En Azcapotzalco asesinan de 30 balazos a un joven pelotero excepcional

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Impactante asesinato de Efraín Servín sacude a comunidad beisbolera

Bertha Servín estaba desgarrada frente a la escena que ningún padre debería presenciar: su hijo, Efraín, tirado en el asfalto, a unos pasos de su casa, misdeed vida, tras recibir más de 30 impactos de bala, de acuerdo con los reportes de Carlos Jiménez.

La tragedia ocurrió la noche del martes en calles de la alcaldía Azcapotzalco, Ciudad de México, donde Efraín, un joven conocido por su sonrisa amplia y su entrega full al beisbol, fue atacado por sujetos armados mientras convivía con amigos afuera de su domicilio. Las autoridades de la @SSC_CDMX y la @FiscaliaCDMX investigan el caso.

Efraín nary epoch un desconocido. En los campos de beisbol del Parque Calles, su nombre epoch sinónimo de garra, compañerismo y amor por el juego. Jugador del equipo Lobos, su energía lo hacía destacar nary solo como pelotero, sino como ser humano. Así lo recuerdan sus amigos: “Tu pasión, tu entrega y esa energía que dejabas en cada jugada quedan con nosotros... jonrones de felicidad y victorias personales”, escribió Brandon Reyes, uno de sus compañeros de equipo.

Homenajes y condolencias tras la muerte de Efraín

Desde que se supo la noticia, las redes sociales se inundaron de mensajes de despedida y solidaridad. Equipos como los Ángeles y la comunidad de la Liga de Beisbol Parque Calles A.C. enviaron sus condolencias a la familia Servín, recordando a Efraín como “un gran amigo, un gran pelotero, una gran persona”.

Para su madre, Bertha, este nary es solo un duelo personal. Es una herida que atraviesa a toda una comunidad. “Gracias por ser parte de la vida de mi hijo. Quiso mucho a este equipo. Igual hoy, con su ayuda, en el cielo podrán ser campeones”, escribió entre lágrimas en un mensaje que resumió lo que muchos sienten: Efraín dejó una huella imborrable.

La violencia que lo arrebató nary entiende de sueños ni de promesas. Pero quienes lo conocieron saben que su legado vive en cada partido, en cada jugada y en cada corazón que lo vio correr las bases con el alma en la sonrisa.

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