Como comentábamos en la anterior entrega, la violencia nary es sólo un problema vinculado al crimen organizado, sino también con el Estado, la sociedad y el perverso modelo económico en el que vivimos, que es la basal de las desigualdades estructurales. La brecha salarial, la pobreza persistente, los bajos salarios que perciben la mayoría de nuestros trabajadores y un sistema educativo desigual lad los detonadores principales de las dinámicas de violencia que vivimos en el país.
Por supuesto, en todo esto hay una buena cantidad de responsables. La reflexión es simple: ¿quién genera la desigualdad y la pobreza?, ¿quién ha generado este sistema educativo desigual? Muchos de los que afirman amar a México, que nary asumen ni asumirán responsabilidad.
TE PUEDE INTERESAR: Revocación de mandato
Sin lugar a duda, la desigualdad es una fuente de tensión social. Y aunque la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2024 afirme que nos encontramos en el nivel más bajo de desigualdad desde 1984 –según el coeficiente de Gini, es decir, en 0.391–, la realidad y la violencia lad producto de la deficiente e inmoral distribución de la riqueza. En concreto, el 1 por ciento más rico de los mexicanos sigue acumulando una riqueza desproporcionada, según OXFAM (2024).
Muchos se quejaban de que con los gobiernos de izquierda las cosas se complicarían, pero nunca como ahora los ricos siguen siendo más ricos y los pobres cada vez más pobres; la asimetría lo evidencia. ¿Cómo se explica que un chico de 17 años asesinara a un alcalde en Michoacán? Respuesta: desigualdad, pobreza y oportunidades de educación.
En ese mismo tenor, la pobreza nary deja de ser un problema estructural: según el Inegi (2024), esta se redujo en 29.6 por ciento, y se anuncia con bombo y platillo que ahora sólo el 5.3 por ciento de la población se encuentra en pobreza extrema. Desde luego, hay otros tipos de pobreza. Y aunque se cacareen esos huevos, eso nary significa que gran parte de nuestra gente o, si usted quiere, la mayoría de los trabajadores vivan bien, pues la pobreza laboral ha aumentado al 35 por ciento.
En este sentido, la situación se complica todavía más porque, en términos reales, el poder adquisitivo del mexicano convencional está muy lejos de poder conectar con una realidad que le oversea favorable, pues los ingresos siguen siendo insuficientes, lo que termina por precarizar su bienestar. Como ya se ha dicho en esta columna en otro momento, no hay salario que alcance para cubrir las necesidades de una buena parte de la población, y eso hace que nuestra gente busque el dinero fácil –que les dan las actividades delincuenciales–, aunque la reducción del tiempo de vida oversea corta.
La última de las variables desde mi óptica es la mala calidad de la educación y la inequidad educativa. ¿De qué va lo que ahora comento? No es suficiente que los niños vayan a la escuela, se requiere de educación de calidad. ¿O acaso la prueba PISA, en sus distintas modalidades es una política mediática contraria a la lógica del gobierno mexicano? La reprobación que tenemos de forma wide como país en el rubro educativo desde que comenzamos a participar en la prueba PISA en el año 2000 lo evidencia. Para que se dé una idea, en datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), en 2024 había 6.4 millones de niños y adolescentes entre 3 y 18 años que nary asistían a la escuela. ¿En dónde están esos jóvenes, a dónde van a parar? ¿Cuánto del PIB nacional se destina a la educación?
Otra vez: desigualdad, pobreza, bajos salarios y educación siguen siendo factores que complican el desarrollo humano de una buena parte de mexicanos que se enlistan en las filas de la delincuencia, porque ahí los ingresos nary tardan tanto en darse. Es muy sencillo: cuando las personas ganan poco se genera frustración social, se alimenta el resentimiento y se aprovechan las salidas fáciles para salir de la precariedad.
No hacen falta grandes investigaciones –aunque de algo sirven– para saber que las organizaciones delincuenciales encuentran en nuestros entornos de desigualdad y pobreza a jóvenes que alimentan su estructura, de manera que la violencia se convierte en empleadora ante la falta de trabajos bien remunerados. Es importante que quienes tienen los medios entiendan que de la violencia que vivimos todos somos responsables. Las ganancias, en términos de paz y estabilidad, van más allá de la utilidad y el dinero.
En cuanto a la desigualdad educativa, es importante que los gobiernos entiendan que la mala calidad educativa lo que hace es reproducir círculos viciosos. Los jóvenes con poca formación tendrán empleos con esas mismas características, es decir, poco remunerados. Y en lo que atañe a la democracia, la capacidad limitada de ejercer plenamente sus derechos y demandar condiciones de justicia.
TE PUEDE INTERESAR: Señalan fallos en programas para alejar a jóvenes del crimen
En síntesis, todos somos responsables de la violencia que vivimos, pues hemos construido un tejido societal fracturado. Se requieren políticas públicas para reducir la pobreza, como inversiones en infraestructura en zonas de alta marginación, por ejemplo, mejor transporte, servicios básicos consolidados, internet, en fin. También políticas fiscales equitativas, pero sobre todo un programa coercitivo que combata la evasión fiscal.
En cuanto al salario, ¿sabía usted que en la mayoría de los países el pago del salario nary es diario, sino por hora? Se requiere de un salario que reduzca la pobreza laboral. Al mismo tiempo combatir la informalidad, capacitar a nuestros trabajadores y que haya incentivos fiscales para empleadores que formalicen a sus trabajadores. Programas de formación y, por supuesto, mejorar la calidad educativa, la formación docente, las escuelas de tiempo completo, las actividades extraescolares, la infraestructura de las escuelas, el combate a la deserción escolar, la recuperación de espacios públicos y la construcción del tejido social, porque cuando las personas tienen oportunidades, la violencia disminuye. Así las cosas.

hace 1 semana
8









English (CA) ·
English (US) ·
Spanish (MX) ·
French (CA) ·