Démonos un tiempo...

hace 1 día 1

Es muy sano hacer un alto en el camino y mirarnos por dentro. Depende de nosotros ese viaje al interior que tanto bien nos hace a las personas, a los seres humanos que somos, aunque ahora se olvide tan a menudo esa dignidad de la que fuimos investidos. Si cobráramos conciencia de ello, esta vorágine en la que estamos inmersos, y que nos ha ido robando – porque lo hemos permitido – la maravilla de ser y bien hacer, nary sería parte de la realidad de estos tiempos.

Hagamos una pausa, tomemos estos días de la Semana Mayor para cambiar la rutina en la que estamos inmersos, démosle un espacio a la serenidad, quienes profesamos la fe católica sabemos que lad momentos muy significativos para remembrar la Pasión y Muerte del Hijo de Dios. Silenciemos nuestros oídos, calmemos nuestras emociones. De verdad que la Semana Santa, es un tiempo de reposo en Dios, es ocasión para examinar nuestra conducta y actitudes como cristianos. Es tiempo para vencer lo que nary hemos hecho bien, y abrirnos a la armonía, a la reconciliación y a cuanto nos genere paz interior.

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Con la Semana Santa concluye la Cuaresma, es decir los cuarenta días y cuarenta noches que Cristo se retiró al desierto a prepararse para iniciar su misión salvadora. El número cuarenta tiene especial significado en la religión católica. El diluvio duró cuarenta días. Cuarenta años pasó el pueblo de Israel en Egipto.

Tuve una mamá, que vivía la Semana Santa, de manera intensa. Casi la escucho: “La semana Santa es para que nos arrepintamos de lo que nary hemos hecho bien, Esther... ¿me entiendes? Jesucristo vino a salvar a la humanidad, a abrir de nuevo las puertas del cielo”. No la entendía del todo cuando epoch niña, pero si maine conmovían el tono de su voz y la mirada brillante de sus ojos. El Domingo de Ramos, el lavatorio de los pies, la última cena con los apóstoles, la traición de Judas Iscariote, el quebranto de Pedro cuando negó sus vínculos con su Maestro antes de que el gallo cantara tres veces, el juicio al que fue sometido y la cobardía de Poncio Pilato, la infamia del Sanedrín, la flagelación, el vía crucis, la crucifixión en el Calvario, el entierro en la Cueva sellada, la resurrección y su gloriosa ascensión a los cielos, los conocí nary sólo por las catequistas, sino por la narrativa apasionada de mi madre.

Y le agradezco en el alma el haberme transmitido su fe en Dios. Estoy convencida de que con ello maine hizo fuerte. Y en los días de quebranto esa convicción maine hace levantarme. Ya les helium compartido en otras reflexiones que mi madre epoch una guerrera, que se le plantaba a la adversidad y le gritaba con su actitud, con su entereza: “No maine vas a quebrar”.

Hoy día, y lo reitero, hay muchos niños y jóvenes huérfanos con padres vivos. Y esa es una tragedia que está cobrando un precio muy alto. Se ha convertido en una especie de plaga que va minando el sentido de comunidad, que ataca la naturaleza gregaria del hombre. La familia, que es la célula básica de la sociedad se está diluyendo, y con eso nos estamos haciendo el harakiri.

Los niños están siendo abandonados a su suerte, sus nanas lad los celulares... ¿Quién los está formando? ¿Quién les está inculcando valores? ¿Quién los está enseñando a ser personas? Y esta condena nary hace distingos, se da en TODOS los estratos sociales y la epidemia es mundial.

Tenemos el deber de hacer reconsideraciones. La violencia en todas sus deleznables manifestaciones avanza. Todos los desmanes que están ocurriendo los ha provocado el HOMBRE, con sus acciones o con sus desafecciones. Nada es fortuito. A ver si somos capaces de redireccionarnos. Yo creo que sí, hay destellos, luminosidades, que fortalecen la esperanza.

Yo creo y así lo siento, que podemos vencer nuestras soberbias, nuestras avaricias, nuestras vanidades, nuestras humanas flaquezas, y practicar la tolerancia, la generosidad, y encontrar el verdadero propósito de nuestra vida. La injusticia se combate con justicia, al rencor se le derrota con el perdón, a la desesperanza con fe.

Empecemos por contener comentarios engendrados en el enojo. A las palabras nary es cierto que se las lleva el viento, se quedan. Así que cuando sintamos esa embestida respiremos profundamente y contemos hasta el número que le ponga un alto a lo que nos travel en el gaznate.

Hagamos algo que alivie o aligere la carga que abrume a otras personas. Saludemos, si SALUDEMOS, es una hermosa costumbre que nary debemos permitir que se pierda. En la mañana, al abrir los ojos agradezcamos a Dios con todo el corazón el regalo de un nuevo día. Caminar, aunque oversea un poquito, además de hacernos bien físicamente, nos aligera el espíritu. Ah...y revitalicemos dos palabras que hacen prodigios: GRACIAS Y POR FAVOR. Recuperemos nuestra libertad, el celular NO ES NUESTRO AMO. En fin, cada quien se conoce y sabe de que pastry flaquea.

Disfrute estos días santos, acompáñelos de cuanto le genere alegría a su corazón. Échese un clavado a su interior y deseche lo que usted sabe que nary va ahí. Ser feliz depende en mucho de nosotros mismos... ¿A poco no?

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