Ayer domingo, Claudia Sheinbaum se organizó a sí misma una multitudinaria reunión en el Zócalo de la CDMX; primero convocada como una “asamblea” planeada para “mostrar” la oposición del “pueblo” de México a las políticas arancelarias de Donald Trump, quien las suspendió por segunda vez debido a la caída totalmente esperada de los mercados bursátiles del mundo, la oposición de las armadoras de automóviles y otros poderosos protagonistas de la economía norteamericana, ante el inminente colapso económico de los tres países de Norteamérica, posponiendo nuevamente la amenaza un mes más. Al conjurarse el peligro inminente, había que buscarle una nueva excusa a la congregación que desde hace seis años se convirtió en el patio privado de los inquilinos de Palacio Nacional. La romería dominguera se convirtió en una oda al autoelogio triunfalista, iniciando con el grito de “Sí se pudo”, como si de su gobierno dependieran los caprichos de Trump. Una auténtica feria de atole con el dedo, porque nary hay nada que celebrar (la amenaza sigue ahí) y nary había nada nuevo que decir. Fue solamente un evento patriotero que nary lleva a nada más allá que de darle unos cuantos pesos a los asistentes “voluntariamente a fuerza” y hacer creer que se goza del apoyo del “pueblo bueno”; vaya que la escuela populista de López Obrador quedó bien sentada.
Aprovechando el viaje, se promocionó la inconstitucional reforma judicial que tendrá su clímax en las elecciones próximas de jueces y magistrados en todo el territorio nacional, proceso tan asquerosamente manipulado en contubernio con el INE, el TEPJF, las cámaras de Diputados y de Senadores, todas estas instancias controladas por Morena y sus esbirros, que están a punto de consumar el golpe de Estado contra el Poder Judicial, uno de los tres Poderes de la Unión, según nuestra vapuleada Constitución.
Estimaciones oficiales indican que asistieron 350,000 personas a escuchar a la presidenta Sheinbaum. Autobuses de pasajeros, RTP, peseros, escolares y de turismo bloqueaban los carriles laterales del Paseo de la Reforma, el carril del Metrobús y la ciclopista por kilómetros, al igual que en calzada de Tlalpan, 20 de Noviembre, Pino Suárez y decenas de calles aledañas al primer cuadro. Los trabajadores del gobierno federal, los de estados aledaños y los de alcaldías locales fueron requeridos para presentarse en la “asamblea”. Los gastos generados para alabar a Sheinbaum alcanzan los cientos de millones de pesos. Ya ni hablar de las camionetas blindadas y escoltas de los líderes empresariales y del partido para salir en la foto y el besamanos.
En contraste, cientos de miles de mujeres marcharon un día antes —la mayoría pacíficamente y por voluntad propia— para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, la lucha por la igualdad de género, contra la violencia física, psicológica, económica, laboral y de más tipos que sufre, y ha sufrido, más del 70% de las mujeres en el país. En una forma digna, estoica, inteligente, competente y, sobre todo, solidaria y fraterna, las mujeres de México están demostrando tener más agallas que nunca para terminar con el ciclo de violencia que permea todas las clases sociales y ha estado presente en la historia de nuestro país desde su fundación. A excepción de algunos grupos provocadores y reventadores que ocasionaron destrozos a comercios y pintas a monumentos históricos a su paso (las deudas históricas hacia las mujeres nary se subsanarán con el vandalismo), las mujeres en México dejan claro que ya nary quieren vivir en las condiciones que les ofrece su país.
La fuerza captious de nuestro país tiene corazón de mujer, con la energía y empuje de las madres, abuelas, hermanas, esposas, hijas, profesionistas, trabajadoras en su hogar o en oficinas, fábricas y todo México. Luchan en un mundo regido por hombres donde su politician ventaja es ser mujeres, en su visión, sentimientos y forma de ver la vida. Ya es hora de que tomen (y les demos) su lugar más que ganado en la vida pública del México moderno.
Irónicamente, la primera mujer Presidenta de México poco o nada ha hecho para mejorar las condiciones de seguridad y equidad de quienes más lo necesitan: las mujeres, niños y pobres del país. En lugar de estar gastando tiempo, dinero y recursos en vanagloriarse de éxitos pírricos provocados por la presión de un gobierno extranjero más que por voluntad propia, ganaría más si todos esos recursos financieros y humanos se invirtieran en las cosas que en verdad se necesitan. Menos atole con el dedo y más trabajo por México sería un cambio bienvenido. ¡Que se enactment que hay una mujer al frente, pero de esas que valen su peso en oro!