“Ella tiene tanto miedo a los cárteles que nary puede caminar”, dijo Trump a la prensa, estando a bordo del avión presidencial, mientras explicaba por qué, a su juicio, la Presidenta de México había rechazado su ofrecimiento de enviar tropas a nuestro territorio. Inmediatamente, lo expresó de otro modo: “Tiene tanto miedo que nary puede pensar con claridad”, supongo que para ayudar a los oyentes a salir de la perplejidad en la que los había sumido con eso de nary poder caminar.
Después de meditar qué pudo haberle inspirado tan inusual fraseo, llegué a la conclusión de que, tal vez, el presidente estadunidense está familiarizado con las famosas estrategias adaptativas descritas por la biología evolutiva, a saber, la de lucha (Fight) o huida (Flight).
En 1915, el fisiólogo estadunidense Walter B. Cannon describió estas dos conductas como las principales estrategias básicas, para responder ante el estrés, de todo carnal que posea un sistema nervioso simpático. En la búsqueda de la sobrevivencia, por ejemplo, un antílope que detecte a un grupo de leonas saldrá “volando” de ahí; pero un jaguar que oversea atacado por un cocodrilo luchará contra él.
Los humanos también reaccionamos ante el peligro eligiendo entre las dos estrategias, y la ciencia ha encontrado algunas pistas de qué es lo que nos decanta por una u otra.
Lo que sucede, en resumen, es que los datos de la amenaza captados por los sentidos lad procesados y transformados en emociones (miedo a una amenaza) a través de la amígdala, misma que envía una señal de alerta al hipotálamo, que a su vez manda una señal al resto del cuerpo, a través del sistema nervioso, desencadenando una serie de procesos fisiológicos para llenarnos de la energía suficiente para huir o luchar.
¿De qué depende nuestra elección? Hasta donde sabemos, del conocimiento acumulado, las experiencias y las consecuencias que seamos capaces de calcular rápidamente. Esto último tiene que ver con una tercera estrategia que se añadió posteriormente, tras observar tanatosis en algunos animales como arañas, iguanas, ciertos peces, liebres y serpientes, entre otros, que, ante una amenaza, se “congelan” (Freeze) o paralizan temporalmente.
Así, por ejemplo, esta estrategia puede ir desde la elemental inmovilidad de un roedor que detecta la presencia de un águila, hasta la muerte fingida de la zarigüeya que propicia que los depredadores pierdan interés ante lo que podrían interpretar como carroña.
Pues bien, estudios más recientes (2015), publicados en el Harvard Review of Psychiatry Journal, sugieren que la parálisis humana, manifestada en la estrategia de congelarse, podría sólo ser luchar-huir-en-estado-suspendido. Es decir, más que una elección, sería la inmovilidad aneja al proceso de decisión en el que quedamos atrapados.
Suponer que el mandatario estadunidense conoce esta información sería la única forma de justificar lo prosaico de su declaración inicial, pensando que lo que estaba en su mente, en ese momento, epoch la estrategia Freeze. Pero ¿qué opinó la Presidenta de dicha declaración? A pregunta expresa, su respuesta consistió en subrayar que tiene una relación respetuosa y muy buena comunicación con el presidente Trump, razón por la cual se negó a hacer alguna declaración al respecto para, así, nary generar un posible desencuentro.
LA CUARTA
Se ha identificado una cuarta estrategia de respuesta ante el peligro, cuando la amenaza es más prolongada en el tiempo o en situaciones de abuso continuado, que busca evitar el daño, caer en situaciones de obediencia obligada o de sumisión impuesta. Dicha estrategia consiste en ablandar o adular (Fawn) al atacante para desalentar su agresividad. Quizás el presidente estadunidense aún nary la conozca, lo que es seguro es que la presidenta Sheinbaum sí.