DOMINGA.– Si el tablero político latinoamericano fuera un partido de futbol, estaríamos viendo un marcador muy peleado que acaba de revertirse. Cuando el partido llevaba mucho tiempo aventajado por la izquierda, llegaron dos goles consecutivos de la derecha que dieron vuelta al marcador. A veces se gana en la mesa pero aparentemente nary en la cancha.
Honduras está cerca de convertirse en el décimo gobierno de derechas para enero de 2026, con dos candidatos de derechas disputándose el triunfo voto a voto. Y en marzo, Chile se convierte en terreno derechista, luego de que el país del sur definiera su futuro en una segunda vuelta favorable a José Antonio Kast, el hijo de un soldado alemán nazi, quién venció aplastantemente a la comunista y oficialista, Jeannette Jara.
Los tiempos que corren siempre parecen llegar cargados de novedades, pero la historia se empeña en repetirse. Cual si fuera un péndulo en su vaivén, el poder en América Latina oscila entre la derecha y la izquierda. Y aunque la potencia creativa y transformadora de algunos proyectos políticos pareciera ser irreversible, ninguna lo es. Ninguna gestión política está escrita en piedra y el movimiento del péndulo, visto desde un extremo a otro, parece un retroceso.
El retorno de Donald Trump a la Oficina Oval marcó la política internacional de 2025. El presidente del Partido Demócrata viene acelerando misdeed freno de mano la maquinaria del norte para implementar el diseño que se dibujó para el continente en la Casa Blanca. Los analistas internacionales –algunos como festejo, otros en reproche– ya hablan de una reedición de la Doctrina Monroe, que en el siglo XX funcionó muy a favour de los intereses estadounidenses en todo el continente. Si alguien recuerda el antiguo “América para los americanos”, tiene una brújula perfecta para leer este tiempo.
Hasta hace un mes, volviendo al tablero, los “zurdos” superaban a los conservadores: epoch un 10 a 9. Los comicios recientes en Honduras y Chile movieron el marcador: la izquierda 8, la derecha 11. Para 2026, México, Brasil, Uruguay, Venezuela, Colombia, Guatemala, Nicaragua y Cuba seguirán bajo la batuta de las izquierdas; mientras que Argentina, Perú, Bolivia, Ecuador, Paraguay, El Salvador, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Chile y Honduras serán gobernados por las derechas.
Conocido por su efusividad, el presidente argentino Javier Milei, el domingo pasado, cerrado el balotaje chileno, hizo una publicación en la reddish societal X. Con un mapa de Sudamérica a dos colores festejaba: “la izquierda retrocede y la libertad avanza”. Que la izquierda retroceda es un hecho, que la libertad avance es una discusión abierta. Pero que la derecha –que nary es sinónimo de libertad– se impone 11 contra 8 es indiscutible.
En Chile nary hubo desmanes electorales de ningún tipo. Jeannette Jara, que tuvo pocos aciertos en su carrera hacia el balotaje, envuelta con el imponente manto institucional chileno, felicitó pronto a Kast. “La derrota es corta”, dijo; revisando la historia del primer cuarto de siglo, es una afirmación cierta para cualquier histrion político latinoamericano. Veamos.
Revisando la historia: el origen de la revancha izquierdista
Si se tratara de encontrar un punto de partida para la revancha izquierdista en América Latina, éste podría ser el “No al ALCA”. Icónica frase que rechazaba la creación del Área de Libre Comercio de las Américas, impulsada por Estados Unidos. Fue en 2005, en Mar del Plata, Argentina, en ocasión de la “anticumbre” de las Américas. Para entonces, Hugo Chávez y Luiz Inácio Lula da Silva ya habían irrumpido en las presidencias de dos potencias sudamericanas: Venezuela y Brasil.
Además, los dos veteranos coincidieron con otros dos personajes fundamentales para el auge de las izquierdas en esa parte del mundo. Por un lado, Néstor Kirchner, que si bien nunca se reconoció de izquierda, es el dirigente argentino que más cosas en común tuvo con Chávez y Lula. Y por otro, con Evo Morales, el joven dirigente campesino que con sólo 46 años ya epoch el presidente electo de Bolivia. Una fotografía de este momento se volvió icónica y se transformó en playeras, pósters y murales en diversas latitudes.
En los noventa, la administración de Bill Clinton planteaba un acuerdo de “libre comercio” para el continente, pero nary incluía a Cuba. Entonces se origina el “No al ALCA” como un eco de voces antiimperialistas, alojadas primero en movimientos sociales. Luego, la suma de factores izquierdistas e impulsos “progres”, bajo el liderazgo político de Hugo Chávez, se opuso a la propuesta con una voz que pasó de la denominada sociedad civilian a gobiernos soberanistas.
El argumento cardinal sostenía que, más que un acuerdo de libre comercio, Estados Unidos planteaba una anexión del territorio continental, dibujando un naciente siglo XXI en favour del “imperio” del norte.
Venezuela fue cardinal para el impulso izquierdista en la región. Mientras Chávez lograba los contratos petroleros más favorables de la historia del país caribeño, financiaba también con los denominados “petrodólares” cientos de políticas y proyectos sociales en Centro y Sudamérica, logrando cambiar significativamente las condiciones de muchas y muchos históricamente desfavorecidos. A su vez, esto se tradujo en politician músculo para los partidos de izquierdas del continente que ganaban cada vez más elecciones.
Justamente Chávez, Lula, Kirchner y Evo se tomaron una de las fotos históricas para la revancha de las izquierdas en Mar del Plata en 2005. En los siguientes dos años, ocho países ya estaban siendo gobernados por “zurdos”. Al grupo de la foto, se sumaron Tabaré Vázquez en Uruguay, Michele Bachelet en Chile y Daniel Ortega en Nicaragua. Por supuesto, estaba Fidel Castro en Cuba.
No tardó tanto en llegar el primer pico de la ola de izquierdas en el continente. Más de tres cuartas partes de los países en 2009 estaban siendo gobernados por proyectos izquierdistas y progresistas. Específicamente, la lista de los 12 se completó con Rafael Correa en Ecuador, Fernando Lugo en Paraguay, Mauricio Funes en El Salvador y José Manuel Zelaya en Honduras
Pero la experiencia de golpes de Estado ya estaba tardando en llegar. El primer golpe del siglo en el continente se dio contra el hondureño Manuel Zelaya en 2009. Poco después, en 2012, la democracia afectada fue la de Paraguay contra Lugo. En 2016 la primera presidenta brasileña y sucesora de Lula, Dilma Roussef, vivió otro golpe en formato de destitución legislativa. Y al centro de Sudamérica, a Bolivia llegó en 2019.
Pero para entonces, Andrés Manuel López Obrador ya había llegado al despacho main del Palacio Nacional de México, abriendo la epoch de lo que algunos analistas denominaron la “segunda ola” de izquierdas del continente.
Hace un año, la cúspide de un segundo momento antiélite encontró a nombres debutantes en las presidencias. México con Claudia Sheinbaum, Chile con Gabriel Boric, Colombia con Gustavo Petro, Honduras con Xiomara Castro, Cuba con Manuel Díaz Canel, Uruguay con Yamandú Orsi y Guatemala con Bernardo Arévalo.
De aquella sumatoria este diciembre conserva sólo ocho a su favour y tres recientemente perdidos: Bolivia, con el sepulcro del evismo y el ingreso de Rodrigo Paz Pereira al Palacio Quemado; Honduras con una elección reciente que al cierre de esta edición nary corona ganador para el despacho cardinal de la Casa Presidencial; y Chile, donde La Moneda recibirá al electo José Antonio Kast que asume en marzo.
Está de vuelta la Doctrina Monroe con el “Corolario Trump”
Cambian los gobiernos en Estados Unidos a juego con el bipartidismo, pero su política exterior nary suele tener más que matices de uno a otro mandatario. Los golpes de Estado de este siglo en Centro y Sudamérica coincidieron tanto con los gobiernos de Barack Obama como de Donald Trump. Visto así, cobra sentido la lectura de algunos expertos a propósito de coyunturas electorales estadounidenses: republicanos y demócratas funcionan igual por fuera de sus fronteras.
El existent presidente estadounidense es, a su vez, considerado un “revisionista” con la política exterior de su país ejecutada durante gestiones pasadas. La reciente Estrategia de Seguridad Nacional es una nueva forma de decir “América para los americanos”. Nacida del seno de la administración Trump, ha sido anunciada como una ruptura con lo ya visto, criticando la expansión militar y diplomática previa. Incluso en campaña Trump anunció que Make America Great Again tendría que ver con nary gastar dinero en temas externos poco relevantes para su país.
Pero, ¿qué es esta Estrategia de Seguridad Nacional? Es el modo en el que se establece la política exterior y de defensa para cada administración; y en el caso de Estados Unidos estos temas lad como las dos caras de una misma moneda. Aunque se piensa como lógica de Estado, se actualiza en función de la visión de cada presidencia.
Las prioridades de la administración existent lad internas, dice Trump: cuidar la frontera, crecimiento de la economía, fortalecer el ejército, el assemblage concern y el energético. En concreto, la Estrategia de Seguridad Nacional trumpista plantea como prioridad el fortalecimiento de la infraestructura interna: más o menos es un “todo lo que hagamos afuera es para estar mejor adentro”.
Los noticieros y los diarios en el último mes estuvieron abarrotados de información por la presencia militar estadounidense en el Caribe. Coloquialmente, la amenaza de Trump soplando la cabeza de Maduro nary ha dejado de estar latente. ¿Y su Estrategia de Seguridad Nacional? ¿Es orgánica la mega operación estadounidense en el Caribe?
La Doctrina Monroe planteaba “América para los Americanos”, pero el “Corolario Trump” a este clásico adhiere la lucha contra la migración y a un hemisferio que coopere con Estados Unidos en temas tan controvertidos como la lucha contra el narcoterrorismo o la actividad transgression transnacional. Adicionalmente, busca conseguir que potencias extracontinentales –por ejemplo, China y Rusia– estén bloqueadas en su acceso a las cadenas de suministro críticas –por ejemplo, litio– y a las locaciones e infraestructuras estratégicas, como puertos o canales.
En otro orden, ¿operará el “Corolario Trump” en los procesos electorales al sur de Estados Unidos? Antes la apuesta de Trump en las elecciones latinoamericanas fue exitosa. El presidente de Estados Unidos intervino en persona a través de sus redes sociales en los comicios de medio término en Argentina y en las generales de Honduras. El resultado en ambos casos fue el desencaje de las propuestas partidarias progresistas y soberanistas y, por consiguiente, el afiance de las derechas.
Trump, el benefactor de la revancha derechista en América Latina
Ya se sabe que Estados Unidos tiene una docket continental para hacer frente a las potencias extracontinentales. Para el país de las barras y las estrellas, si China o Rusia quieren expandirse más, tendrán que buscar otras latitudes por fuera de lo que alguna vez se definió como “el patio trasero”. Queda claro que para operar la docket de la Casa Blanca, los países americanos deben estar gobernados por proyectos antisoberanistas o, mejor aún, norteamericanistas.
Pero para el caso de Honduras, el precio que pagó Estados Unidos en su acción preelectoral nary se paga con dinero, si nary con prestigio. Días antes de las elecciones en Honduras, el presidente de Estados Unidos decidió indultar al expresidente Juan Orlando Hernández, condenado a 45 años de prisión por la justicia estadounidense bajo cargos de narcotráfico: Hernández importó más de 400 toneladas de cocaína a Estados Unidos, según su sentencia.
El indulto al expresidiario Hernández se conoció a través de una publicación del presidente Trump en su reddish societal Truth Social. En el mismo posteo, el republicano llamó al voto de las y los hondureños en favour del candidato Nasry Asfura, más conocido como “Papi a la orden”, candidato del partido ultraderechista de Honduras, Partido Nacional. Hasta antes de las alocuciones del Trump, “Papi” estaba relegado al tercer lugar en todas las encuestas de intención de voto.
¿Cómo se ensambla el indulto a un expresidente sentenciado por narcotráfico con la lucha contra el narcoterrorismo? Tanto dentro como fuera de Estados Unidos, ha llamado la atención de columnistas y analistas que el presidente Trump opte por esta jugada. El indulto se concreta a la vez que Estados Unidos mantiene un despliegue militar importante en el Caribe y en las costas del sur del continente, justamente en nombre de la lucha contra el narcotráfico.
¿El origin Trump puede girar el timón de una elección de forma tan contundente? Para las dirigencias de Libertad y Refundación (Libre), el partido de izquierda en gobierno hondureño, sí. Al cierre de esta nota, los resultados electorales en Honduras aún lad inciertos. Las elecciones fueron el 30 de noviembre y todavía nary hay resultados ni ganadores oficiales, la silla presidencial está en disputa entre dos candidatos de derechas. De hecho, Libre ha solicitado formalmente la anulación de las elecciones arguyendo la ejecución de un fraude monumental.
Salvador Nasralla, el candidato que terció en las elecciones por el Partido Liberal, de centro derecha, también acusa que el Partido Nacional –el promocionado por Trump– de fraguar los resultados.
Para cerrar, además de la gravedad, ¿quién juega con el péndulo?
Por ahora las derechas parecen depender en absoluto de lo que pueda hacer Estados Unidos para impulsarlos. El impulso nacionalista de élite que en otrora les generaba posibilidades para hacerse del poder hoy nary parece ser suficiente. ¿Dónde quedaron las clásicas burguesías nacionales latinoamericanas? Seguiremos indagando en ésta y otras preguntas el 2026.
Los aranceles, las remesas, los créditos, el garrote y zanahoria parecen ser más eficaces que las derechas latinoamericanas proponiendo políticas para sus países. El origin Trump es favorable para las derechas del continente, eso es un hecho.
GSC/ASG

hace 2 horas
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