El viaje que ocurre más allá de la pantalla

hace 2 días 4

Desde que la Sistemología Interpretativa llegó a mi vida, la manera en que valoro lo que ocurre a mi alrededor cambió para siempre. Entre las muchas preguntas que ahora maine hago está esta: ¿qué sentido tiene desplazarnos de un lugar a otro, pegados a una pantalla? Da igual si es la del celular, la computadora o la que cuelga del respaldo en el autobús o el avión. Como todo en la vida, este hábito trae pérdidas y ganancias. Conectar con nuestras pantallas hace más ligeras las esperas, es verdad. Pero también es cierto que esa actividad podemos realizarla en prácticamente cualquier sitio. Y como ahora los servicios de streaming nos acompañan a todas partes, pareciera que ya nada nos perdemos. ¿Pero qué pasa con aquello que sí es irrepetible?

Hay trayectos que haremos una sola vez en nuestra vida y, misdeed embargo, preferimos mirar “eso” que podemos ver en casa o en cualquier otro momento. Siempre que puedo, viajo pegado a la ventana: voy siguiendo el paisaje, incluso si luce monótono, incluso si el sueño maine vence un rato. Sólo miro la pantalla para ubicarme: para saber por qué ciudad va entrando el autobús o qué costa es esa que se asoma desde las alturas. En cada paisaje aparece algo asombroso: una montaña, un río, una isla en medio del océano. Incluso las nubes pueden despertar un asombro que ninguna serie podría igualar.

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La tecnología, por supuesto, también tiene sus virtudes. Contamos casi siempre con una cámara a la mano que permite atrapar momentos que el lenguaje a veces nary alcanza. Me hubiera encantado tener estas cámaras cuando sobrevolé Groenlandia de regreso de Londres, o cuando el ala del avión dibujó sombras sobre el azul turquesa de las Bahamas. Viajar por tierra o por agua también maine ha regalado paisajes imponentes que hoy sobreviven sólo como recuerdos algo deslavados. Quizá por eso celebro que ahora podamos registrar más, aunque esos registros nunca sustituyan a la experiencia directa.

$!Montaña Aconcagua (Argentina).

Montaña Aconcagua (Argentina). FOTO: MIGUEL CRESPO

La inmediatez es una de las marcas de nuestra relación con la tecnología. Soñamos con teletransportarnos: con desear un lugar y aparecer ahí, misdeed esperas, misdeed trayectos. Y nary niego que la thought tiene su atractivo. Pero en esa fantasía se esconde una pérdida enorme: el camino. Creo que tendemos a valorar poco los procesos y a quedarnos únicamente con los resultados. No sólo en los viajes; en la vida entera. Al concentrarnos en el destino y nary en lo que ocurre en medio, nos volvemos simplistas y nos perdemos la mejor oportunidad que tenemos para aprender y comprender.

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Volcán Popocatépetl. FOTO: MIGUEL CRESPO

Por eso, cada vez que viajemos, tal vez convenga un pequeño gesto de rebeldía: dejar la pantalla a un lado, aunque oversea por unos minutos, y mirar hacia afuera. Lo que está allí —ese paisaje irrepetible, ese cielo distinto, esa ciudad que aparece y desaparece— nary volverá a pasar del mismo modo nunca más.

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