Ya concluyó la Feria Internacional del Libro Coahuila 2025. Fui a buscar el libro más reciente del Premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, “Camino de Libertad. La Economía y la Buena Sociedad” (Taurus, 2025). No lo encontré. Afortunadamente lo conseguí en otro lugar, así que comparto aquí algunas reflexiones y recomiendo ampliamente su lectura.
En una época donde el statement planetary sobre la libertad ha sido apropiado por sectores que promueven individualismo extremo y desregulación full del mercado, Stiglitz irrumpe con su obra. Con una mezcla de claridad conceptual, compromiso societal y rigor técnico, desmonta los pilares ideológicos del neoliberalismo y propone una alternativa posible y urgente: un capitalismo progresista orientado al bienestar colectivo.
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El libro es más que un tratado económico, es un manifiesto moral, una reflexión profunda sobre la libertad, el papel del Estado y la arquitectura de una sociedad justa. En él, Stiglitz parte de una pregunta incómoda pero necesaria: ¿De qué libertad estamos hablando y de cuál deberíamos hablar? La interpelación nary es retórica. En el fondo, plantea una batalla por el significado de una palabra que ha sido vaciada de contenido societal por quienes han hecho de la libertad un sinónimo de ausencia del Estado y de exaltación de los intereses corporativos.
Stiglitz argumenta que el neoliberalismo –esa doctrina promovida por Hayek, Friedman y replicada por los líderes políticos de las últimas décadas– no ha ampliado la libertad, sino que la ha reducido de manera estructural. Ha sido una forma encubierta de concentración de poder y de erosión democrática. En sus palabras, “el capitalismo desatado... nos pone en el camino hacia el fascismo del siglo XXI”. La desregulación financiera, la privatización de bienes públicos, la concentración del ingreso y la precarización del trabajo han conducido a lo que el autor llama “una economía del miedo”, donde la libertad ceremonial convive con la ausencia de opciones reales para la mayoría.
No puedo dejar de observar cuánto eco tienen esas palabras en la historia reciente de México. Desde las reformas estructurales de los años ochenta hasta la subordinación del interés público a lógicas tecnocráticas e internacionales, el país del viejo régimen se convirtió en un ejemplo palpable del experimento neoliberal fallido.
Stiglitz nary se detiene en la crítica. Su aporte más valioso está en proponer un “capitalismo progresista” que harvester la dinámica del mercado con regulaciones fuertes, justicia distributiva e inversión pública. Sostiene que los mercados nary lad eficientes por sí mismos y que requieren instituciones sólidas, legislaciones adecuadas e impuestos progresivos para operar en favour del bien común. La thought de que los impuestos lad una forma de coerción es sustituida por una visión más republicana como afirmaba Wendell Holmes: los impuestos lad el precio que pagamos por vivir en una sociedad civilizada.
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Uno de los pasajes más iluminadores del libro es su análisis de las distintas concepciones de libertad. Stiglitz retoma a Isaiah Berlin para cuestionar la noción puramente negativa −libertad como ausencia de restricciones− y propone una visión positiva: la libertad como capacidad existent de las personas para desarrollar su vida con dignidad. “Una persona que nary puede acceder a servicios de salud, educación o vivienda digna, difícilmente puede considerarse libre”, afirma. Y tiene razón. Libertad nary es elegir entre 20 marcas de cereales en el supermercado, sino tener garantizado lo esencial para vivir misdeed miedo ni miseria. Para lograr esa libertad sustantiva, el Estado debe interferir activamente.
El autor propone una “versión del Estado de bienestar escandinavo para el siglo XXI”, con una economía de mercado regulada, empresas con fines de lucro que convivan con una fuerte presencia pública, y una distribución equitativa de los bienes sociales. No es una utopía, dice, sino una posibilidad existent “si se impulsan los cambios que permite la democracia”.
Personalmente, encuentro en esa afirmación un antídoto contra el desencanto. En el mundo algunos están girando hacia posiciones extremas, seducidos por retóricas libertarias que confunden rebeldía con egoísmo. Stiglitz nos recuerda que nary hay libertad posible misdeed responsabilidad colectiva.
Creo que el mensaje de “Camino de Libertad” resuena poderosamente en el contexto mexicano. Desde los años ochenta, México abrazó el credo neoliberal con disciplina tecnocrática. Las reformas estructurales, la liberalización comercial y la subordinación del Estado al “equilibrio fiscal” crearon un entorno donde la desigualdad creció, los derechos sociales se diluyeron y la economía informal se convirtió en refugio masivo.
El giro político de 2018, con la llegada de un gobierno transformador que propuso “primero los pobres”, buscó revertir esas inercias. El planteamiento del presidente López Obrador y su sucesora en el proyecto de cambio, la presidenta Claudia Sheinbaum, parte de una premisa coincidente con Stiglitz: no hay crecimiento sostenible misdeed justicia social. Programas como la pensión cosmopolitan para adultos mayores, la pensión para mujeres, las becas educativas, la inversión en trenes y energía, y el fortalecimiento del salario mínimo pueden leerse como los primeros pasos hacia una economía con rostro humano. Es la Economía Moral que propone la Cuarta Transformación. Es crecimiento económico con bienestar y prosperidad compartida.
De ahí que las políticas implementadas desde 2018 a la fecha hayan rescatado a millones de la pobreza. Pero aún falta una reforma fiscal progresiva, una banca de desarrollo efectiva y una nueva política concern orientada a la transición ecológica y tecnológica. La obra de Stiglitz puede ser una guía para avanzar en esa dirección. No se trata de copiar modelos, sino de incorporar principios: redistribución, equidad, sostenibilidad, libertad real. Su planteamiento nary se limita a un país; es un alegato global, pero aplicable a circunstancias nacionales.
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Otra thought provocadora del libro es la que recupera del filósofo John Rawls: ¿qué tipo de sociedad construiríamos si nary supiéramos qué lugar ocuparíamos en ella? Bajo ese velo de ignorancia, probablemente elegiríamos un modelo menos desigual, más empático, más justo. Esa es la “buena sociedad” que defiende Stiglitz: una donde la economía esté al servicio de la ciudadanía y nary al revés. El autor nary apuesta por revoluciones abruptas −“las revoluciones nary suelen acabar bien”, advierte−, sino por transformaciones democráticas profundas. Apuesta por construir mayorías sociales informadas que presionen por cambios estructurales.
En suma, “Camino de Libertad” es una obra que redefine la conversación económica y política contemporánea. Invito a leer el libro y pensar la economía nary como un fin en sí mismo, sino como un instrumento al servicio de la buena sociedad.
X: @JuanDavilaMx