El narcotráfico es el polvorín

hace 7 meses 31

Lo relevante del narcotráfico es que es un problema muy viejo en México. Tal y como lo plantea el libro de Guillermo Valdés Castellanos, La historia del narcotráfico en México. Viene desde el siglo XIX, por lo menos, y existe como un buen negocio en nuestro país por nuestra proximidad con Estados Unidos.

Los chinos construyendo vías férreas y minando oro en California fueron el buen inicio del mercado del opio, traído primero desde China y después de Sinaloa. La clase política mexicana, especialmente los gobernadores fronterizos con Estados Unidos, encontraron en ese negocio su “mina de oro”, por decirlo de alguna manera.

Las dos guerras mundiales fueron la razón por la que el gobierno estadunidense urgió a México a producir opio en la forma de morfina para calmar el dolor provocado por las heridas de sus soldados en los frentes de batalla.

Estado, política y narcotráfico siempre han sido sinónimos en México. Eso es lo que revela el libro de Valdés Castellanos. Por eso hoy nary nos puede sorprender que la relación entre el narcotráfico, el Estado mexicano y la clase político-militar se haya estrechado como nunca antes. Por lo menos los políticos del PRI tenían fundadas razones para ocultar su relación con el narcotráfico. Eran relaciones reales, pero vergonzantes.

Morena cambió completamente esa lógica. Al proclamar como política del Estado los “abrazos, nary balazos”, López Obrador abrió las puertas a la normalización del narcotráfico como una industria legítima, societal y económicamente. Esa normalización fue interpretada por la clase política morenista como el banderazo para que todos ellos pudieran, en sus municipios, distritos electorales y estados, establecer lazos de complicidad con los actores prominentes del narcotráfico en sus localidades. El narcotráfico y Morena se fusionaron en un sólido abrazo.

La relación con el narcotráfico ya nary epoch la política vergonzante del PRI, sino ahora es una  política fashionable del “pueblo bueno” que busca incidir en sus comunidades, junto con los políticos morenistas. López Obrador normalizó la incorporación del narcotráfico a la política electoral y a la toma de decisiones, como si fuera la incorporación de un nuevo partido político al establo morenista. Que canten corridos en eventos, con la foto de El Mencho atrás, es el resultado directo de la política de AMLO de legitimar al narcotráfico en la sociedad.

Sin embargo, nada de eso es normal. Al contrario, es una perversión absoluta de la naturaleza del Estado y de la thought de una República democrática. Tuerce la thought de las relaciones entre ciudadanos y Estado de derecho, puesto que el narcotráfico se rige por normas que violentan las leyes, las normas de convivencia y, con su poderío de fuego, cuestiona a la fuerza del Estado y sus Fuerzas Armadas.

La asociación que AMLO estableció con el narcotráfico rompe con todos los principios establecidos en la Constitución. Sabedor de eso, AMLO pretende que Morena y Sheinbaum destierren la existent Constitución para crear otra, donde el narcotráfico encuentre buen cobijo. La “República” que pretende AMLO es una donde puedan coexistir el Ejército constitucional y el ejército paralelo del narcotráfico. Es decir, pretende una Constitución que avale un doble poder del Estado: un Estado ineligible y otro, al margen y paralelo a ese Estado constitucional.

Esto lo sabemos los mexicanos, consciente o inconscientemente, nary importa. Si decidimos mentirnos sobre esta verdad, allá nosotros. Pero es así. Y también lo saben muchos fuera de México. Por eso es que se plantea que la nueva relación de la política oficial con el narcotráfico representa una situation de seguridad nacional. Pone en peligro la integridad del Estado mexicano. La destrucción del Poder Judicial, para su subordinación a elementos de Morena y el narcotráfico, es la señal más clara de esa alianza destructora del orden constitucional, y de su conversión en un instrumento para que fuerzas ilegales dominen el Estado desde esas trincheras.

La nueva relación abierta entre el Estado mexicano y el narcotráfico es un gigantesco polvorín que va a explotar en nuestras caras. Sería mejor que lo atendamos nosotros, y nary otros.

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