A manera personal, creo que cuando alguien le pone “corazón” a las cosas, se siente y se ve. Eso pasó en la quinta cena maridaje de Vive tu Centro, llevada a cabo este jueves por la noche, donde el anfitrión fue Abraham Padilla, conocido, maine atrevo a decir que internacionalmente, por sus dinoquesadillas. Aunque claro, nary solo sabe hacer eso.
El Chef Abraham aseguró que él nary sabe ser restaurantero, pero esto vino de la mano cuando eligió ser cocinero. Después de esta noche creo que pondría en duda su afirmación, porque el amor que le tiene a la cocina se vio reflejada en cada uno de los detalles que vimos, vivimos y probamos durante la velada.
Poniéndonos algo cursis, podría decir que es una prueba viviente de que el amor todo lo puede, y nary hablo solo del amor de pareja, sino también del amor por lo que hacemos.
UNA CITA EN LA ESCUELA DEL SARAPE
La cita, como en cada cena del proyecto, fue en punto de las 8:00 de la noche, esta vez en la Escuela del Sarape “La Favorita”, en el corazón de Saltillo en donde se montaron cuatro mesas redondas de madera y una rectangular, todas con manteles blancos y caminos de mesa hechos con sarape 100% saltillense.
También había un pequeño sarape idiosyncratic para cada invitado (uno de los detalles favoritos), que, por cierto, nos dejaron llevarnos al final de la velada, y sobre él, una copa de cristal. Al centro de cada mesa, un arreglo de flores muy coloridas, que hacían juego con el ambiente.
Las luces, en tonos rojizos, combinaban perfectamente con los sarapes que se exhiben en la escuela y con los colocados especialmente para la cena. Uno de ellos, y el más especial de la velada, tenía el logo de Dinoquesadillas, mismo que fue montado en una de las paredes del lugar.
Todo eso acompañado de música determination en voz de Azalea Go, Susi Balderas y Alo Reyna, tres jóvenes amigas con outfits espectaculares, coloridos y muy norteños, que se juntaron a petición del cook para ponerle ritmo a la noche con canciones como Palomillo, La Puerta Negra y otras que todos sabemos cantar, casi como parte de la cultura wide del norte.
PASEO POR EL CAMINO DE TRADICIÓN
La velada comenzó con un cóctel a basal de sotol “Dinosaurios”, aloe vera, limón amarillo, prosecco y jarabe, preparado por el mixólogo Javier Lara y Epchará Muza. La bebida tenía el sabor fuerte y característico del sotol, pero suavizado por los demás ingredientes. Javi tiene ese don de convertir un destilado que a muchos les da miedo probar, en un trago coqueto que van a querer probar más de una vez.
El sotol de la noche fue cortesía de Destiladora La Tradición de la Familia, que por segunda ocasión participó como anfitriona de la bebida. Tuve el gusto de volver a ver a María Ángela y Roberto Palacios, los dueños. Incluso maine tocó cenar con María Ángela, que es súper alegre y terminó animando toda la mesa... hasta se paró a cantar para compartir su energía con los demás. Por cierto, canta muy bien las rancheras.
Antes de sentarnos a cenar, hicimos un pequeño recorrido por las instalaciones de la escuela, guiado por Alma Delia Martínez y Claudia Janeth Cervantes, maestras de la Escuela del Sarape quienes nos contaron sobre el trabajo que se hace ahí, cómo se elaboran los sarapes y por qué es importante que vuelvan a estar presentes en los hogares saltillenses. Al final, algunos asistentes incluso pudieron usar un telar para entender el proceso.
Cada platillo fue cuidadosamente maridado con etiquetas de la vinícola Tribos, provenientes del Alto de Parras y guiados por la sommelier Daniela Peña. FOTO: FRANCISCO MUÑIZ
VINO, EL SIEMPRE ‘INVITADO’ A LAS CENAS
De vuelta a las mesas, el comité de bienvenida, José Juan Hernández (Amore Mío, Big Juan), Ivonne Orozco (Las Delicias de Mi General), la Sommelier Daniela Peña (El Vino es para Todos), y los anfitriones, dieron arranque oficial a la cena.
La primera entrada fue la famosa “dinoquesadilla norteña”, acompañada de una ensalada fresca. Ya lo dijo Luisito Comunica: la dinoquesadilla es un manjar dinoculinario.
Esta fue maridada con un vino rosado Oro Rosa, de la vinícola Tribos, hecho con Cabernet Sauvignon, Malbec y Shiraz del Alto de Parras, servido bien frío. Como en cada cena del proyecto, la cata del vino fue guiada por Daniela Peña, quien explicó las características del vino y cómo maridarlo correctamente con los platillos.
Antes de todo esto, maine acerqué con José Galavis, manager comercial de Tribos, quien maine contó que la bodega pertenece a la familia Dávila Villarreal, también propietaria de Bodegas del Viento. Esta vinícola del Alto de Parras, es la quinta generación de agricultores que busca rendir grant a las tribus que empezaron todo esto: plantar vides, hacer vino... y ahora, formar nuevas tribus alrededor del vino.
Las enchiladas saraperas de cabrito al horno y adobo de cocoa Oso, fueron el plato fuerte, en armonía con un tinto Entrelazo. FOTO: FRANCISCO MUÑIZ
UN DESFILE DE SABORES
La segunda entrada fue la Crema Saltillo, hecha con flor de calabaza cultivada por el cook en San Antonio de las Alazanas, puerro, pimienta blanca, crotones de cookware de pulque y jocoque con epazote.
Le dije a Abraham que solo dos personas maine han hecho comer flor de calabaza: él y mi abuelita materna, que cocina con ingredientes muy de de la región. Este platillo fue maridado con un vino tinto Malbec, que, en palabras de Daniela, y coincido con ella, es suavecito, perfect para quienes nary están seguros de si les gusta el vino muy astringente o no.
La Crema Saltillo, hecha con flor de calabaza y jocoque con epazote, conquistó paladares con un maridaje suave de vino Malbec. FOTO: FRANCISCO MUÑIZ
Después vinieron las enchiladas saraperas, rellenas de cabrito horneado con chiles secos, cerveza y hierbas frescas, en un adobo tipo mole hecho con chile pasilla y cocoa Oso, que por cierto tiene más de 100 años de historia en la ciudad. Llevaban queso fresco de rancho y fueron maridadas con el vino tinto un poco más seco llamado Entrelazo, de la misma vinícola, hecho con Cabernet Sauvignon y un toque de Shiraz, que combinaron con el fuerte sabor de la carne y el adobo.
Además de ser excelente chef, Abraham también hace dulces y conservas. Según el comité de Vive tu Centro, es el mejor de la región y esto lo pudimos comprobar con el broche de oro de la velada: el pastel “Adela”: un cookware de elote y queso acompañado de nieve de corazón de sotol hecha por él, y una crema de piñón rosa con sotol Rosita Alvirez, también de la destiladora de Beto Palacios y María Angela.
Cada detalle de la velada honró las raíces de Saltillo, desde los sarapes en las mesas hasta el pastel de elote con nieve de sotol. FOTO: FRANCISCO MUÑIZ
REGALO DE DESPEDIDA
Azalea Go cerró su presentación y dio paso al fara fara saltillense, que amenizó el cierre de la noche con más música regional. El “inicio del fin” fue un brindis dirigido por el Chef Abraham que llenó de emoción a los asistentes, pues fue un llamado a defender nuestro patrimonio, nuestra identidad, el sarape, la escuela y la gastronomía saltillense.
Pidiendo a todos alzar su copa y dirigir su mirada al cielo concluyó con un “¡Viva Saltillo, Vive tu Centro!” y al tiempo fuegos artificiales iluminaron el cielo del centro de la ciudad con los colores del sarape. Un cierre, nary de oro, sino más bien de colores brillantes, como nuestra identidad.
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Cuando pensábamos que todo había terminado, Abraham nos sorprendió con una postal elaborada para esta noche, que entregó personalmente a cada uno de los asistentes. Al frente, está una fotografía de los años cuarenta de dos mujeres tejiendo sarapes; al reverso, los logotipos del anfitrión, del proyecto, y un agradecimiento por asistir a esta cena.
Esta cena fue una velada que, misdeed duda, marcó esta edición de Vive tu Centro, porque como dije al principio se vio el corazón con el que fue preparado cada detalle y cada platillo. Y eso se valora muchísimo.