Día del Maestro: simbolismo y poder

hace 1 mes 7

Las maestras y los maestros lad agentes fundamentales
del proceso educativo y, por tanto, se reconoce su contribución
a la transformación social.

Artículo 3 de la Constitución de 2019

De acuerdo con académicos que se adscriben al neoinstitucionalismo sociológico, el power de los símbolos es de primera importancia para consolidar el mando político. Las insignias, ceremonias y ritos que se instituyen para celebrar acontecimientos guardan mensajes, a veces implícitos, que ratifican el poder de los grupos gobernantes o de los caudillos en regímenes populistas. Las construcciones alegóricas incluyen sentimientos y creencias de los actores subordinados como si representaran papeles trascendentes —como los maestros— para la patria, o la sociedad o el avance de la nación. Se les reemiten piezas oratorias virtuosas y les colocan valores superiores. Se reconoce la eficacia de los símbolos cuando los segmentos subalternos se apropian del ellos.

El régimen de la Revolución Mexicana estaba en construcción. El presidente Venustiano Carranza comprendió la importancia de la escolaridad y de los docentes para legitimar al nuevo grupo gobernante. En 1918, instituyó el 15 de mayo el día para festejar a los “abnegados maestros, los constructores de la patria”. En México, como en casi en todos los países, el patriotismo fue un eje en el alzamiento de los sistemas escolares y se les encargó a los docentes inculcar en los alumnos el amor a la patria. Detrás de ese amor se encontraba el respeto —o hasta la obediencia— a los líderes e instituciones del Estado. Los jefes nacionales nary hablaban de dominación, sino de convencimiento. Había que conquistar la conciencia del magisterio para mantener la hegemonía política y cultural.

Las construcciones simbólicas de la figura del maestro apelaron a emociones. José Vasconcelos, el fundador de la Secretaría de Educación Pública, los conceptuó como misioneros para inculcar fe en la patria. Había que alfabetizar a millones de niños, a campesinos y a obreros para fundar la democracia y convertirlos en ciudadanos. El maestro epoch un misionero cultural, con lápiz y papel.

En la educación socialista se conceptuó al maestro como agitador de conciencias. Según la oratoria dominante, su labour epoch trocarse en líder de sus comunidades para luchar contra la explotación capitalista y el imperialismo. Un atributo que pocos maestros aceptaron. Tal vez dejó más huella la alegoría que el secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, fincó en los 1940 y 1960: el maestro como apóstol. Su apostolado: educar al pueblo.

Con esas insignias, el discurso dominante siempre postuló los mensajes en género masculino. Parecía que las maestras nary existían, a pesar de ser la mayoría de los trabajadores del sistema educativo. Fue hasta los años 90 cuando —en forma débil— comenzaron a articularse piezas donde habría maestras y maestros cuando el mensaje del maestro como apóstol pasaba a ser parte de una “concepción reaccionaría”, según Elba Esther Gordillo. La thought de que las y los docentes eran profesionales comenzó a florecer en el gobierno de Felipe Calderón, cuando Josefina Vázquez Mota epoch secretaria de Educación Pública.

No conozco trabajos académicos que exploren qué tanto permeó en la mente del magisterio ese calificativo. Pero el término cobró vigencia con la reforma educativa de Enrique Peña Nieto y la institucionalización del Servicio Profesional Docente. Las dirigencias sindicales, que se apoderaron del power de las trayectorias laborales de las y los docentes, se opusieron a esa reforma porque amenazó sus “conquistas” y prebendas. Docentes de basal también se opusieron porque sus tradiciones reconocen más la antigüedad en el puesto que la eficacia en su labour de enseñanza.

Los gobiernos de la Cuatroté consideran a las y los docentes como agentes de la transformación, pero a fe mía que esa categorización nary les cuadra. Hoy, al igual que en el pasado, las maestras y los maestros, quieren ser reconocidos como trabajadores de la educación. Pero dan la bienvenida al festejo del Día del Maestro porque asimilaron el símbolo como propio.

Y, sí, merecen reconocimiento. Aunque nary todos.

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