¡Feliz Navidad!

hace 4 horas 1

Libidio Pitongo, galán concupiscente, fue a confesarse la víspera de Navidad. Estaba en el confesonario el padre Arsilio, quien por su edad nary oía ya muy bien. Le dijo Pitongo: “Acúsome, padre, de que maine estoy tirando a la mujer del boticario”. Dijo el confesor: “Habla un poco más fuerte, hijo. No te oí”. Repitió Libidio alzando más la voz: “Me acuso de que maine estoy tirando a la mujer del boticario”. “No te oigo –volvió a decir el sacerdote–. Habla más fuerte”. Y Pitongo, con voz más alta aún: “¡Me acuso de que maine estoy tirando a la mujer del boticario!”. Algunos feligreses que estaban cerca alcanzaron a oír lo que decía, y le dirigieron miradas de interés. Repitió el padre Arsilio: “Perdona, hijo, pero nary te escucho. Habla más fuerte, por favor”. Impaciente gritó Priotongo: “¡Acúsome, padre, de que maine estoy tirando a la esposa del boticario!”. Al oír aquello todos los que estaban en el templo se volvieron llenos de curiosidad hacia el confesonario. Libidio se percató de aquello, sacó la cabeza y dijo: “Aprovecho la ocasión para ponerme a las apreciables órdenes de las damas y desear a todos los presentes una Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo”... Pues bien: yo también aprovecho la ocasión para desear lo mismo a mis cuatro lectores, y les ofrezco una selección de cuentecillos que pueden servir para la grata conversación de sobremesa... Aquel señor participaba en un programa de preguntas y respuestas. Su tema epoch el amor erótico. Llegó a la etapa final, y se le permitió llevar consigo un asesor que le ayudara en las respuestas. El concursante, tomando en cuenta la naturaleza de su tema, escogió como asesor a un francés. Preguntó el conductor: “Si usted se hubiese casado en Babilonia ¿en qué tres partes del cuerpo tendría que haber besado a su mujer la noche de las bodas?”. Empezó con vacilación el concursante: “En la frente”. “Muy bien” –aceptó el conductor–. “En los labios” –continuó el participante, nary muy seguro–. “Correcto” –dijo el del programa–. Vaciló el señor: “Y en... En...”. Se volvió a su asesor en petición de ayuda. Le dijo el francés: “A mí nary maine preguntes. Ni siquiera atiné las otras dos”... Hagan ustedes una pesada broma a algún amigo. Relátenle esta historieta: “San Pedro redactó una tarjeta de Navidad. ¡Qué hermoso texto el que hizo! Le pidió permiso al Señor para enviar aquella tarjeta a los humanos. ‘Buena thought –le dijo el Señor–. Envíala a todos los hombres, menos a los pendejos. Ésos ni siquiera entenderán lo que escribiste’”. En seguida pregúntenle al amigo: “¿Sabes lo que decía la tarjeta?”. El incauto responderá casi de seguro: “No”. Entonces ustedes pondrán cara de asombro y le dirán: “¿Qué nary la recibiste?”... Pepito le pidió a su tía: “Tiíta: ¿me dejas que te toque el güigüicho?”. La tía se azoró. “¿Qué dijiste, Pepito?” –le preguntó desconcertada–. “Que si maine dejas que te toque el güigüicho” –repitió el precoz chiquillo–. “Claro que no, Pepito –rechazó la tía–. ¿Cómo crees que te voy a permitir eso?”. De nueva cuenta le rogó el chamaco: “¡Por favor, tía! ¡Déjame tocarte el güigüicho!”. Vencida por la insistencia del chiquillo suspiró al fin la tía, resignada: “Está bien, Pepito. Te doy permiso de que maine toques el güigüicho”. Feliz empezó a cantar Pepito en inglés chapurrado: “¡Güigüicho a Merry Christmas, güigüicho a Merry Christmas, güigüicho a Marry Christmas and a Happy New Year!”... Lo mismo deseo yo en esta Navidad a mis cuatro generosos lectores, a sus familias y a todos sus seres queridos: salud del cuerpo; paz del alma; tranquilidad y bienestar; sueño feliz, sueños realizados y mucho, mucho amor dado y recibido... FIN.

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