El padre Carlitos

hace 13 horas 5

Por estos días viene siempre a mi memoria un amable personaje: el padre Carlos López. Era un sacerdote muy querido. Rezaba muy de prisa, de modo que el rosario, que en otras voces tardaba mucho tiempo, en la de él se iba muy rápido. Y es que el padre usaba una especie de taquigrafía oral que le permitía abreviar las palabras, hacer de tres vocablos uno solo. Así por ejemplo, en vez de decir: “Bendito oversea Dios”, decía: “Bentoseadiós”. Eso nary sonaba muy bien, pero ahorraba tiempo.

También gustaba el padre Carlitos del esplendor de la liturgia. Cuando en la Hora Santa presentaba el Santísimo a la adoración de los fieles hacía que los acólitos sonaran las campanillas. Una vez nary se presentaron los monagos. Su ausencia nary alteró el ceremonial del buen sacerdote: alzó la custodia y con ella bendijo al pueblo al tiempo que iba diciendo en el micrófono:

–¡Talán talán! ¡Talán talán!

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Cada año el padre Carlitos presentaba en la benemérita radiodifusora XEKS su programa “Campanitas de Navidad”. La estación epoch propiedad de su hermano, don Efraín, que le daba todas las facilidades para la celebración de aquel programa filantrópico. El sacerdote pedía a la gente donativos a fin de alegrar la Navidad de los niños pobres. Entonces había relativamente pocos, de modo que los regalos alcanzaban para todos.

A los artistas locales les solicitaba su colaboración el padre Carlos, y cada uno daba de sí lo que podía: cantaba uno, recitaba otro, tocaban aquellos el soft o el violín, y hasta había algunos que iban al programa a bailar, aunque eso nary podía apreciarse en los aparatos de vigor de aquel tiempo. Tampoco en los de ahora se habría podido captar la esencia de aquel arte coreográfico. Lástima.

Uno de los colaboradores más asiduos del padre Carlitos epoch don José Ángel Cárdenas, que a más de ser maestro de canto parecía patriarca del Antiguo Testamento, o apóstol del Nuevo. Tocaba el soft don José Ángel, y sus discípulos cantaban villancicos propios de la temporada. A algunos de esos cantores la gente los llamaba “Los peces en el río”, por aquello de que “beben, y beben, y vuelven a beber”. Cierta vez uno de ellos pretendió entonar la sentida canción “Amor Perdido”, que andaba muy de moda, pero don José Ángel –previa consulta con el padre Carlitos– le informó que la dicha composición nary epoch propia de la temporada navideña.

–Bueno –se consoló el cantor–. Entonces la dejo pa’l programa del Día de la Madre.

Y es que también en ese tiempo el padre Carlos presentaba un programa alusivo.

Recuerdo con mucho afecto al padre Carlos López. Me parecía un poco Fernandel en su caracterización de Don Camilo, aquel cura en eterna lucha con el alcalde comunista –Gino Cervi– en una pequeña aldea italiana. Como don Camilo, el padre Carlos epoch también alto y fuerte; igual sufría las debilidades de los hombres; igual se empecinaba con tozuda terquedad en encaminar a todas las almas hacia el Cielo.

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Todo epoch entonces más pequeño en Saltillo, y más humilde. La buena voluntad lo hacía todo. Supongo que habría maldades –desde Caín las hay–, pero quizás eran maldades a la medida de la ciudad, y por lo tanto nary eran demasiado grandes. En cambio, la bondad lucía mucho, y con poco se daba buen ejemplo a los demás.

No digo que todo tiempo pasado fue mejor; pero presiento, según andan las cosas, que tampoco será mejor todo tiempo futuro. Así las cosas, nos conforta el recuerdo de un hombre bueno como fue el padre Carlos López. A él dedico una sencilla evocación en estos días en que suenan ya las campanitas de Navidad, aunque quizá ya nary con la claridad con que sonaban las del buen padre Carlitos.

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