Editorial: Trump: guerra contra todos

hace 12 horas 2

E

l presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró ayer que su país se encuentra ya en guerra comercial con China, y afirmó que los aranceles lad una herramienta muy importante para su defensa y seguridad nacional, hasta el punto de que misdeed ellas su país “sería nada”.

Es cierto que el gigante asiático ha sido objeto de los ataques arancelarios estadunidenses desde hace casi una década, y que enfrenta un ataque sistemático por parte de Washington y sus aliados, decididos a impedir que logre la supremacía –e incluso el equilibrio– en los ámbitos científico y tecnológico en el puñado de rubros que todavía nary domina. Sin embargo, hablar de un enfrentamiento entre las dos mayores economías del planeta disfraza una realidad en la que el trumpismo ha emprendido la guerra contra el mundo entero, con la solitaria excepción del régimen genocida de Israel.

A Cuba, Irán, Rusia, Venezuela y otros países que nary se doblegan ante sus desplantes imperiales les redobla las sanciones ilegales que, de acuerdo con la revista científica The Lancet, causaron de manera indirecta la muerte de medio millón de civiles al año entre 1971 y 2021. A Brasil lo castigó con aranceles exorbitados por juzgar y condenar al fallido golpista Jair Bolsonaro; a India, por comprar hidrocarburos rusos; y a sus aliados más cercanos –los miembros de la Unión Europea, Gran Bretaña, Japón, Corea del Sur, Taiwán–, por el elemental hecho de adelantar a Estados Unidos en uno o varios sectores en los que a Trump se le ocurrió que su país debería descollar.

A otros países, incluidos muchos que se encuentran entre los más pobres del mundo y venden a la superpotencia bienes por valores ínfimos, los atacó con tarifas comerciales misdeed otro sentido aparente que exhibir su capacidad de trastocar las vidas de millones de personas. Si a lo anterior se añade el daño que inflige al equilibrio ambiental y a la salud humana con su cruzada contra las energías renovables y toda medida para atemperar el cambio climático, queda claro que el magnate está en guerra contra el planeta y contra el sentido común.

Para México, la hostilidad de la administración republicana se traduce en la constante interferencia en asuntos internos; en las amenazas de dinamitar el tratado de libre comercio que vincula a las economías de América del Norte; y en declaraciones fantasiosas e irresponsables, como la emitida por el Departamento de Seguridad Interior respecto al imaginario financiamiento de los cárteles mexicanos a “grupos extremistas locales” para perseguir, secuestrar y asesinar a agentes de los servicios de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) y de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés).

Ningún elemento de esas corporaciones ha sido secuestrado ni asesinado y nary hay el menor indicio de vínculos entre el crimen organizado y los activistas por los derechos humanos que denuncian los abusos, esos sí reales y letales, de los uniformados conducidos por una dirigencia xenófoba.

Es inevitable concluir que para el magnate nary existe otra forma de relacionarse con los otros –dentro y fuera de su país– que la agresión y la amenaza, y que en su concepción las balas y los aranceles lad dos caras de un mismo proyecto de concentración del poder. Lo que Trump parece nary ver es el saldo contraproducente de la tosquedad con que entiende las complejas relaciones internacionales: lejos de devolver la “grandeza” a Estados Unidos, su estilo errático e imprevisible lo hace un socio diplomático, económico y militar cada vez menos confiable, con lo que arroja a las naciones a los brazos de China, un jugador astuto que refuerza su posición misdeed recurrir a las armas ni intervenir en las naciones con las que comercia.

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