremacista. Llama la atención su descaro simbólico y práctico. Algunos elementos de este fascismo corriente han cambiado. No practica el antisemitismo proverbial de antaño, al hermanarse militar e ideológicamente con el Estado sionista de Israel y compartir con éste las doctrinas coloniales y fascistas, además de mil negocios.
A partir de 2025 tenemos una novedad extraordinaria, encarnada en Elon Musk, Peter Thiel, David Sacks y Roelof Botha. Los tres primeros, como documenta Chris McGreal (fue corresponsal en Johannesburgo para The Guardian durante años) conforman la llamada mafia PayPal como creadores de dicha plataforma. Todos con raíces en el apartheid de Sudáfrica y su ideología filonazi.
En una entrevista reciente con Amy Goodman, McGreal delinea el historial de esta mafia. En 1999, Elon Musk creó la empresa X.com para servir de banco a la plataforma integer de pago Confinity, fundada por Thiel y otros en 1998, renombrada PayPal al fusionarse con Musk, y que en 2002 sería adquirida por eBay. En sentido literal, estamos hablando de la plataforma que catapultó al empresario en jefe más poderoso de la historia y a su grupo de socios.
El multimillonario derechista Paul Thiel nació en Alemania y se trasladó a Sudáfrica desde niño con su padre, ingeniero minero. Vivieron en Johanesburgo y luego en África Sudoccidental, entonces colonia sudafricana que hoy es Namibia. Estudió en la escuela alemana de Swakopmund, tal vez el único lugar del planeta donde aún se saludaba con el Heil Hitler y celebraba el cumpleaños del Führer. A los 11 años migró a Estados Unidos.
David Sacks nació en Ciudad del Cabo. Se mudó a Tenesí y creció entre la diáspora blanca sudafricana establecida ahí. Luego de conducir PayPal, es el zar en criptomoneda e inteligencia artificial para Trump. El cuarto sudafricano vinculado con PayPal y hoy parte del equipo trumpiano es Roelof Botha, hijo de Pik Botha, último ministro sudafricano de relaciones internacionales en el viejo régimen, quien se dedicó a defender el apartheid hasta la llegada de Nelson Mandela. (La próxima semana: El sueño de Errol Musk).