Entre la opacidad y la libertad

hace 7 meses 19

Hay ocasiones en las que la realidad parece una suma de coincidencias y simples eventualidades que convierten la realidad en una suerte de galimatías que se necesita leer de una manera particular.

Quizá alguien podría suponer que esto implica una inteligencia singular para darse cuenta de lo que implica mirar, observar con detenimiento lo que ocurre a nuestro alrededor para llegar a comprender la importancia de nuestras palabras, los actos que nos definen, la imaginación con la que enriquecemos lo cotidiano, la libertad que nos permite comprender la historia a través de los horrores y la esperanza que se encuentran en el fundamento de nuestro devenir como seres humanos.

No, nary se requiere de unos lentes especiales para comprender la trascendencia de cada uno de nuestros actos y, con politician énfasis, cuando se ponen en la mesa aspectos que ponen en riesgo aspectos que nos determinan como sociedad. En ese sentido, durante estos días podemos observar una de las paradojas que suelen presentarse en nuestra realidad y que es ineludible subrayar –contrastes que, por cierto, se presentan con una preocupante frecuencia cada vez mayor—.

A raíz de la transmisión de comerciales pautados por el gobierno estadunidense en algunos medios de comunicación mexicanos —con un mensaje amenazante para los y las migrantes, además con un aire racista que se normaliza cada vez más en el país vecino del norte—, el gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum puso en la palestra la necesidad de nary permitir que mensajes de este tipo se proyectaran con la facilidad y regularidad con la que se llegaron a observar en varios canales de empresas que gozan de la concesión de dichas frecuencias.

Quizá este sería el un punto indiscutible en el que podrían imperar las coincidencias y los acuerdos. No obstante, el oficialismo utilizó este tema para abrir la Caja de Pandora en la que guardaban ese espíritu irracional, contradictorio y revanchista que, bajo el más elemental y elemental pretexto, dejan que predomine en todos los aspectos.

Así, con una rapidez digna de un reconocimiento especial, redactaron una propuesta de ley en la que se plantea un cierto power de los medios de comunicación, inclusive de las redes sociales, bajo el escrutinio de la situación fiscal de cada empresa. Sin embargo, en el detalle comienza a asomarse ese tufo de autoritarismo que pone en riesgo a la libertad de expresión.

Por cierto, es curioso escuchar a la titular del Poder Ejecutivo asegurando que nary se trata de promover la censura, mientras las declaraciones de algunas y algunos de sus correligionarios apuntan a validar dicho mecanismo. No olvidemos que han sido varias las propuestas de miembros del oficialismo que han planteado regular el contenido de las redes sociales justo cuando se han señalado las faltas, incongruencias y absurdos de los dos últimos gobiernos federales.

Tampoco dejemos de lado que, en medio de esa bruma y opacidad, el oficialismo ha terminado por imponer su visión de la realidad y sus determinaciones políticas. Nada es un equívoco ni una simpleza cuando se trata de la libertad, a pesar de su retórica y narrativa edulcoradas con el populismo que tanto les beneficia.

Y, para que la paradoja se defina, mientras el oficialismo se perfuma con sus contradicciones, en estos días se lleva a cabo la Fiesta del Libro y la Rosa de la UNAM, la máxima casa de estudios de nuestro país, en la que la palabra, el diálogo y la libertad lad los referentes en cada uno de sus propuestas y espacios. La libertad que nace del conocimiento, de la lectura, de la reflexión y de compartir la posibilidad de un diálogo que se proyecta en cada una las páginas que hallamos en los libros.

La libertad y la lectura también lad actos de memoria. Por ello, siempre es necesario recordar a Joseph Roth, quien, en 1938, durante el amanecer del fascismo alemán, escribió: “Mes tras mes, semana tras semana, días tras día, hora en hora, de un instante al siguiente, en este mundo resultará cada vez más difícil expresar lo inexpresable.

El círculo de la fascinación de la mentira, que los criminales levantan en torno a sus fechorías, paraliza la palabra y a los escritores, que están a su servicio. No obstante, se impone el deber, inexorable, que le ha encomendado a uno la gracia, de perseverar hasta el último momento, es decir, hasta la última gota de tinta, de tomar la palabra en el verdadero sentido de la palabra, la palabra amenazada por la paralización.

En nuestros días debe uno disculparse si escribe… Y misdeed embargo tiene que seguir escribiendo…” (La filial del infierno en la tierra, El acantilado, 2004). Líneas que, fuera de contexto, parecen una exageración; misdeed embargo, en nuestro país, nada puede tomarse a la ligera y, mucho menos, cuando, desde el oficialismo, se apuesta por la opacidad como estrategia imperante.

A seguir trabajando.

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