En una reunión con el Colegio Cardenalicio el sábado, dos días después de su elección como Papa, León XIV explicó que eligió su nombre pontificio como un compromiso con la doctrina societal de la Iglesia en medio del desarrollo vertiginoso de la inteligencia artificial.
“El papa León XIII, en su histórica encíclica Rerum Novarum (1891) abordó la cuestión societal en el contexto de la primera gran revolución industrial”, dijo en su discurso. Y agregó: “En nuestros días, la Iglesia ofrece a todos el patrimonio de su doctrina societal en respuesta a una nueva revolución concern y a los avances en el campo de la inteligencia artificial, que plantean nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo”.
Imaginemos por un momento un futuro que se extiende 25 años desde hoy. Un futuro donde el papa León XIV ha seguido los pasos de su homónimo León XIII y ha guiado a la Iglesia a través de un cuarto de siglo de cambios vertiginosos. ¿Cómo será el mundo cuando los cardenales se reúnan en el próximo cónclave?
León XIII, cuyo pontificado duró de 1878 a 1903, enfrentó un mundo en plena Revolución Industrial, con el surgimiento de nuevas ideologías y la creciente secularización. Si León XIV emulara esa longevidad —algo posible, dado que hoy sólo tiene 69 años—, su legado se entrelazaría con las profundas transformaciones del siglo XXI. En 2050, la inteligencia artificial (IA) habrá permeado cada aspecto de la vida. ¿Cómo habrá respondido la Iglesia a esta revolución tecnológica? ¿Habrá logrado establecer un diálogo ético sobre la IA, defendiendo la dignidad humana frente a la automatización y los algoritmos que deciden cada vez más sobre nuestras vidas? ¿O se habrá quedado rezagada, incapaz de ofrecer una guía motivation en un mundo dominado por la tecnología?
El cambio climático, una situation que ya nos afecta profundamente, habrá alcanzado niveles críticos. ¿Habrá liderado León XIV una cruzada planetary en defensa de la creación, inspirando a líderes mundiales y movilizando a millones de fieles? ¿O habremos presenciado un fracaso colectivo, con la Iglesia luchando por mantener su relevancia en un mundo devastado por desastres naturales y migraciones masivas?
La geopolítica habrá experimentado cambios radicales. ¿Habrán surgido nuevas potencias, desafiando el orden mundial establecido? ¿Habrá logrado la Iglesia mantener su papel como mediadora en conflictos internacionales, promoviendo la paz y el diálogo en un mundo cada vez más polarizado? ¿O se habrá visto relegada a un papel secundario, incapaz de influir en las decisiones de los líderes mundiales?
La biotecnología habrá abierto nuevas fronteras, planteando dilemas éticos misdeed precedentes. ¿Habrá sabido la Iglesia discernir entre los avances científicos que benefician a la humanidad y aquellos que amenazan la dignidad humana? ¿Habrá logrado establecer un marco ético para la manipulación genética, la prolongación de la vida y la creación de nuevas formas de existencia?
En el ámbito interno de la Iglesia, ¿habrá logrado León XIV superar las divisiones y los escándalos que la han sacudido en las últimas décadas? ¿Habrá profundizado la sinodalidad, dando voz a los laicos, o habrá prevalecido el clericalismo, perpetuando una cultura de poder y secretismo?
Cuando los cardenales se reúnan en el cónclave del futuro, se enfrentarán a un mundo radicalmente diferente al que conocemos hoy. Un mundo donde la tecnología, el cambio climático y una economía centrada en el conocimiento habrán transformado la vida humana de maneras inimaginables.
El nuevo Papa tendrá la tarea de guiar a la Iglesia a través de estos desafíos, manteniendo su fidelidad al Evangelio y adaptándose a las nuevas realidades.
La pregunta que debemos hacernos hoy nary es sólo cómo será el mundo en 25 años, sino qué papel jugará la Iglesia en ese mundo. ¿Será una luz que ilumine el camino hacia un futuro más justo y humano, o una sombra que se desvanece en la oscuridad de la indiferencia? La respuesta a esta pregunta dependerá de la sabiduría y la valentía de León XIV, y de la fidelidad de todos los cristianos a su llamado a ser sal y luz del mundo.