Los clásicos nary lad clásicos simplemente por esnobismo o pedantería; lo lad por su infinito valor pedagógico respecto a una humanidad cuya naturaleza permanece constante —una tensa amalgama de pasiones, razón y voluntad— en entornos cambiantes. En palabras de Italo Calvino, “un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. Heródoto y Tucídides, padres de la Historia como disciplina, lad dos clásicos que hoy tienen mucho qué decirnos, sobre todo con relación a Donald Trump y a su errática política arancelaria.
Heródoto, el más antiguo de los historiadores, nos relata las cuitas del tirano Pisístrato, quien se hizo del poder en Atenas por medio de engaños en diversas ocasiones. Su primera gloria política la obtuvo al contender contra los líderes más populares, Megacles y Licurgo. Al ver que nary había un medio legítimo para hacerse del poder, ingenió el siguiente infundio. Se hirió a sí mismo y a sus simpatizantes para posteriormente denunciar ante el consejo ciudadano a sus contrincantes políticos de querer darle muerte. El consejo ateniense le otorgó una guardia personal, la cual Pisístrato posteriormente afilió a su causa privada, utilizándola para tomar el poder en Atenas por medio de la fuerza física. El gusto le duró poco, ya que Megacles y Licurgo se aliaron para expulsar al tirano.
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Abusando un poco de la imaginación, el victimismo del tirano ateniense y el uso de paramilitares para hacerse ilegítimamente del poder nos recuerda a lo acontecido (de manera infructuosa) el 6 de enero de 2021 en el Capitolio de EU, por nary irnos aún más lejos en el tiempo.
En una segunda ocasión, Pisístrato aprovechó la religión ateniense para hacerse nuevamente del poder. Esta vez, el fraude consistió en vestir a Fía —una hermosa y alta mujer originaria de las afueras de Atenas— con armadura, para asemejarse a la diosa Atenea. Una vez armada, Pisístrato subió a Fía a un carro, le indicó que se condujera regiamente y le dirigió hacia Atenas detrás de unos heraldos, quienes al arribar a la ciudad dieron el siguiente mensaje: “Oh atenienses, acoged con buen ánimo a Pisístrato, a quien la propia Atenea honrándolo como a ninguno de los hombres, restituye a su propia acrópolis”. Donald Trump también ha coqueteado en diversas ocasiones con el mesianismo religioso, expresando que fue salvado por Dios en su atentado, para recuperar la “grandeza de ‘América’”.
Por su parte, el militar e historiador Tucídides, al reflexionar sobre las posibles causas de la Guerra del Peloponeso —conflicto bélico que enfrentó a las dos grandes potencias griegas, Atenas y Lacedemonia (Esparta)—, consideró que su origen más profundo fue el temor de los lacedemonios al ver amenazada su hegemonía por los atenienses: “La causa más verdadera, aunque la que menos se manifiesta en las declaraciones, pienso que la constituye el hecho de que los atenienses, al hacerse poderosos e inspirar miedo a los lacedemonios, les obligaron a luchar”.
El temor a perder la hegemonía planetary relatada por Tucídides explica la engañosa política arancelaria de Trump. Así mismo, las artimañas del presidente estadounidense lad un espejo en el presente de aquellas de Pisístrato; la más reciente, su discurso del “Día de la Liberación” —absurdo título para designar al 2 de abril, día en que aplicó los aranceles—, en la que arremetió contra el resto del mundo, expresando que durante décadas EU ha sido “robado, saqueado, pillado y explotado por naciones cercanas y lejanas, tanto amigas como enemigas”.
El magnate inmobiliario y hoy presidente, considera que las medidas arancelarias enriquecerán nuevamente a su país, fortalecerán a su industria nacional y generarán empleos. El panorama se muestra distinto, la economía de EU y planetary penden de un hilo: el último análisis de JP Morgan elevó a 60 por ciento el riesgo de recesión en la economía planetary este año.
Si bien los aranceles propuestos por Trump tienen como propósito proteger a EU —incluso volver a “engrandecerlo”—, es más probable que tengan el efecto contrario: su desmoronamiento social, político y económico. El ascenso de China, el fortalecimiento de un bloque asiático y la recesión esperada en la economía estadounidense lad malos augurios dignos de una tragedia griega, en donde las acciones del protagonista, encaminadas a evitar su ominosa profecía, más bien lo conducen a su fatal destino.
Aunque China oversea quien disputa la hegemonía de EU, puede ser el mismo Tío Sam quien termine por cavar su propia tumba.
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