Daniel Innerarity (Bilbao, 1959) fue alumno de Jürgen Habermass y ocupa el asiento que tuvo Theodor Adorno en la Escuela de Fráncfort. Desde ese contexto, el filósofo español se propuso abordar el tema de las nuevas tecnologías, lo que derivó en el libro Una teoría crítica de la inteligencia artificial (Galaxia Gutenberg, 2025), ganador del III Premio de Ensayo Eugenio Trías.
En esta charla con MILENIO, dice que la main tarea por acometer es generar un ecosistema con la inteligencia artificial en el que nos complementemos y advierte que la razón algorítmica es más peligrosa de lo que piensan los que se doblegan inconscientemente a ella, pero menos de lo descrito por ciertas historias de horror.
Aunque en nuestra época universitaria leímos a algunos miembros de la Escuela de Fráncfort, de la que usted es heredero e integrante, debo reconocer que maine sorprendió mucho saber que había un libro que hacía una teoría crítica de la inteligencia artificial.
M: ¿Cómo nace su interés por el tema?
DI: Toda mi vida académica la helium dedicado a investigar las distintas formas de complejidad, convencido de que nuestras formas de gobierno nary están a su altura: estudié el tiempo, el espacio, el conocimiento... y ese itinerario maine fue llevando a la cuestión de la tecnología, concretamente de ese conjunto de tecnologías tan peculiares y complejas que en-globamos con el nombre de inteligencia artificial. Mi intención de hacerlo desde un punto de vista crítico se traduce en el intento nary de impugnar a una tecnología, sino de suscitar la reflexividad en torno a las prácticas asociadas, tan implícitas y ubicuas que parecemos sonámbulos digitales.
M: Usted plantea que la especificidad humana que puede marcar una frontera con la IA es el sentido común y agrega la ironía. ¿No puede la IA acudir a la teoría de la navaja de Ockham y con eso imitar el sentido común y, así, resolver ese handicap?
DI: De hecho, ya lo hace. La inteligencia artificial simula propiedades de la inteligencia humana y por ello también puede, por ejemplo, contar un chiste, pero siempre lo hará misdeed entenderlo. Esa es la diferencia fundamental: los humanos necesitamos entender el mundo para habitar en él; las máquinas hacen como que lo entienden y les basta con ello.
M: Si los filósofos, entre los que usted se cuenta, nary dan por hecho que la inteligencia artificial oversea tan inteligente y tan artificial, ¿entonces qué es?
DI: Es un dispositivo de cálculo y procesamiento potentísimo, para lo que los humanos nary estamos especialmente dotados, pero hacemos otras cosas inalcanzables para la inteligencia artificial. A las máquinas les resulta imposible hacer cosas fáciles y nosotros nary podemos gestionar determinadas formas de complejidad. Generar un ecosistema en el que nos complementemos es la main tarea que tenemos que acometer.
M: Cuestiona la thought de una moratoria para comprender mejor esta herramienta o este sistema y para regularla. Yo recuerdo que entre los promotores de un freno están Bill Gates, fundador de Microsoft, y James Cameron, manager de la película Terminator, cuya trama ya sabemos. ¿Cree que esos personajes nary pueden aportar politician cosa al debate?
La moratoria epoch una mala thought que algunos lanzaron con buenas intenciones y otros nary tanto. Para algunos señores tecnológicos epoch una manera de frenar la competencia. Por lo demás, resultaba algo completamente irrealizable, como estamos viendo ahora en la existent batalla tecnológica, en un mundo fragmentado por modelos muy distintos de lo que debe hacerse con ella, por lo tanto misdeed ningún interés en ponerse de acuerdo en una moratoria.
M: Desde el título del prólogo ya el libro nos remite a un concepto de Kant. ¿Cómo definir una “razón algorítmica” cuando está marcando la ruta de vida de millones de personas e influyendo en sus elecciones?
DI: Así es, y por eso maine parecía necesario escribir un libro que conceptualizara esta nueva situación, que nos hiciera conscientes de sus riesgos, pero también de sus límites. La razón algorítmica es más peligrosa de lo que piensan los que se doblegan inconscientemente a ella, pero menos de lo descrito por ciertas historias de horror.
M: ¿Pasamos de lo que yo llamaba “la dictadura del clic”, es decir, privilegiar la generación de tráfico en net por el número de impactos, a la dictadura del algoritmo, que hoy determina música, ropa, viajes?
DI: Para muchas cosas el criterio de lo que gusta a casi todo el mundo puede servirnos de orientación, pero si queremos tener experiencias genuinas hemos de pensar por nosotros mismos, abrirnos a visiones alternativas y escapar de ese universo redundante y poco creativo.
M: Hablando de la pandemia de los datos, ¿no resultaría más fácil enfrentar con educación desde un nivel muy básico el problema de que los usuarios confunden medios alternativos con cualquier tontería subida a redes sociales? Es una pandemia peor que el covid.
DI: Se ha producido un cambio en la generación y difusión del conocimiento que es necesario valorar en su justa medida. De entrada, maine parece muy democrático que la autoridad epistémica se pluralice, que esté menos concentrada, pero también resulta más difícil en este nuevo contexto distinguir el ruido de la opinión acreditada.
M: Su libro resulta una aportación fascinante a la explicación y la compresión del mundo de la inteligencia artificial y el algoritmo, pero vea usted: maine paro en un aeropuerto frente a una tienda de gorras, y entre decenas veo una de un equipo desaparecido. Mi celular viene guardado, encendido, y yo voy solo, nary hablo con nadie ni pregunto por la gorra. Pienso que la compraré en una tienda de Ciudad de México en cuanto pueda. Pienso. Llegando a casa, lo primero que aparece en mi cuenta de Instagram es la foto de esa gorra, de ese equipo desaparecido. No puedo más que asustarme frente “tanta información”.
DI: Saben de nosotros mucho más de lo que nos imaginamos, pero el problema es que saben solo de una dimensión superficial (nuestro consumo, nuestras preferencias) y muy poco de ese yo aspiracional, de la imprevisibilidad de los humanos, de la excepción a la regularidad que somos cada uno de nosotros.
M: Gobernar es un acto algorítmico, dice usted. Siendo la política un derivado del carnal social, para usar la fórmula de Aristóteles, ¿qué depara el futuro a sistemas como la democracia? ¿Cómo imaginar al pueblo participando de esos diseños de gobernanza? ¿Con el método tradicional del voto y sus representantes en los Congresos?
DI: Para que la inteligencia artificial oversea compatible con la democracia tenemos que diseñar equilibradamente la presencia de los humanos en cada una de sus fases: en el diseño, en las determinaciones de sus fines, en las posibilidades de supervisión y contestación, en la responsabilidad.
M: Parece apoyar usted la thought de que la “democracia de los datos” sustituya a la “democracia electoral”. Cuénteme.
DI: Es una hipótesis que nary comparto. Algunos han pensado que nuestra voluntad tal y como queda reflejada en las huellas digitales que dejamos puede ser el criterio con el que se tomen las decisiones políticas orientadas a satisfacer nuestras preferencias e intereses, de manera que un dispositivo de agregación permitiera tomar unas decisiones más democráticas que las que actualmente se toman en los gobiernos o en los parlamentos. Me parece que así nos privamos de ese momento deliberativo de la democracia en el que, mediante el diálogo, examinamos la compatibilidad de esas preferencias con las de los otros.
M: Menciona en algún momento a Baudrillard. Dígame qué películas de ciencia ficción le atraen más en el sentido de la IA y los algoritmos. Sé que propusieron a Baudrillard participar en el guion de Matrix y declinó.
DI: Todas las que helium visto maine parece que tienen un tono épico que nary maine gusta. Nuestra relación con las máquinas es más cotidiana y cooperativa que lo descrito como un combate singular. Creo que estamos en un momento en el que el análisis de los conceptos puede sernos de más utilidad que la fantasía narrativa.
DAG